Confianza en el anteojo
Confianza en el anteojo, escrib¨ªa el poeta peruano C¨¦sar Vallejo, no en el ojo. Confianza en lo accesorio, en lo fabricado, no en la naturaleza misma. Recuerdo estos versos al leer las noticias sobre la liberaci¨®n de presos pol¨ªticos en Cuba. Todos estamos felices porque liberan a 57, dejan presos a no s¨¦ cu¨¢ntos, y estos 57 con sus familias pasan de la c¨¢rcel al destierro, no a una vida normal, de ciudadanos libres. El asunto es que peor ser¨ªa la muerte de Guillermo Fari?as, el huelguista de hambre, y peor a¨²n la permanencia de los disidentes en las insalubres c¨¢rceles de la Isla. El ministro espa?ol Moratinos, el cardenal cubano Jaime Ortega y el comandante Ra¨²l Castro negociaron bien, con paciencia, sin pisar los callos de nadie, con buena voluntad, y obtuvieron un resultado importante y que da esperanzas de cambio. No es todo, pero no es poco.
La liberaci¨®n de presos cubanos no es todo, pero no es poco. Hay que celebrarlo y seguir exigiendo
El grupo femenino m¨¢s l¨²cido, m¨¢s valiente, ha sido el de las Damas de Blanco
Siempre, desde que suplant¨® en el Gobierno a su hermano Fidel, sent¨ª que exist¨ªa en Ra¨²l un deseo de algo diferente. Hizo cambios menores, cosm¨¦ticos, tales como permitir que los cubanos se alojaran en hoteles de la isla, fen¨®meno extraordinario, que reflejaba el extremo de represi¨®n y de arbitrariedad al que se hab¨ªa llegado, o dejar que tuvieran tel¨¦fonos celulares, pero no sabemos si trat¨® de verdad de implementar reformas ambiciosas y si estas fueron frenadas desde los c¨ªrculos del hermano mayor. Ya lo dije en la cr¨®nica pasada: el Hermano Mayor adquir¨ªa letras may¨²sculas, como el de la novela de anticipaci¨®n de George Orwell (y Salvador Allende, sin conocer estos asuntos perversamente literarios, declaraba en 1972 que la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la del est¨®lido Leonidas Brejnev, era nuestro Hermano Mayor).
Cuando fui presidente, hace ya 15 a?os, de la comisi¨®n de derechos humanos de la Unesco, luch¨¦ para conseguir que un m¨¦dico cubano encarcelado en muy malas condiciones pudiera salir, o para que pudiera conseguir, al menos, una disminuci¨®n de su pena. El delito que hab¨ªa cometido consist¨ªa en haber publicado en Londres un art¨ªculo que demostraba que la medicina de la Revoluci¨®n no era tan buena como la pintaban sus propagandistas. Pues bien, la comisi¨®n de la Unesco alcanz¨® un resultado: que le colocaran al preso una ca?er¨ªa de agua potable en su m¨ªnima celda unipersonal.
Las autoridades isle?as ofrecieron despu¨¦s liberarlo y expulsarlo de inmediato del pa¨ªs, pero el m¨¦dico preso, para sorpresa de todos, declar¨® que exig¨ªa seguir en libertad en el pa¨ªs, que era el suyo, al fin y al cabo, y que prefer¨ªa la c¨¢rcel al destierro.
