Hoy es s¨®lo hoy
La situaci¨®n es tan ins¨®lita que ni siquiera sabemos bien c¨®mo vivirla. Hace doce a?os, cuando el Real Madrid pod¨ªa conquistar su s¨¦ptima Copa de Europa, escrib¨ª aqu¨ª un art¨ªculo titulado "Hoy no s¨®lo hoy", en el que dec¨ªa que tambi¨¦n era cada uno de los lejanos d¨ªas de infancia en que mi equipo favorito hab¨ªa disputado el mismo t¨ªtulo, con Di St¨¦fano, Z¨¢rraga, Puskas, Gento o Vel¨¢squez. Hoy, en cambio, no puede ser m¨¢s que hoy, porque Espa?a jam¨¢s hab¨ªa aspirado a una Copa del Mundo, ni siquiera a una semifinal. Carecemos de referencias y, en contra de lo que es frecuente en el f¨²tbol, no podemos apoyarnos en ninguna situaci¨®n pasada que ni remotamente se le asemeje. Nuestros rivales s¨ª, pues su inolvidable selecci¨®n de 1974, con Cruyff a la cabeza, perdi¨® inmerecidamente la Final de aquel a?o ante el anfitri¨®n, Alemania, y, ya sin Cruyff, en 1978, volvi¨® a perderla ante otro anfitri¨®n, Argentina, y ante la dictadura militar de aquel pa¨ªs, que tanto manipul¨® su Mundial. Por eso se viene insistiendo en que el f¨²tbol tiene una deuda con Holanda, que hoy por fin se saldar¨¢.
El efecto de la victoria o de la derrota no es duradero, digamos que se desvanece a las cuarenta y ocho horas
Lo lamento, pero no creo que vaya a ser esta la ocasi¨®n, precisamente por una cuesti¨®n de justicia: no ser¨ªa justo que aquellos extraordinarios Cruyff, Neeskens, Rep, Rensenbrink, sigan si su t¨ªtulo por toda la eternidad -as¨ª ser¨¢ en todo caso- y en cambio lo posean quienes no son sus herederos en el juego, aunque s¨ª lo sean en la camiseta. M¨¢s herederos de su concepci¨®n del f¨²tbol veo a sus rivales de hoy: Xavi, Iniesta, Villa, Ramos, Puyol, Piqu¨¦, Alonso, Casillas y dem¨¢s. Si bien, desde mi memoria, ¨¦stos lo sean todav¨ªa m¨¢s de otro equipo latino no lo suficientemente apreciado: la Italia de 1982, la de Paolo Rossi y Tardelli, que, si no dominaban el juego como la Espa?a actual, s¨ª eran capaces de pasarse el bal¨®n cerca o dentro del ¨¢rea con las mismas precisi¨®n y fatalidad para el contrario. Ya lo ven: hay que buscar referencias ajenas porque no vislumbramos ninguna propia.
Quienes desde?an el f¨²tbol y lo ven como cosa de "hordas" no parecen haberse parado mucho a pensar en la alegr¨ªa o tristeza desinteresadas que provoca en millones de personas a la vez. Que un equipo gane o pierda no nos va a cambiar a ninguno la vida: al que le vaya mal le seguir¨¢ yendo mal y el que sea feliz no ver¨¢ mermada por una derrota su felicidad esencial. Nadie ser¨¢ m¨¢s rico ni m¨¢s pobre por eso, nadie saldr¨¢ del paro ni ingresar¨¢ en ¨¦l. Y sin embargo, en qu¨¦ pocas ocasiones salta la gente de j¨²bilo al mismo tiempo, o baja la cabeza con melancol¨ªa y dignidad. El efecto de la victoria o de la derrota no es duradero, digamos que se desvanece a las cuarenta y ocho horas. M¨¢s o menos como el efecto que nos produce la visi¨®n de una gran pel¨ªcula, o la lectura de una deslumbrante novela, o escuchar una m¨²sica sobrecogedora, o la contemplaci¨®n de un cuadro turbador. Tampoco en el arte nos va ni nos viene, respecto a nuestra vida personal. Abrimos la cubierta de un libro, se apagan las luces de un teatro o de un cine, y sabemos que aquello no nos ata?e de veras, que nos prestamos a una conversaci¨®n. La emoci¨®n que experimentamos es tambi¨¦n desinteresada, y la exultaci¨®n o la desolaci¨®n que sentimos a su t¨¦rmino son s¨®lo simb¨®licas, vicarias y artificiales, pero a veces m¨¢s punzantes que las de la vida real. No podemos desde?arlas.
Hoy nos espera lo uno o lo otro, exultaci¨®n o desolaci¨®n. Tengo para m¨ª que ser¨¢ lo primero. Precisamente por carecer de referencias pasadas, Espa?a llega a esta Final con la confianza de los inocentes, que adem¨¢s de "libres de culpa", significa "que desconocen una cosa". Desconocemos esa alegr¨ªa m¨¢xima e incluso su posibilidad, luego no podremos echarla de menos ni comparar con "aquella otra vez". Tambi¨¦n hay algo inocente en nuestros jugadores y en nuestro seleccionador: de hecho, Del Bosque resulta conmovedor en su honradez, en su modestia y en su educaci¨®n. ?l es el primero en saber que hoy es s¨®lo hoy, que nunca ha habido un antes y que la alegr¨ªa est¨¢ intacta y nueva, todav¨ªa por estrenar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.