Un arco iris inmenso
La figura de Ram¨®n Gaya (1910-2005) resulta admirable por la singularidad de su obra, pero tambi¨¦n por la perseverancia en unas posiciones de tan desafiante extemporaneidad, y por la consistencia con que las ha defendido, confiriendo a la maestr¨ªa de su pintura el peso de ofrecerse como una opci¨®n tan subjetiva como bien meditada. En esta impecable edici¨®n de su Obra completa, al cuidado de Nigel Dennis e Isabel Verdejo, encontramos los materiales necesarios para reflexionar sobre un caso ¨²nico de literatura art¨ªstica.
Viejo republicano, colaborador en las misiones pedag¨®gicas (copiaba y divulgaba los tesoros del Prado) y, durante la guerra, en las revistas antifascistas (Hora de Espa?a), exiliado en M¨¦xico e Italia por m¨¢s de veinte a?os, se dir¨ªa que sus contactos con el mundo del arte nuevo espa?ol no le movieron un ¨¢pice de sus convicciones sobre la esencia intemporal de la pintura verdadera: "Si el arte sucediese dentro de la historia, todo en ¨¦l suceder¨ªa sucesivamente"... Ahora bien, si el arte no sucede en la historia, entonces ?d¨®nde no sucede? Y ?qu¨¦ puede ser eso que se manifiesta como "una trascendencia que se queda, que no huye"? Habr¨ªa que recordar que, para Gaya, el arte no es una religi¨®n, pero s¨ª una fe. De hecho, afirma, solo el mal artista se pretende un "sacerdote"; el bueno se limita a ser "creyente", incluso hasta el absurdo, como propuso Kierkegaard.
Obra completa
Ram¨®n Gaya
Edici¨®n de Nigel Dennis e Isabel Verdejo
Pre-Textos / Sociedad Estatal
de Conmemoraciones Culturales
Valencia, 2010. 907 p¨¢ginas. 35 euros
Pensemos en estas frases de El sentimiento de la pintura (1945-1959): "El arte es realidad, carne viva", aunque no sea nunca "mundo". M¨¢s que obra "art¨ªstica" -bello artefacto-, el producto del artista ser¨ªa una suerte de "criatura", fruto del "genio creador" y no de una "idea". As¨ª, "el genio creador de los pintores venecianos fue sentir la presencia secreta, escondida, de la pintura, y dejar que esta apareciese, sin m¨¢s". Un "genio" (Tiziano) como "recompensa por su actitud pasiva, humilde, vasalla. Porque ser creador es eso: obedecer. Ser artista, por el contrario, es desobedecer; y de ah¨ª ese car¨¢cter de travesura que tiene casi todo el arte moderno, un arte especialmente art¨ªstico, artificial". Gaya se pone de parte del creador obediente y desde?a al artista desobediente. Y es que "el gran arte siempre se ha vencido a s¨ª mismo", puesto que no es el "arte", sino la "realidad" (la "criatura") aquello que ha de ser salvado. En este contexto reprocha a Leonardo su "pecado" de La Gioconda (un "mecanismo sin sangre" que "no tiene nacimiento, sino construcci¨®n").
Es en Vel¨¢zquez, p¨¢jaro solitario (1963-1968), donde Gaya despliega su pensamiento en los t¨¦rminos m¨¢s brillantes. Desinteresado por los "problemas t¨¦cnicos de la pintura", Vel¨¢zquez "no es un artista", sino "lo m¨¢s opuesto a un artista". De hecho, escribe, lo desconcertante en Vel¨¢zquez es "verle desaparecer, no ya detr¨¢s de su obra, sino con su obra, verle irse sin remedio hacia el enigma mismo de donde viniera, y, lo que es m¨¢s escandaloso, sin dejarnos apenas nada... corp¨®reo, material, tangible". Puesto que "todos hemos sentido que el cuadro de Las Meninas no existe, o mejor, que no est¨¢ en ninguna parte"...
Ideas tan dr¨¢sticas parecen imposibles sin una previa experiencia del radicalismo vanguardista. Desde luego, el antimodernismo de Gaya es estricto: apreciando a Van Gogh, desprecia a los impresionistas, ironiza sobre C¨¦zanne (ese "maestro de escuela de s¨ª mismo") o vitupera al "detestable" Manet (esos "cartelones vac¨ªos", "obras cumbres de la mixtificaci¨®n"). Para Gaya, la modernidad "...no importa". Con ello cuadran sus ideas sobre la vanguardia, cuerpo de "infanter¨ªa
est¨²pidamente heroica", "inmenso cat¨¢logo de ocurrencias", ingeniosidades "funestas", "extravagantes" donde solo cuenta el "simple talento". Mir¨®, Pollock, Rothko, T¨¤pies: obra "vac¨ªa y gratuita".
De los residuos de ese gran "cansancio", solo se salva el cubismo. Picasso, estandarte del milagro espa?ol, ser¨ªa el "¨²nico animal antiguo" en "ese bache imb¨¦cil de la modernidad". Gaya no estima su "pintura", sino la manera en que procede a su "interrupci¨®n". Pues Picasso no ser¨ªa un pintor, sino un "manipulador"; y, sobre todo, un "genio". No un artista "art¨ªstico", sino un obediente "creador": tal es su "trist¨ªsimo y hermoso destino. En cada nuevo cuadro parece sucumbir una vez m¨¢s, humillarse; y su obra parece entonces un sacrificio perpetuo, ya que ese cuadro pudo muy bien haber sido pintura, es m¨¢s, est¨¢ a punto de serlo, pero Picasso sabe que su pintura necesita morir, no ser pintura... en nombre de Ella misma"...
En este punto ya es dif¨ªcil saber a qu¨¦ atenerse. A?adamos lo que pensaba Gaya de la cr¨ªtica: que toda ella es falsa en virtud de su mero "emplazamiento", de su actitud de confrontaci¨®n con la obra, en busca de iluminarla. El cr¨ªtico "entiende de una cosa que no comprende", ignorando que "la criatura del arte debe ser comprendida en su oscuridad". As¨ª, m¨¢s all¨¢ de toda cr¨ªtica (o m¨¢s ac¨¢), el arte deviene realidad inaparente, casi imposible. Su impulso, escrib¨ªa en 1996, "ha ca¨ªdo en un comp¨¢s de espera... necesario y descomunal". Con todo, "un buen d¨ªa aparecer¨¢ en el aire una especie de arco iris inmenso" y volver¨¢n a florecer las artes "verdaderas, limpias, desnudas, sin colgajos adheridos, sin ingeniosidades pegadas"... ?Ser¨¢ entonces cuando vuelva a resplandecer Carpaccio, con sus enigm¨¢ticas Cortesanas? Entretanto, Gaya segu¨ªa pintando.

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