La diosa de los buenos libros
Escritores hispanoamericanos rememoran en Zacatecas la apelaci¨®n de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez sobre la ortograf¨ªa y se entregan a la adoraci¨®n de la sintaxis
Trece a?os y cinco meses despu¨¦s de que el Nobel Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez desafiara ante un pelot¨®n de gram¨¢ticos las zonas "rupestres" de nuestra ortograf¨ªa, un grupo de escritores m¨¢s j¨®venes que ¨¦l reivindicaron aqu¨ª, en el mismo sitio donde Gabo lanz¨® su estallido, la salud de la otra parte de la ecuaci¨®n, la sintaxis. A la sintaxis, dicen, no hay quien la tumbe.
Garc¨ªa M¨¢rquez rompi¨® el hielo de los gram¨¢ticos, congregados en el Primer Congreso de las Academias de la Lengua celebrado en Zacatecas en abril de 1997, convoc¨¢ndolos a acabar con ciertas haches y con ciertas bes y ciertas uves, y los coloc¨® ante la disyuntiva de despojar al idioma de sus cors¨¦s para simplificar la gram¨¢tica. Tuvo el cuidado el autor de Cien a?os de soledad de no tocar la sintaxis, aunque la roz¨®.
Restrepo: "?Qu¨¦ ser¨ªa de 'anhelo' sin ese brinco del alma que es la hache!"
Cercas: "Caben todas las libertades pero, si no hay sintaxis, no hay sentido"
En el Festival Hay que se celebra por primera vez en Zacatecas, preguntamos a un grupo de creadores de la lengua espa?ola por la salud de la sintaxis. "Potente", dijeron. Lo de Gabo ahora se toma, dice Juan Villoro, como una provocaci¨®n que le hizo bien a la lengua. En realidad, dice el escritor mexicano, de vez en cuando al lenguaje hay que quitarle polilla, y eso logr¨®. En aquel momento, como recuerda Sergio Ram¨ªrez, el autor nicarag¨¹ense, fue ?lex Grijelmo, entonces responsable del Libro de Estilo de EL PA?S y ahora presidente de Efe, quien le demostr¨® con hechos ortogr¨¢ficos a Gabo que su proposici¨®n se volver¨ªa como un bumer¨¢n contra su propio buque insignia: nadie entender¨ªa las veinte primeras l¨ªneas de Cien a?os de soledad si se la sometiera el rigor divertido de sus leyes.
Y es que t¨² puedes tocar la ortograf¨ªa y volver loco al mundo, como sugiere H¨¦ctor Abad Faciolince, "porque la psicolog¨ªa de leer y de escribir ya es centenaria, no se puede interrumpir". Y con la sintaxis es a¨²n m¨¢s dif¨ªcil jugar. Est¨¢ ah¨ª, es una convenci¨®n llena de sentido. Es el sentido. Cuando H¨¦ctor era un chico de escuela en Medell¨ªn, su ciudad en Colombia, le descubri¨® un maestro que la sintaxis responde a las leyes del sem¨¢foro. Si t¨² pones primero el ¨¢mbar que el verde fastidias la ecuaci¨®n, creas un desorden mundial terrible. Y la sintaxis es un orden, mental e incluso sentimental, incrustado ya en los ¨®rganos de la memoria de la lengua. T¨² puedes decir de cualquier manera la expresi¨®n "yo tengo mucha sed", porque la sintaxis no pone en ning¨²n momento el sem¨¢foro en rojo. La ¨²nica condici¨®n es la que recuerda Grijelmo que le dec¨ªa Walter Matthau a Jack Lemon en la versi¨®n espa?ola de Primera Plana: "Haz lo que quieras, pero no acabes nunca con una preposici¨®n".
La tentaci¨®n de revolucionar la ortograf¨ªa la tuvo Garc¨ªa M¨¢rquez en este mismo espacio, ante un grupo tan heterog¨¦neo de hispanohablantes como los que ahora pueblan Zacatecas, atra¨ªdos por el Hay Festival. Al lado de donde se re¨²nen estos creadores de la lengua, unos carteles enormes en los que se le reclama al Gobierno que desenmascare a "los acecinos" de unos compa?eros mineros. (Por cierto, aqu¨ª hay gente que sabe mucho de la narraci¨®n de una sintaxis brutal, la de la violencia que marca la vida de este pa¨ªs. Por ejemplo, Yuri Herrera. Mordzinski lo retrat¨® ayer, como un nuevo s¨ªmbolo de esa literatura que retrata ese mundo sin piedad). No es ning¨²n disparate, dec¨ªa Villoro: el espa?ol peninsular tiene conciencia de la s, pero el espa?ol de otras partes no tiene tanta reverencia por esas letras que se dicen de una manera o de otra fuera de los l¨ªmites de ese castellano recio. As¨ª que acecino se dice asesino y santas pascuas.
