Los ¨²ltimos manglares
Esmeraldas es una provincia situada en la costa norte del Ecuador poblada de hermosos manglares, que son ¨¢rboles tolerantes a la sal que crecen en las costas tropicales, en las desembocaduras de los cursos de agua dulce. Su nombre procede de una palabra guaran¨ª, que significa ¨¢rbol retorcido. Proporcionan una protecci¨®n natural de las costas contra huracanes y maremotos, y poseen una alta productividad, pues alojan gran cantidad de organismos acu¨¢ticos, anfibios y terrestres.
En este para¨ªso natural, y en la desembocadura del r¨ªo Cayapas, est¨¢ la peque?a comunidad de Olmedo, compuesta por unas 200 familias. En su ¨¢rea se encuentra el manglar m¨¢s alto del mundo: el Bosque de Majagual, con especies que pueden sobrepasar los 60 metros de altura. La poblaci¨®n negra es mayoritaria. Seg¨²n la leyenda, sus primeros pobladores fueron n¨¢ufragos que ganaron la tierra a nado desde un barco de esclavos que encall¨® junto a la costa. All¨ª encontraron un clima similar al de ?frica, y se establecieron como cimarrones, de ah¨ª su sentido de la independencia. Esmeraldas, "el reino de la libertad", es la tierra de la marimba y el arrullo, que son ritmos de inequ¨ªvoca influencia africana. La marimba es m¨¢s festiva y da lugar a bailes alegres en bodas y fiestas; mientras que el arrullo suele tener un sentido m¨¢gico religioso. Busca "abrir el cielo" para conseguir, por ejemplo, que el alma de un ni?o muerto llegue hasta Dios.
Nuestro mundo est¨¢ lleno de historias de industrias poderosas que destruyen mares y bosques
?Llenar nuestros bares de raciones de langostinos baratos justifica esta acci¨®n?
Es en esa zona donde se ha instalado una empresa especializada en la cr¨ªa de langostinos llamada Puro Congo, SA, que pertenece a una acaudalada familia del Ecuador. Esta industria est¨¢ provocando la muerte del manglar. Se talan los ¨¢rboles para construir las grandes piscinas donde criar el langostino, y se construyen diques de hormig¨®n en las playas que desv¨ªan el agua de las mareas provocando la ca¨ªda masiva de los ¨¢rboles. El agua de las piscinas se toma con grandes bombas de los r¨ªos cercanos, provocando la muerte de multitud de peces en estado juvenil y larvario, y se ha desviado un r¨ªo para que haga de canal de desag¨¹e. En ¨¦l se vierte el agua usada de los criaderos, saturadas de productos qu¨ªmicos y plaguicidas que envenenan las aguas del manglar. El resultado es la muerte masiva de ¨¢rboles y la p¨¦rdida de m¨¢s del 70% de los recursos pesqueros, vitales para el sustento de la poblaci¨®n.
La destrucci¨®n lenta pero masiva de este rico entorno natural ha provocado que muchas de las familias que viv¨ªan en ¨¦l hayan tenido que emigrar hacia las ciudades, para vivir en sus barrios m¨¢s marginales. Seg¨²n Leandro Velasco, representante de las ONG's espa?olas que apoyan iniciativas de desarrollo alternativo en Olmedo, una hect¨¢rea de manglar natural permit¨ªa vivir digna
-mente a 10 familias de la recolecci¨®n de pesca y moluscos, mientras que 100 hect¨¢reas de piscinas dan trabajo a cuatro personas. A¨²n m¨¢s, esta industria apenas sobrevivir¨¢ 10 a?os. En ese plazo, los manglares estar¨¢n agotados, y los langostinos tendr¨¢n que criarse en otros lugares.
