Para entender el f¨²tbol
La furia por la selecci¨®n espa?ola, que ahora ya no juega como la selecci¨®n de la furia sino como el equipo de los futbolistas tranquilos, ha dinamitado todas las audiencias en Espa?a y en el mundo y ha dado paso a un ejemplar seguimiento t¨¦cnico y period¨ªstico del Mundial de Sud¨¢frica. Ya nadie puede decir, y eso ocurre gracias a la televisi¨®n, que no ha visto un partido de f¨²tbol en su vida. Y ayer la tele la vio literalmente todo el mundo.
Dos inventos, la tele y el f¨²tbol, se han aliado para ofrecer la ilusi¨®n democr¨¢tica de participar juntos e instant¨¢neamente del mayor espect¨¢culo del mundo. Nunca como ahora la fiesta hab¨ªa sido tan completa, y jam¨¢s la televisi¨®n hab¨ªa servido (al menos en Espa?a) para transmitir de modo m¨¢s convincente la sensaci¨®n de esperanza y de triunfo a una sociedad que hasta anteayer padec¨ªa la crisis m¨¢s honda de su historia democr¨¢tica.
Nunca como ahora la fiesta ha sido tan completa: f¨²tbol y televisi¨®n unidos
No hay t¨®pico m¨¢s est¨²pido que ese lugar com¨²n que dicen algunos: "Yo no entiendo nada de f¨²tbol". Como si fuera un misterio. El f¨²tbol se ha ganado tantos adeptos en todo el mundo porque es f¨¢cil de entender. Si no fuera as¨ª, ni la televisi¨®n hubiera conseguido convertirlo en un fen¨®meno de masas. Anoche hab¨ªa ante las pantallas, en las casas y en las plazas, millones y millones de personas, acrecentadas por aquellos que no entienden de f¨²tbol, acerc¨¢ndose con pasi¨®n al que ya en los a?os treianta del siglo pasado, cuando comenzaron los mundiales, se llamaba "el mayor espect¨¢culo del mundo".
Y eso que a¨²n no hab¨ªa televisi¨®n. Puede decirse que si no hubiera existido la televisi¨®n, se hubiera inventado para el f¨²tbol. Y la televisi¨®n, por cierto, ese medio que ahora se ve hasta en los tel¨¦fonos, es testigo universal de que el f¨²tbol tiene una magia que ha hecho que cambie para siempre la concepci¨®n de lo que es un instante. Ahora la televisi¨®n lo hace instant¨¢neo todo; en todo el mundo al mismo tiempo se ha sabido c¨®mo ca¨ªan humillados los argentinos y los brasile?os; c¨®mo Espa?a pon¨ªa en pie las ilusiones de una generaci¨®n y c¨®mo los holandeses se revolv¨ªan contra su historia. Ha sido un Mundial tan democr¨¢tico y tan abierto que hasta un pulpo se ha hecho presente para convertirse en el personaje m¨¢s surrealista de la contienda.
Entre nosotros hubo muchas advertencias sobre las dificultades para ver este Mundial en forma, a pesar de los avances de la televisi¨®n. Los agoreros dec¨ªan que desde ?frica del Sur iba a ser muy complicado emitir como en el siglo XXII. Menos mal que exist¨ªan John Carlin y otros conocedores: todo ir¨¢ bien, dec¨ªan. Y fue cierto. La t¨¦cnica ha sido un lujo, no ha habido en las retransmisiones ni la m¨¢s m¨ªnima lesi¨®n a la magia de los instantes que exige el f¨²tbol.
En cuanto a lo que se ha dicho por los micr¨®fonos, es cierto que no es bueno hablar con la boca llena de banderas, y ha habido acaso demasiada bandera, una pasi¨®n tan ensordecedora como las vuvuzelas. Pero ha sido, en Espa?a, el Mundial de una ilusi¨®n que romp¨ªa los t¨ªmpanos, despu¨¦s de dos a?os de noticias terribles, as¨ª que los locutores quisieron gritar alto la cr¨®nica de un alivio que, despu¨¦s del partido con Suiza, parec¨ªa imposible de alcanzar.
Y un homenaje, que simboliza otros: Michael Robinson. Dec¨ªan que Juan Cueto le hab¨ªa advertido cuando le encarg¨® que comentara en Canal +: "Si aprendes bien espa?ol te echo". Sigue teniendo aquel acento de Manchester o de donde sea mezclado con el espa?ol de Pamplona, y sigue siendo el contrapunto sensato a lo que resulta evidente de las jugadas. Como aquel Mr. Chance que interpret¨® Peter Sellers, Robinson ha hecho de la met¨¢fora obvia su manera de decir al telespectador que, en efecto, el f¨²tbol no es sino un juego que todo el mundo puede disfrutar crey¨¦ndose, adem¨¢s, inteligente.
Ha sido el Mundial que ha puesto en evidencia la simpleza de algunos ¨¢rbitros, reticentes a rectificar los errores que ya hab¨ªan visto millones de televidentes en todo el mundo, y algunos en las grandes pantallas del propio terreno de juego. El Mundial de las vuvuzelas, que al principio corrigieron brutalmente el sonido de las retransmisiones, hasta que llegaron a formar parte de la orquesta del campeonato y ahora ya son insustituibles en la memoria: perturbara o no a los comentaristas, las vuvuzelas ahora son ya la banda sonora de las retransmisiones de este campeonato vibrante que acaba de terminar.
Gracias a la democratizaci¨®n que la imagen ha hecho del triunfo (y de la derrota), este ha sido el Mundial de todo el mundo, y de ¨¦l ha salido, una vez m¨¢s, reforzado este deporte extraordinario que es tan televisivo porque casi no hay que explicarlo.
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