As¨ª que la ortograf¨ªa puede recibir embates como aquellos, y pueden ser tomados como bromas o como sortilegios, pero estos escritores que est¨¢n ahora en Zacatecas sac¨¢ndole lustre a sus relaciones internacionales no consienten que se les toque la sintaxis. La cubana Wendy Guerra refiri¨® una frase de un campe¨®n mundial de boxeo de su pa¨ªs referida a la t¨¦cnica: "La t¨¦cnica es la t¨¦cnica y si no hay t¨¦cnica no puede haber t¨¦cnica". Pues con la sintaxis pasa la mismo. Pueden venir las apisonadoras de las nuevas tecnolog¨ªas, y puede haber todas las libertades que los escritores quieran usar para ensanchar la lengua, como dice el espa?ol Javier Cercas, pero si no hay sintaxis (y esto lo recalca Cercas) "no hay sentido".
Es un momento bueno de la lengua, porque lo m¨¢s imperioso, lo que viene de Internet, no s¨®lo se est¨¢ integrando en el sistema sint¨¢ctico sino que est¨¢ ensanchando el idioma. Dice el chileno Alberto Fuguet que a Gabo habr¨ªa que recordarle hoy que la hache es fundamental, como cualquier letra que parece perdida, pero es que si se mira bien lo que le est¨¢ pasando al abecedario es que letras antes irrisorias, como la k, est¨¢n sirviendo para que los chicos (y los que no lo son) digan cuanto antes que se kieren o que se est¨¢n preguntando por k. "Kerida e?e", aventura el mexicano Elmer Mendoza para resumir su amor por esa letra que sobrevive, "y que sea para siempre, la kiero tanto, y pon k".
La sintaxis est¨¢ bien, de lo mejor, como dicen muchos latinoamericanos para expresar bienestar. La sintaxis est¨¢ de lo mejor. Dec¨ªa Laura Restrepo, la novelista colombiana, que estuvo en un encuentro de j¨®venes (aqu¨ª, en el Hay) con su hijo Pedro Saboulard y la esposa de ¨¦ste, Fulvia Serra; hablaban de autores virtuales y avatares, "y yo me sent¨ªa un dinosaurio". Pero todo eso, dec¨ªa tambi¨¦n la madre de Pedro, se asimilar¨¢ a la lengua, y la sintaxis es suficientemente fuerte como para salir de eso a¨²n m¨¢s saludable, porque estar¨¢ mejor alimentada.
Ah, y le dec¨ªa a Gabo: "C¨®mo vamos a quitar la hache. ?En qu¨¦ se quedar¨ªa anhelo, sin ese brinco del alma que es la hache". Le dijo un d¨ªa un viejo en una hacienda, cuando ella expres¨® su admiraci¨®n por un eucalipto. "Ocal, se?ora. Se llaman ocalitos cuando son chiquitos". As¨ª es la cosa, as¨ª se oye la lengua, y no hay problema.
Elmer Mendoza, mexicano que vive en la frontera de arriba, es consciente de que la sintaxis acepta las variantes que el idioma se ha ido dando, como una forma m¨¢s de la libertad que convierte en arte la literatura. Antonio Sk¨¢rmeta, el chileno que "rescat¨®" la correspondencia amorosa de Neruda -y que est¨¢ aqu¨ª, presentando con Fernando Trueba la pel¨ªcula que este hizo a partir de su novela El baile de la victoria-, se halla "a mis anchas con la sintaxis". Los nuevos medios no la erosionan, qu¨¦ va, "la convierten en una herramienta deliciosa para un escritor. Verla como una camisa de fuerza responde a una actitud holgazana. ?Y hazme el favor de no poner holgazana sin hache!".
Gabo lo dijo, despu¨¦s del abrumador toque de corneta que hizo en Zacatecas: "La ra¨ªz de esta falsa pol¨¦mica es que somos los escritores, y no los gram¨¢ticos y ling¨¹istas, quienes tenemos el oficio feliz de enfrentarnos y embarrarnos con el lenguaje todos los d¨ªas de nuestras vidas. Somos los que sufrimos con sus camisas de fuerza y cinturones de castidad. A veces nos asfixiamos, y nos salimos por la tangente con algo que parece arbitrario, o apelamos a la sabidur¨ªa callejera".
Aqu¨ª lo dijo Sergio Ram¨ªrez: "Si ponemos el o¨ªdo en la calle o en el lenguaje de las redes sociales nos sale una sintaxis perfecta". Y en eso est¨¢n aqu¨ª, en Zacatecas, adorando a la sintaxis, la diosa de los buenos libros.
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