Nuestro mundo est¨¢ lleno de historias como esta. Historias de industrias poderosas que, en su af¨¢n de capitalizar en el menor tiempo posible sus beneficios, destruyen mares, bosques, lagunas y reservas naturales, sumiendo en la pobreza a sus habitantes. ?A esto llamamos desarrollo? Hace unos d¨ªas Soledad Gallego D¨ªaz protestaba en uno de sus luminosos art¨ªculos sobre el predominio absoluto en el presente de lo que ella llamaba el pensamiento econ¨®mico. Gran parte de las intervenciones de periodistas, tertulianos y pol¨ªticos en los medios de comunicaci¨®n, tienen que ver con la econom¨ªa. Hace unos d¨ªas, el m¨¢ximo representante de uno de los grandes partidos pol¨ªticos de nuestro pa¨ªs declaraba sin ning¨²n empacho: "Menos ideolog¨ªa y m¨¢s econom¨ªa, eso es lo que necesitamos". Pero ?se puede vivir sin ideas? A¨²n m¨¢s, ?acaso la historia del dinero, de sus avatares y sus m¨²ltiples disfraces, es la ¨²nica historia que merece la pena contar? Es esto lo que nos dicen cada d¨ªa nuestros pol¨ªticos y comentaristas, sin embargo, hace solo unos a?os no era as¨ª y los hombres ten¨ªan otras historias que contarse acerca de sus deseos y sue?os, y dispon¨ªan de ideas y relatos que les permit¨ªan hacerlo.
La novelista nigeriana Chimanda Adichie ha escrito sobre el peligro de conocer una sola historia de lo que son las cosas. Los habitantes de las costas de Esmeraldas son pescadores artesanales, que llevan siglos viviendo con dignidad de su trabajo, y que mantienen con el manglar una relaci¨®n compleja y llena de belleza. La historia ¨²nica que los transforma en seres primitivos, incapaces de prosperar por s¨ª mismos y adaptarse al progreso, es un estereotipo que nada tienen que ver con lo que son. "Nos robaron el nombre, pero no los Manglares ni la Dignidad", dec¨ªan en un escrito hace unos a?os, refiri¨¦ndose a la empresa camaronera Puro Congo, SA, pues el congo es una madera noble, por lo que el nombre de esa empresa viene a significar parad¨®jicamente, "lo m¨¢s sagrado".
Chimanda Adichie dice que hay una palabra en su pa¨ªs, kali, que significa ser m¨¢s grande que el otro. Los defensores de este pensamiento econ¨®mico se sienten m¨¢s grandes y razonables que los pueblos que explotan impunemente por lo que no tienen problema alguno en disponer de sus tierras y vidas para contar la ¨²nica historia de lo que les obligan a ser, porque "el poder es la capacidad no solo de contar la historia del otro, sino de hacer que esa sea la definitiva". Nuestro mundo, escribi¨® Walter Benjamin, es rico en informaci¨®n pero pobre en historias memorables.
Las historias de estos pescadores ecuatorianos lo son. Hablan de los altos manglares, de las ballenas jorobadas, de los cangrejos azules y de los atardeceres poblados de garzas, pel¨ªcanos y fragatas, pero tambi¨¦n de sus deseos de bienestar. No necesitan que nadie les vaya a salvar. Quieren tener escuelas, atenci¨®n m¨¦dica y peque?as industrias donde manufacturar sus productos. Trabajo para sus j¨®venes, calles limpias, bibliotecas y fiestas alegres. En esos bosques est¨¢ su presente, su pasado y su futuro y no quieren que una industria insaciable termine por destruirlos y les obligue a abandonarlos. ?Llenar nuestros bares de raciones de langostinos baratos justifica una acci¨®n as¨ª? El manglar para ellos es sin¨®nimo de Vida. Es un bosque sagrado.
Los poetas persas llamaban flores celestes a los meteoritos y a las estrellas fugaces; y en la m¨ªstica china se hablaba a menudo de la flor de oro, que era el s¨ªmbolo de la realizaci¨®n absoluta. En Oriente, el ¨¢rbol del dulce roc¨ªo se confunde con el ¨¢rbol que canta en las leyendas y cuentos folkl¨®ricos. En la provincia de Esmeraldas ese ¨¢rbol eterno es el gran manglar. Si desaparece, con ¨¦l lo har¨¢n los sue?os, las leyendas y las canciones del pueblo que lo ha cuidado hasta hoy. En un mundo como el nuestro, en el que solo reinan las leyes del capitalismo m¨¢s feroz, es preciso luchar para que esas otras historias de los hombres se sigan escuchando en el mundo. Compartir algo, sentir al otro como un igual, comprender que ninguna vida cabe en una sola historia, ese es el ¨²nico para¨ªso a que podemos aspirar como seres humanos.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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