Esc¨¢ndalo en grado 'sumo'
La corrupci¨®n y los excesos revientan la imagen del ancestral deporte nacional japon¨¦s
El deporte nacional por excelencia de Jap¨®n ha certificado esta pasada semana su descenso a los infiernos. El esc¨¢ndalo de apuestas destapado el mes pasado que est¨¢ conmocionando al mundo deportivo nip¨®n implica ya a unos 65 rikishis (luchadores) en activo, a otros muchos retirados, a una docena de entrenadores y a miembros de la yakuza, el crimen organizado japon¨¦s. Todo ello ha supuesto de momento la suspensi¨®n temporal de una veintena de deportistas y la expulsi¨®n permanente de un prestigioso maestro, Otake, y de Kotomitsuki, el primer ozeki (segundo mayor rango que puede alcanzar un luchador) de la historia en ser excluido de la competici¨®n.
En repuesta al esc¨¢ndalo, el pasado martes la radiotelevisi¨®n nacional japonesa (NHK) anunci¨® que no emitir¨ªa en directo el honbasho de Nagoya, que se celebra del 11 al 25 de julio y que es uno de los seis grandes torneos del a?o. Una decisi¨®n que, adem¨¢s de suponer p¨¦rdidas millonarias para la cadena (los expertos hablan de unos 3,5 millones de euros), supone algo in¨¦dito desde que la NHK empezara a retransmitir el sumo por la radio hace m¨¢s de 80 a?os. Mientras, varios patrocinadores han retirado su apoyo al torneo de Nagoya, los principales diarios nacionales claman en sus editoriales por la depuraci¨®n de responsabilidades y el ministro de deportes, Tatsuo Kawabata, ha solicitado la creaci¨®n de un comit¨¦ independiente para reformar la Asociaci¨®n Japonesa de Sumo (JSA), que depende de su cartera, y cuyo director, el ex luchador Mushashigawa, ha sido apartado provisionalmente.
Aunque los luchadores deben ser un modelo de conducta, muchos han sido relacionados con drogas, org¨ªas y apuestas
La enojada opini¨®n p¨²blica japonesa parece aceptar de buen grado la cancelaci¨®n de las emisiones en directo; la propia NHK asegura que el 70% de la audiencia que ha contactado con la emisora en el ¨²ltimo mes en referencia a este tema desaprueba la retransmisi¨®n del torneo de Nagoya. "Me parece una verg¨¹enza. Me fastidia no poder ver el sumo por televisi¨®n, pero creo que es un castigo justo y que incluso se queda corto", resume el due?o de un bar al que acuden muchos aficionados al sumo dada su cercan¨ªa con el imponente Kokugikan, el estadio situado en el barrio tokiota de Ryogoku, donde se celebran tres de los torneos m¨¢s importantes de cada temporada desde hace un siglo.
Pocos seguidores pueden pasar por alto esta enrevesada trama de apuestas relacionadas con partidos de b¨¦isbol, el otro gran deporte en Jap¨®n, en la que varios rikishis han actuado como intermediarios de corredores de apuestas yakuzas, y hasta un ex luchador, Mitsutomo Furuichi, ha sido detenido por extorsionar al expulsado Kotomitsuki, que, a su vez, podr¨ªa haber acumulado deudas por valor de casi un mill¨®n de euros. El juego, a excepci¨®n de las carreras de caballos y el pachinko (la tragaperras japonesa), est¨¢ terminantemente prohibido por la ley nipona. Pero la afrenta resulta doblemente grave en este caso, pues, debido al origen sinto¨ªsta del sumo, los luchadores deben constituir un modelo de conducta para toda la naci¨®n. La misma que hace no mucho se enorgullec¨ªa de este deporte que representaba sus valores genuinos y cuya est¨¦tica y funcionamiento jer¨¢rquico, dicen, siempre ser¨¢ algo dif¨ªcil de desentra?ar para el gaikokujin (el extranjero).
