A la gente le gusta la gente
La masa convocada por el Mundial evidencia que la especie humana es la m¨¢s gregaria de cuantas existen - ?Ocupa la multitud el vac¨ªo pol¨ªtico?
Una y otra vez, cuando se registran manifestaciones multitudinarias como la que se ha vivido con el triunfo de la selecci¨®n espa?ola, el mismo manifestante se pregunta qu¨¦ fuerza impulsa y logra el superfen¨®meno del descomunal gent¨ªo. Quinientos mil, mill¨®n y medio, dos millones. Lo importante no es tanto su medida exacta como su superaci¨®n de lo previsible, que convierte lo humano en una r¨¦plica de los fen¨®menos naturales, incontrolables y emancipados de la raz¨®n.
Por un lado, si la escala de la manifestaci¨®n alcanzara cifras razonables ser¨ªa innecesario recurrir a c¨¢balas para explicar su pl¨¦tora. Pero, por otro, la experiencia de conciertos y fiestas raves, las cifras de asistencia a los estadios, hacen saber que lo que m¨¢s interesa a la gente es estar con la gente, pertenecer a su abundancia e incluso jugar con el espect¨¢culo, creado justamente, de ser asombrosamente muchos. De esa masa innumerable se deriva la noticia en primera y cada cual, componiendo esa formaci¨®n, recibe su diploma de participaci¨®n en el suceso extraordinario.
Las concentraciones gigantescas son tan ef¨ªmeras como las estrellas fugaces
Con el ¨¦xito de las redes sociales ?c¨®mo dudar del poder de la muchedumbre?
Las grandes colas gozan de solemnidad, incluso las visitas al museo
La simpat¨ªa nos acerca; la empat¨ªa nos une. Por eso es un factor decisivo
Los expertos creen que nada nos hace tan felices como la comunicaci¨®n
El 'factor emocional' centra desde hace 20 a?os las campa?as de 'marketing'
Antes de la crisis, nuestra ¨¦poca era materialista. Ahora es "rom¨¢ntica"
?El f¨²tbol es una subcultura? Nadie puede decirlo sin parecer trasnochado
El ¨¦xito, tanto de los programas del coraz¨®n como de las historias "con inter¨¦s humano" dan idea de que la gente es tema estrella de la gente. Ni los restaurantes importantes lo ser¨ªan sin mucha clientela ni los musicales ganar¨ªan atracci¨®n sin colas.
Hay convocatorias ecologistas, partidistas, antiabortistas, festivas o de funeral. Siempre atraen m¨¢s las que contienen un argumento con personajes que con ideolog¨ªas. Pero ya todas las citas suelen ser hechos en los que se hallan implicadas las personas o los equipos de personas.
A despecho de que la actual sociedad haya sido designada como individualista o superindividualista, nada ha variado en lo esencial y menos en el estilo del mundo de los ¨²ltimos a?os. Desde los tiempos en que no hab¨ªa radio o cine o televisi¨®n y los paisanos se distra¨ªan mirando pasar a los vecinos, la existencia es amena, posee misterio, inter¨¦s y sentido gracias a la contemplaci¨®n, la conversaci¨®n y el recreo basado en la existencia de los dem¨¢s.
Ninguna otra especie es m¨¢s afectiva y gregaria ni m¨¢s necesitada de cooperaci¨®n, solidaridad e interacci¨®n positiva. Por fragmentos o a granel, la mira, se husmea, se enracima, se acumula, se reclama y reconoce en la especulaci¨®n con los dem¨¢s. Y ahora, con el multimillonario ¨¦xito de las redes sociales, ?c¨®mo dudar del potente fen¨®meno de la muchedumbre creando un nuevo saber y otro sabor de las costumbres?
?Asombrosas manifestaciones con motivo del Mundial, del desastre del Prestige, de la muerte de Lady Di, del asesinato de Miguel ?ngel Blanco, del fallecimiento de Juan Pablo II o del 11-M?
El modo en que la gente se expresa m¨¢s viva y gloriosamente es a trav¨¦s de la multitud. Una multitud sin n¨²mero porque la manifestaci¨®n solo llega a triunfar de verdad cuando las cifras que sumar¨ªan los concurrentes se hace una cuenta incalculable. De este modo la cantidad se convierte en cualidad y la voz -de dolor, de alegr¨ªa, de protesta- se agranda ensordecedoramente. ?Tendr¨¢ efecto este movimiento popular? No es seguro. No es seguro todav¨ªa, porque los movimientos sociales desde el feminismo al ecologismo, los derechos de los animales o los derechos de los ancianos, crean fuerzas que van ocupando el lugar de los desacreditados (y corruptos) partidos pol¨ªticos.
