Por qu¨¦ a los espa?oles se nos da mal el ingl¨¦s
No son los genes. Nuestro n¨²mero limitado de sonidos voc¨¢licos, el doblaje en cine y televisi¨®n y la incorporaci¨®n reciente a nuestra ense?anza de la lengua de Shakespeare explican que andemos lejos de n¨®rdicos y portugueses
Como cada a?o, miles de espa?oles aprovechan el verano para someterse a cursos intensivos y/o realizar estancias en el extranjero con el objetivo de aprender ingl¨¦s. Resulta l¨®gico: el ingl¨¦s es hoy incuestionablemente la lengua de comunicaci¨®n internacional. Se supone que cualquier persona con una cultura media la conoce, igual que conoce el correo electr¨®nico o Internet. Y es muy llamativo que el n¨²mero de hablantes de ingl¨¦s como segunda lengua sea ya superior al de los que la tienen como lengua materna. A mitad del siglo XX, el 9% de los habitantes del planeta ten¨ªan como lengua materna el ingl¨¦s, un porcentaje que, seg¨²n las estimaciones, se reducir¨¢ al 5% en 2050. Sin embargo, mientras que hacia 1950 unos 250 millones de personas hablaban ingl¨¦s como segunda lengua, para el a?o 2050 esta cantidad se habr¨¢ multiplicado por cinco, hasta alcanzar los 1.250 millones de personas; un dato muy revelador de la evoluci¨®n del ingl¨¦s en todo el mundo.
El ingl¨¦s pierde peso en el mundo como primera lengua, pero crece y se consagra como segunda
En otros pa¨ªses, los ni?os y adolescentes enchufan la tele y escuchan en ingl¨¦s sus programas favoritos
Que el ingl¨¦s sea la lengua dominante en los territorios que fueron parte de su poderoso imperio colonial no puede sorprendernos, pues as¨ª ha ocurrido con otras lenguas en el pasado (el griego, el lat¨ªn o nuestra propia lengua espa?ola). Pero que, adem¨¢s, se haya convertido en un idioma utilizado com¨²nmente en ciertos pa¨ªses europeos, como los n¨®rdicos, en los que Reino Unido nunca ha ejercido ning¨²n poder pol¨ªtico, resulta ya m¨¢s sorprendente. Cada d¨ªa son m¨¢s los centros de ense?anza superior, dentro y fuera de Europa, que emplean el ingl¨¦s, especialmente para sus estudios de posgrado. Llama la atenci¨®n que prestigiosas universidades del ¨¢mbito germ¨¢nico, o de Europa oriental, hayan renunciado al alem¨¢n -lengua de la ciencia y de la filosof¨ªa desde el siglo XIX- para plegarse a la dominaci¨®n del ingl¨¦s, de modo que la docencia en muchos de esos estudios se imparte en ese idioma.
En Espa?a est¨¢ empezando a ocurrir lo mismo, al menos en unas pocas universidades, pero la sensaci¨®n generalizada que tienen los espa?oles es de no estar a la altura de otros europeos, universitarios o no, e incluso de ciertas ¨¦lites culturales latinoamericanas. ?Por qu¨¦ nos cuesta tanto hablar ingl¨¦s? ?Es que hay entre los espa?oles alg¨²n gen reacio a esa lengua? Naturalmente, la respuesta ha de ser negativa. No hay nada org¨¢nico, ni ¨¦tnico, en el hecho de que el porcentaje de espa?oles capaz de comunicarse fluidamente en ingl¨¦s sea muy inferior al de la poblaci¨®n n¨®rdica, la germ¨¢nica o incluso la de algunos pa¨ªses eslavos. Los motivos son de tipo cultural, educativo y, evidentemente, tambi¨¦n ling¨¹¨ªsticos.
Comencemos por estos ¨²ltimos. El espa?ol, y nuestras otras lenguas rom¨¢nicas (a las que habr¨ªa que a?adir tambi¨¦n el vasco), no pertenecen a la familia ling¨¹¨ªstica del ingl¨¦s, que es el grupo de lenguas germ¨¢nicas. Es obvio que resulta mucho m¨¢s f¨¢cil para un espa?ol aprender gallego, catal¨¢n, italiano o franc¨¦s que sueco, alem¨¢n, o ingl¨¦s. La gram¨¢tica y, sobre todo, el vocabulario suelen ser muy parecidos entre las lenguas de una misma familia.
Pero esta explicaci¨®n nos vale solo en parte. ?Por qu¨¦ nuestros vecinos portugueses hablan mejor ingl¨¦s que los espa?oles? Uno de los motivos es de ¨ªndole ling¨¹¨ªstica, y tiene que ver con los diferentes sistemas voc¨¢licos del castellano y del portugu¨¦s, lo que explica tambi¨¦n que, trat¨¢ndose de dos lenguas cercanas (y mutuamente inteligibles en su expresi¨®n escrita), ofrezcan tantas dificultades para su mutua comprensi¨®n oral, al menos para los hispanohablantes.