El sumo se origin¨® como parte de un ritual sinto¨ªsta que rogaba a los dioses por una buena cosecha. Ya en el siglo XVII pas¨® a convertirse en deporte profesional, aunque conserva hasta hoy la r¨ªgida integridad y los elementos ceremoniales del culto aut¨®ctono de Jap¨®n, como la purificaci¨®n con sal del doyho, el ring circular donde se combate. La vida de los rikishis sigue siendo, en teor¨ªa, igual de estricta. Hasta que concluye su carrera, todos ellos est¨¢n obligados a vivir en los llamados establos comunales (heia), donde deben respetar un escrupuloso r¨¦gimen diario a base de madrugones y ayuno, largas horas de entrenamiento y estudio, labores de limpieza del propio establo y, en el caso de los j¨®venes, castigos corporales propinados por los oyakata (los maestros o entrenadores) cuando cometen alg¨²n desliz. Los novatos del heia, al que se puede acceder a partir de los 15 a?os, son los que soportan adem¨¢s las tareas m¨¢s duras y deben cocinar, limpiar y servir a los veteranos. No es de extra?ar que muchos j¨®venes rikishis abandonen el sumo antes de cumplir los 20.
En el torneo tokiota del pasado mayo, unos 50 miembros de la Yamaguchi-gumi, la organizaci¨®n yakuza m¨¢s temida del pa¨ªs, aterrorizaron literalmente a buena parte de los asistentes cuando se dejaron ver ocupando las localidades vip del Kokugikan. Tambi¨¦n pusieron en alerta a las autoridades y a la JSA y precipitaron las pesquisas que han acabado por destapar la trama.
Sin embargo, el progresivo descalabro de este deporte viene de lejos. Por algo el ministro de deportes Kawabata afirm¨® esta semana que esta era "la ¨²ltima oportunidad para que este deporte se reforme". Sin ir m¨¢s lejos, el posible ama?o de los propios combates de sumo ya salt¨® a la luz despu¨¦s de que dos ex rikishis, Kan Konosuke y Hashimoto Seiichiro, fallecieran el mismo d¨ªa de 1996 a causa de un problema respiratorio. Sin embargo, nunca se determin¨® si ambos fueron envenenados. Ambos hab¨ªan confesado poco antes haber vivido una vida profesional cuajada de orgias sexuales, consumo de drogas y contiendas arregladas.
En los a?os sucesivos, varios luchadores de primer orden fueron investigados por supuesto consumo de marihuana, algo que Jap¨®n penaliza severamente, y en 2007, Tokitaizan, un luchador de 17 a?os, falleci¨® despu¨¦s de que varios de sus compa?eros y su entrenador lo maltrataran durante horas golpe¨¢ndolo con un bate. El ¨²ltimo esc¨¢ndalo sucedi¨® el pasado febrero, cuando el yokozuna Asashoryu abandon¨® el sumo despu¨¦s de reconocer que se hab¨ªa emborrachado y hab¨ªa agredido y amenazado de muerte al cliente de un bar en el barrio tokiota de Ginza.
Otro motivo por el que el sumo ha perdido popularidad entre los nipones es la creciente presencia y ¨¦xito de los luchadores extranjeros, que cada vez hacen m¨¢s sombra a los rikishis nacionales. Basta con decir que el propio Asashoryu es mongol, al igual que Hakuho, ahora mismo el ¨²nico yokozuna (el rango m¨¢s importante) que permanece en activo, pese a estar tambi¨¦n implicado en apuestas menores. Desde que el hawaiano Konishiki lograra ostentar la m¨¢s prestigiosa categor¨ªa en 1993, la notoriedad de los extranjeros ha ido en aumento hasta el punto de que hoy casi la mitad de los luchadores que ocupan los primeros escalafones proceden de pa¨ªses como Mongolia, Rusia, Georgia o Bulgaria. Esto oblig¨® a la JSA a endurecer las normativas y a prohibir desde 2002 que los establos reclutaran a m¨¢s de un luchador for¨¢neo cada a?o.
La investigaci¨®n policial prosigue estos d¨ªas con registros en varios establos y nuevas detenciones. Por otro lado, los oyakata que integran la junta directiva de la JSA han aceptado a rega?adientes el nombramiento esta semana de Hiroshi Murayama como nuevo director de la asociaci¨®n. Murayama, un ex alto cargo de la Fiscal¨ªa Superior de Tokio, sustituye temporalmente al depuesto Musashigawa y se convierte as¨ª en el primer director de la JSA que no ha sido luchador. Suyos son ahora los duros retos que afronta el sumo. Un deporte que debe recobrar su integridad, reclutar sangre nueva y recuperar la devoci¨®n de sus seguidores.
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