Victimismo
La reacci¨®n de las instituciones catalanas encabezadas por la presidencia de la Generalitat ante la sentencia del Tribunal Constitucional (TC), cuyos fundamentos jur¨ªdicos se conocieron en v¨ªsperas de la gran manifestaci¨®n del s¨¢bado, est¨¢ siendo desaforada y desmedida. Agresi¨®n, ofensa, etc., son ep¨ªtetos demasiado injustos y desde luego desproporcionados si se atribuyen a un dictamen que, mirado con imparcialidad, ha de calificarse como ecu¨¢nime. Seg¨²n se desprend¨ªa de las interesadas expectativas medi¨¢ticamente creadas, cab¨ªa temer una sentencia demoledora por lo inflexible, al estar doctrinariamente fundada en el fiat iustitia et pereat mundus (h¨¢gase justicia aunque el mundo se hunda). Y, sin embargo, no ha sido as¨ª.
Se cierra la falaz deriva confederal en que el PSC se embarc¨® empujado por los nacionalistas
Los magistrados del TC, evitando la tentaci¨®n de la soberbia narcisista, han pronunciado un fallo no tanto salom¨®nico como en realidad pragm¨¢tico, pues permite resolver con relativa facilidad el dif¨ªcil conflicto jur¨ªdico-pol¨ªtico al que nos hab¨ªa conducido la imprudente irresponsabilidad que demostr¨® Pasqual Maragall al pactar con ERC su primer Estatut: un artefacto confederal imposible de integrar en el r¨¦gimen com¨²n. Es verdad que, como se?al¨® Francesc de Carreras, el fallo del TC ha supuesto un "serio varapalo" al Estatut finalmente aprobado (La Vanguardia, 30/06/10). Pero si bien el dictamen cierra de una vez por todas la deriva confederal en que se hab¨ªa embarcado el Parlament, sin embargo, respeta en la pr¨¢ctica el gran escollo que planteaba la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica en catal¨¢n. Por lo que respecta al Poder Judicial aut¨®nomo, es verdad que proh¨ªbe su creaci¨®n unilateral por v¨ªa confederal, como pretend¨ªa el Estatut, pero abre la posibilidad de generarlo a partir de una Ley Org¨¢nica federal.
Entonces, ?a qu¨¦ viene tanto victimismo como el que manifiestan las instituciones catalanas movilizadas a rebato? ?C¨®mo osan representar esa histri¨®nica comparaci¨®n con la ca¨ªda en 1715 de Barcelona, si saben al menos desde Marx que la historia solo se repite como farsa? ?No se dan cuenta de que est¨¢n cayendo en el populismo v?lkisch (valga la redundancia) de designar al TC como un inveros¨ªmil enemigo exterior, banalizando as¨ª el principio de soberan¨ªa popular? ?Por qu¨¦ hablan de ruptura del pacto constitucional, fingiendo ignorar que el constitucionalismo exige supeditar la voluntad popular al imperio de la ley? En fin, ?c¨®mo explicar tan melodram¨¢tica sobreactuaci¨®n?
Existen varias explicaciones cuyo denominador com¨²n es atribuir el victimismo no a la fingida indignaci¨®n por la sentencia, que en realidad se acepta con alivio aunque se esgrima como coartada de pretexto, sino a segundas intenciones ocultas. En esta l¨ªnea, la interpretaci¨®n usual es entenderlo en clave electoral, como una subasta de populismo en la presunci¨®n de que los votantes desafectos o emprenyats se inclinar¨¢n por la candidatura m¨¢s victimista. Lo cual demuestra poca consideraci¨®n por la sensatez o lucidez del ciudadano catal¨¢n. Pero es una profec¨ªa que se cumple a s¨ª misma, pues si todas las candidaturas compiten en victimismo, los electores no tendr¨¢n margen de elecci¨®n. Otra variante de esta misma puja es atribuirla al com¨²n deseo de los partidos catalanes de tapar sus propias verg¨¹enzas (como los casos Palau y Pretoria que afectan a CiU y PSC), ocult¨¢ndolas bajo el manto farisaico de la dignidad ofendida que se escandaliza rasg¨¢ndose las vestiduras. Pero a¨²n hay otra explicaci¨®n todav¨ªa mejor.
La raz¨®n principal del actual victimismo de los partidos catalanes es el intento de eludir as¨ª su propia responsabilidad por haber generado un problema imposible de resolver. Como el ni?o que rompe un plato y luego dice "yo no he sido, ha sido aquel", tambi¨¦n los firmantes de la primera versi¨®n del Estatut (aprobada el 30/09/05 en el Parlament) se niegan hoy a reconocer sus propias culpas y prefieren descargarlas sobre la autoridad jurisdiccional encargada de corregir su error. ?Qu¨¦ culpas?: las de haber fabricado un Estatut aberrante, disfrazado bajo la falaz ambig¨¹edad de un presunto federalismo asim¨¦trico que solo pretend¨ªa dar gato confederal por liebre federal. Un Estatut que, como sostuve en otro lugar (Claves n? 172, mayo 2007), ven¨ªa a traicionar el esp¨ªritu federalizante del Estado de las autonom¨ªas.
De ah¨ª que semejante engendro haya precisado dos severos cepillados. El m¨¢s en¨¦rgico ya se lo imprimi¨® el Congreso, lo que fue aceptado por CiU y PSC pero rechazado por ERC. Y ahora el TC ha tenido que aplicar el mucho m¨¢s suave cepillado final, lo que dicen rechazar los otros dos firmantes del Estatut original. Pero no hay mal que por bien no venga, pues as¨ª se cierra de una vez por todas la falaz deriva confederal en que los socialistas catalanes se embarcaron empujados por los nacionalistas. Esperemos que aprendan de aquel error.
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