Do?a Esperanza, la roja
Se?ora Esperanza Aguirre, seguramente es esta la primera ocasi¨®n en que se puede decir de usted que es roja hasta los tu¨¦tanos, cosa que har¨¢ mucha gracia a sus allegados y a sus rivales. Pero, claro, por motivos estrictamente gramaticales, tambi¨¦n provoca desaz¨®n en el rojer¨ªo de toda la vida. Seguramente que la presidenta, en su intimidad, se echar¨¢ algunas risas, porque no carece de sentido del humor, seg¨²n parece.
Hoy pasear¨¢ usted por la ciudad aclamando a La Roja y con alguna pa?oleta de ese color. El alcalde, tambi¨¦n. Si no lo veo no lo creo. A veces las iron¨ªas del destino son para desternillarse. Porque, mientras tanto, los rojos de Madrid llevan d¨¦cadas sin salir del desierto. Do?a Esperanza, la roja, se los ha merendado. Y el alcalde, tambi¨¦n. Esgrimiendo la camiseta roja y la bandera nacional sin aquella gallina que puso Franco en el escudo. Pasaron los tiempos cercanos en que llevar la banderita en el reloj significaba autom¨¢ticamente la catadura pol¨ªtica de quien la luc¨ªa. Ahora la bandera se ha democratizado y es de todos. Llevarla o dejarla de llevar es lo mismo.
Hablando de s¨ªmbolos patrios, el que sigue igual es el himno, inalterable al desaliento y sin letra, gracias a Dios o a quien sea. Por cierto, no es el ¨²nico en el mundo que solo tiene m¨²sica. Por lo menos hay otros 25 pa¨ªses en la misma situaci¨®n relajante, entre ellos Afganist¨¢n, Somalia, Abu Dhabi, Bosnia, Kuwait, Qatar, Zanz¨ªbar, Yemen...
Es magn¨ªfico tener un himno sin letra en el que cada cual evoca a su patria a su modo no carente de emoci¨®n. Porque, la verdad, la mayor¨ªa de los himnos tiene letras de tosca factura. El ¨²nico himno del mundo con letra deliciosa es el himno del Principado de Asturias, que conocen hasta los chinos. Subir al ¨¢rbol, darle una flor a mi morena, la ponga en el balc¨®n o la deje de poner. As¨ª de f¨¢cil.
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