Los diferentes sonidos voc¨¢licos del portugu¨¦s suponen una barrera inicial para los hablantes de espa?ol, que armados con nuestro sencillo sistema de cinco vocales, nos sorprendemos ante la diversidad lusa. Por eso, la dificultad que experimentamos los hispanohablantes cuando nos enfrentamos al aprendizaje del sistema de 12 vocales del ingl¨¦s es superada con facilidad por los portugueses. Si uno est¨¢ acostumbrado a que en su lengua materna una "a" no siempre suena igual, poco le costar¨¢ adaptar el o¨ªdo (y la pronunciaci¨®n) a un sistema que, aunque distinto, se basa en la diferenciaci¨®n no entre cinco sino entre m¨¢s del doble de vocales. En cambio, los espa?oles luchamos denodadamente durante d¨¦cadas por distinguir entre ship y sheep, entre latter y letter, entre cut, cot y caught, etc¨¦tera.
Otra explicaci¨®n se halla en el entorno socio-cultural en el que nos movemos, y sobre todo, en los medios audiovisuales que nos rodean. Es un hecho demostrado que una lengua se aprende m¨¢s f¨¢cilmente si existe un entorno propicio en el que los sujetos est¨¢n "expuestos" a la lengua en una gama variada y m¨²ltiple de circunstancias. No basta con las horas que dediquemos a aprender el idioma en el aula. ?Acaso los estudiantes espa?oles no dedican, en las fases obligatorias de la ense?anza, un elevado n¨²mero de a?os, a raz¨®n de un promedio de tres horas semanales, a estudiar ingl¨¦s? ?C¨®mo es posible que, despu¨¦s de tantas horas dedicadas al estudio, muchos de nuestros j¨®venes sean incapaces de entender y de comunicarse en este idioma en situaciones de la vida cotidiana? Pues bien, el hecho importante es que, salvo en casos excepcionales o muy restringidos, la mayor¨ªa de nuestra poblaci¨®n no est¨¢ sometida al ingl¨¦s hablado en casi ninguna circunstancia. Cuando el estudiante sale del aula, acaba su exposici¨®n oral al idioma. No lo escucha en la radio, ni en la televisi¨®n, ni en el cine.
Y no es que la cultura audiovisual norteamericana no nos haya "invadido" en medida similar a nuestro vecino Portugal o al resto del continente europeo. Pero ocurre que en otros pa¨ªses no se doblan las series de televisi¨®n norteamericanas y las pel¨ªculas se exhiben en los cines en versi¨®n original con subt¨ªtulos. En Espa?a, sin embargo, el franquismo impuso el doblaje a todos los productos audiovisuales for¨¢neos, lo que facilitaba la censura y permit¨ªa la "hispanizaci¨®n" y uniformidad ling¨¹¨ªstica de las voces y los acentos extranjeros. Los estudiantes polacos o suecos, portugueses u holandeses, est¨¢n acostumbrados, desde su m¨¢s temprana edad, a la exposici¨®n oral al ingl¨¦s. Acaban su jornada escolar y, al conectar en casa sus televisores para ver sus dibujos animados o sus series favoritas, buena parte de ese material les llega en ingl¨¦s. As¨ª, casi sin darse cuenta, siguen aprendiendo fuera del aula, y para ellos el ingl¨¦s ya no es una asignatura m¨¢s del curr¨ªculum, sino que forma parte de su entorno vital extra-escolar. Para utilizar una terminolog¨ªa en boga, podr¨ªamos decir que el ingl¨¦s se convierte as¨ª en materia "transversal", que se aprende mientras se est¨¢ haciendo otra cosa.
El entorno educativo es tambi¨¦n esencial para el aprendizaje de una lengua extranjera; y es cierto que el acceso de los espa?oles al ingl¨¦s data de menos de medio siglo, pues hasta los a?os setenta del siglo XX su implantaci¨®n en nuestros centros escolares era muy reducida. No era tan f¨¢cil, en los a?os sesenta, encontrar institutos de ense?anza media donde se ense?ara ingl¨¦s. Si no ten¨ªamos hasta hace poco suficientes profesores bien preparados para ense?ar esta lengua; si no empez¨¢bamos a ense?ar ingl¨¦s a los ni?os hasta despu¨¦s de los 10 a?os, ?c¨®mo podemos esperar igualar el nivel de competencia ling¨¹¨ªstica de otros pa¨ªses europeos?
Hoy, por fortuna, los programas de ense?anza biling¨¹e en las escuelas de Infantil y Primaria, y su extensi¨®n a la Ense?anza Secundaria, hacen concebir esperanzas de que dentro de unos a?os la capacitaci¨®n de nuestros adolescentes sea bien distinta de la actual. Pero, al mismo tiempo, hay que mejorar tambi¨¦n los niveles de exposici¨®n social y cultural al ingl¨¦s en los medios de comunicaci¨®n, y fomentar la gradual internacionalizaci¨®n de nuestras universidades, internacionalizaci¨®n que implica inexorablemente la mayor presencia del ingl¨¦s y, por ende, la mejora en nuestra capacidad de entender y hacernos entender en este idioma.
Fernando Galv¨¢n es catedr¨¢tico de Filolog¨ªa Inglesa y rector de la Universidad de Alcal¨¢.
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