Ideas, m¨¢s ideas
Los mensajes cargados de emoci¨®n est¨¢n de moda, no hay duda, pero sabemos desde hace tiempo que su eficacia es muy dudosa. Si te llaman al tel¨¦fono y te preguntan si tu marido, tu hija o tu cu?ado tiene un coche de tal marca y de color gris met¨¢lico, ni lo pienses, te van a fastidiar el d¨ªa o hasta el a?o. Tr¨¢fico nos obsequia en esta ocasi¨®n con una campa?a del mensajero cenizo, despu¨¦s de otras repletas de sangre, con ruidos espeluznantes de cristales rotos o de ambulancias chillonas. A riesgo de recibir todo tipo de cr¨ªticas, me atrevo a opinar que estas campa?as tienen una m¨ªnima eficacia, cuando no provocan rechazo, pero su aut¨¦ntica finalidad es justificar las actuaciones de la instituci¨®n que as¨ª puede afirmar sin rubor alguno que si algo no est¨¢ prohibido, no hay problema, se prohibir¨¢.
Pero la emoci¨®n como argumento no es s¨®lo de Tr¨¢fico, se va extendiendo por todas partes. Seg¨²n parece, para oponerse al aborto el Consell repartir¨¢ im¨¢genes de fetos a las mujeres que decidan abortar, todav¨ªa no est¨¢ claro si ser¨¢n con emociones positivas de preciosos fetos germinando o negativas con desagradables actos quir¨²rgicos. Al principio, algunos gobiernos pretendieron derivar este problema hacia otras comunidades, una especie de deslocalizaci¨®n del aborto o del pecado, no lo s¨¦ exactamente, pero al final parece que se deciden por la moda, es decir, por el impacto emocional.
No pretendo en estos momentos criticar a Tr¨¢fico, al Consell, o a los que se oponen al aborto, cada uno a lo suyo. Ahora me preocupa m¨¢s que toda la argumentaci¨®n social se apoye en demostraciones emocionales. Hasta la lucha contra el tabaco se realiza mediante im¨¢genes del c¨¢ncer de pulm¨®n o el envejecimiento de la piel. Vivimos unas semanas en que todo se manifiesta mediante s¨ªmbolos afectivos, partidos de f¨²tbol, banderas catalanas, espa?olas, gritos desaforados y gestos desgarradores. Es el peligroso deporte de vivir de la emoci¨®n.
Existe una vieja actitud conservadora que cree firmemente que solo se puede controlar a las masas manipulando sus pasiones. Y eso no es cierto o, al menos, no es toda la verdad. La inteligencia colectiva siempre tuvo su papel y, a veces, de forma decisiva. Pero ahora la raz¨®n no est¨¢ de moda. Hubo un tiempo en que la generaci¨®n joven llevaba camisetas con una f¨®rmula de Einstein como defensa de la creatividad y la inteligencia. En estos momentos, para simbolizar el c¨¢lculo, el razonamiento, la predicci¨®n exacta, nos imaginamos a un fr¨ªo y resbaladizo molusco cefal¨®podo, el pulpo, rodeado de agua y decidiendo entre dos urnas su votaci¨®n definitiva.
No hay campa?a de tr¨¢fico, contra el aborto o contra el tabaco que se pueda montar a base del razonamiento de un pulpo. Entre el pulpo o la pasi¨®n no hay color, es evidente. Y, sin embargo, necesitamos ideas, m¨¢s ideas.
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