"La fama se la regalo a quien guste"
Desde que ?scar Llop (Barcelona, 1973) se fue a hacer la compra junto a cuatro amigos con los que estaba de vacaciones en Francia hasta que el grupo lleg¨® a Barcelona envuelto en una nube de flashes pasaron 72 horas en las que este bombero catal¨¢n y sus compa?eros vivieron un calvario provocado por una grave equivocaci¨®n de la polic¨ªa francesa. La cotidiana escena de las compras apareci¨® en un v¨ªdeo difundido el 19 de marzo por los ministerios del Interior de Francia y Espa?a como la imagen de los cinco etarras que presuntamente hab¨ªan asesinado horas antes a un polic¨ªa franc¨¦s. "Me llam¨® un amigo y me dijo: 'En el YouTube aparec¨¦is como terroristas", recuerda Llop. No se lo pod¨ªan creer los amigos, que junto a otros cinco bomberos disfrutaban de unas jornadas de monta?ismo en Melun, a 60 kil¨®metros de Par¨ªs. Fueron catalogados como etarras y su cara hab¨ªa dado la vuelta al mundo porque un polic¨ªa jubilado sospech¨® de su catal¨¢n y su ropa de monta?ista. Un atuendo que siguen vistiendo ¨¦l y sus amigos, con los que se re¨²ne a menudo.
"Est¨¢bamos cabreados, y cada vez que lo pienso a¨²n me cabreo"
Una nota de la Generalitat, horas despu¨¦s, aclar¨® el embrollo, pero los cinco amigos no se ahorraron la pesadilla: pasaron 11 horas de tensi¨®n, sentados en una mesa con las manos visibles, "esperando que en cualquier momento reventaran la puerta", se sometieron a un interrogatorio de la polic¨ªa francesa que dur¨® tres horas y, como colof¨®n, fueron el objetivo de las c¨¢maras durante d¨ªas.
Llop apareci¨® como cara visible y hoy habla en representaci¨®n de sus compa?eros, ya calmado, disfrutando de su vida como bombero an¨®nimo en Ripoll (Barcelona). T¨ªmido y de pocas palabras, asegura: "Vivo mejor en el anonimato. A qui¨¦n le guste la fama, se la regalo".
Fueron los protagonistas, muy a su pesar, aunque Llop recuerda con una sonrisa el momento en el que, ya terminada la aventura, se abrieron las puertas del aeropuerto de El Prat y ante sus ojos se apostaron una cincuentena de periodistas, entre c¨¢maras y micr¨®fonos, peleando por su espacio y por una declaraci¨®n que dur¨® 15 segundos.
"Est¨¢bamos cabreados, y cada vez que lo pienso a¨²n me cabreo", confiesa. Los amigos buscan ahora una rectificaci¨®n oficial y saber qu¨¦ pas¨®: "Pusieron mi vida y la de mis compa?eros en peligro. Y, adem¨¢s, se difundi¨® la noticia sin comprobar identidades y sin respetar nuestros derechos fundamentales a la imagen, al honor y a la intimidad. Pusieron nuestra vida en manos de cualquier pistolera. La misma polic¨ªa francesa nos reconoc¨ªa que, al m¨ªnimo paso en falso, hubieran ido a por todas", denuncia Llop, quejoso con la actitud del Gobierno espa?ol: "Reaccionaron tarde y mal, despu¨¦s de cometer ese inadmisible error". Los bomberos solo fueron atendidos por personal de la Generalitat en Par¨ªs. Recibieron t¨ªmidas disculpas, por tel¨¦fono, de algunos pol¨ªticos, pero no una rectificaci¨®n oficial, que es lo que buscar¨¢n ahora, por v¨ªa judicial, los cinco bomberos. "Deber¨ªan ir con pies de plomo, no se puede colgar un v¨ªdeo as¨ª como as¨ª", opina Llop, que tiene palabras tambi¨¦n para los medios de comunicaci¨®n: "Algunos dijeron barbaridades solo para tener un titular diferente". Poco amigo de la prensa, Llop mantiene su vida ajena a los medios: "No tengo televisi¨®n, tampoco leo peri¨®dicos", cuenta el bombero.
Atr¨¢s quedan aquellos momentos que hicieron famosos a Llop y sus compa?eros. "Nos reconoc¨ªan en Barcelona. La gente nos dec¨ªa: '?Oye, vosotros sois los etarras?'. Y nosotros, 's¨ª, los que hemos salido en la tele'. Recib¨ª llamadas y correos de mucha gente que hac¨ªa tiempo que no ve¨ªa. Ten¨ªan curiosidad, quer¨ªan saber qu¨¦ hab¨ªa pasado". Pero la fama se pas¨® r¨¢pido, y en dos semanas su m¨®vil, y su vida, volvi¨® a la normalidad, tal como deseaban los cinco amigos. Incluso ha vuelto a Francia, sin problemas y pasando la frontera como un ciudadano m¨¢s.
Llop solo espera que su titular -hoy guarda los peri¨®dicos de recuerdo- se convierta, de aqu¨ª a un tiempo, en una divertida an¨¦cdota para contar a su hijo. Con solo unos meses, el beb¨¦ no sabe que su padre, un d¨ªa, fue confundido con un etarra.
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