En otras palabras, se ha conseguido algo, pero falta mucho, y tenemos que celebrar y a la vez seguir exigiendo. Habl¨¦ hace un par de d¨ªas en un foro uni-versitario de mi experiencia cubana, cosa que me piden con frecuencia y que a menudo me aburre y me deprime, y dije que a las tres o cuatro horas de estar en la Isla ya sab¨ªa que el modelo revolucionario castrista era un desastre para nosotros. Confes¨¦ que la experiencia me marc¨® para siempre y que siento una solidaridad muy especial con los disidentes y con el exilio cubano. He sido gran amigo de Cabrera Infante, de Heberto Padilla, de Carlos Franqui, de una larga lista de gente de calidad, de talento, calificada por Fidel de gusanos, para verg¨¹enza de Fidel, no de ellos, y que representa, curiosamente, lo mejor del paisaje intelectual y humano de la Isla. No solo eso: me veo a menudo con cubanos del interior, que salen con permiso, con libertad bajo palabra, y me hablan en voz baja, con lenguajes indirectos, de los hechos reales de su tierra. No puedo revelar mucho porque ellos podr¨ªan sufrir alg¨²n tipo de represalia, menor o mayor. Y el asunto, el nudo gordiano, sigue. Yoani S¨¢nchez, la bloguera, sostiene que los h¨¦roes de las ¨²ltimas jornadas han sido Orlando Zapata, el opositor fallecido, Guillermo Fari?as y las Damas de Blanco. Creo que en el mundo contempor¨¢neo, el grupo femenino mejor, m¨¢s l¨²cido, m¨¢s valiente, m¨¢s humano, ha sido el de las Damas de Blanco. Luchan con armas completamente pac¨ªficas por una causa justa. No s¨¦ si ya les han dado el Premio Nobel de la Paz. Si no se lo han dado, es una omisi¨®n inexcusable del jurado noruego. Los premios Nobel de todo tipo tienen indudables aciertos, pero tambi¨¦n podr¨ªan aspirar al premio de la obstinaci¨®n en el error. Recordemos que Henry Kissinger fue Nobel de la Paz y Jos¨¦ Echegaray de Literatura.
Si entro en el tema de Cuba, empieza a surgir en mi memoria una cosa detr¨¢s de la otra. Ahora veo a Fidel Castro, en la noche de mi llegada, inclinado sobre una mesa repleta de fotograf¨ªas suyas y dedicado a escoger una para publicarla en la primera p¨¢gina del Granma de la ma?ana siguiente. La elecci¨®n fue larga, dubitativa, y el comandante, de repente, se volvi¨® hacia donde yo estaba y exclam¨®: ?Esto no es culto de la personalidad! No s¨¦ si adivinaba mis pensamientos, pero, de cualquier modo, no era dif¨ªcil adivinarlos. Hay otra certeza evidente: quiz¨¢ no fuera culto de la personalidad, pero no era periodismo ni nada que se pareciera. Al d¨ªa siguiente, el Granma se distribuy¨® con cuatro o cinco horas de retraso. En lugar de salir en la ma?ana, sali¨® en la tarde. Desde luego, con la fotograf¨ªa del L¨ªder M¨¢ximo en la portada.
Escribo todo esto en un d¨ªa cargado de sucesos significativos, un d¨ªa para la memoria y para los nuevos tiempos. Guillermo Fari?as, despu¨¦s de comprobar la salida de prisi¨®n de un grupo de presos de conciencia, depone su huelga de hambre. Y las hijas del general Carlos Prats llegan a nuestros tribunales de justicia para notificarse de la sentencia definitiva reca¨ªda, cerca de cuatro d¨¦cadas m¨¢s tarde, en el proceso por homicidio de su padre. Cuba estaba bastante lejos de ser un Estado de derecho cuando aterric¨¦ en La Habana en la primera semana de diciembre de 1970. Chile iba a dejar de serlo en forma transitoria tres a?os m¨¢s tarde, pero ten¨ªa condiciones de fondo que le permitir¨ªan recuperar la democracia en forma pac¨ªfica. Son fen¨®menos que marcan a los pa¨ªses. La historia moderna de Cuba, desde antes de la aparici¨®n del castrismo, fue una desgracia arrastrada, intermitente. Y el remedio, con los hermanos Castro, ha sido hasta ahora peor que la enfermedad. Pero podemos alcanzar un estado de paciente y controlado optimismo. Eso significa que la situaci¨®n general de la regi¨®n podr¨ªa empezar a cambiar, y esto no ser¨ªa poca cosa. Uso formas verbales cautelosas, pero no rechazo nada: ni la confianza en el anteojo, ni la confianza en el ojo.
Jorge Edwards es escritor chileno.
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