Estas seudorganizaciones se comportan como espasmos de presi¨®n, accionan como garantes de la dignidad y, sobre todo, en cuanto "movimientos", en parte espont¨¢neos y en todo heterog¨¦neos, son tan ef¨ªmeros como las estrellas fugaces y a¨²n no se conoce en qu¨¦ medida est¨¢n fundando un nuevo mundo de acci¨®n o participaci¨®n pol¨ªtica.
En la psicolog¨ªa, como en cualquier otra disciplina, las distintas escuelas pugnan por el predominio de su particular interpretaci¨®n de lo real. Sin embargo, hay una ecuaci¨®n, dentro de la psicolog¨ªa, sobre la que casi todos los profesionales se confiesan de acuerdo. La ecuaci¨®n se refiere a la "f¨®rmula" que incrementar¨ªa la felicidad social y su postulado tiene dos partes. La primera es que son m¨¢s felices aquellos pa¨ªses o regiones donde las diferencias de renta no son ofensivamente distantes. La segunda es que la felicidad de las personas no correlaciona positivamente ni con el dinero, ni con la inteligencia, ni con la religi¨®n, ni con la salud o la cultura, ni con ser bajo o alto, agraciado o feo, hombre o mujer. La felicidad solo correlaciona positivamente con la m¨¢s numerosa y mejor comunicaci¨®n con los otros.
De nuevo, el formidable ¨¦xito actual de las webs sociales se clarifica por su aporte de relaciones entre muchos e iguales, por virtuales que a algunos les parezcan. Las redes de comunicaci¨®n, personales y activas, ofrecen la gran ventaja de que las buenas noticias, al ser compartidas, incrementan su importancia y celebraci¨®n; y las malas noticias, al saber que otros pr¨®jimos tambi¨¦n las sufren, hacen perder la insoportable suposici¨®n de que la adversidad viene a ensa?arse con nosotros. La mayor salud f¨ªsica y ps¨ªquica, en fin, no proviene del m¨¢s completo sistema sanitario sino de la especial riqueza personal que se desprende de la trama.
Con esto podr¨ªa empezar a entenderse sin esfuerzo el atractivo im¨¢n de las concentraciones de masas, pero, adem¨¢s, tal recompensa culmina cuando la referencia sobre la concentraci¨®n se agranda en los medios de comunicaci¨®n que, enfatizando el suceso, le otorgan categor¨ªa tanto como notarios de su excepcionalidad como indirectos convocantes de su fiesta. ?Convocan los medios mediante alguna proclama? No necesariamente y no continuadamente. Una exposici¨®n de Sorolla en el Museo del Prado atrae hasta medio mill¨®n de visitantes porque, adem¨¢s de ser excepcional, su excepcionalidad se agiganta en las noticias para millones de receptores. Sorolla, como Shakira, se hacen grandes al mediatizarse en estas c¨¢maras de recauchutado. Ni el amor por la pintura, ni el amor por la m¨²sica ni las gestiones del ministerio ser¨¢n m¨¢s eficientes que el contagioso virus informativo que difunde la televisi¨®n y los otros medios.
A la celebraci¨®n del triunfo de la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol acudir¨ªan decenas de miles pero su n¨²mero sigue multiplic¨¢ndose, minuto a minuto, al comp¨¢s del calor que los locutores, los c¨¢maras y los v¨ªdeos van atizando.
De hecho, lo realmente atractivo en la ¨²ltima gran exposici¨®n de Sorolla (o de Tiziano, f¨ªjense) en El Prado no radicaba en el hermoso poder de sus pinturas sino en el hegem¨®nico poder de la cola. Todo lo que tiene cola goza de simb¨®lica solemnidad, sea en las bodas o en las visitas al museo.
Tal como sucede con las pel¨ªculas, los libros, las pulseras equilibrantes o los iPods lo m¨¢s decisivo no radica tanto en la intr¨ªnseca virtud del producto como en su capacidad para crear virus. Todos los profesionales del marketing lo saben. Cualquiera puede esperar para comprar ese CD de Michael Jackson o la nueva entrega de Harry Potter, cualquiera podr¨ªa pasear tranquilamente por el Museo Casa Sorolla de Madrid a lo largo de los 365 d¨ªas del a?o. Si no lo hacen obedece a que la soledad deprime o deval¨²a mientras la concurrencia expande.
En el an¨¢lisis de los fen¨®menos explosivos, sea en las ventas o en las concentraciones, el marketing llama tipping point al punto cr¨ªtico en que un art¨ªculo o un hecho pasa de ser muy interesante a ser un blockbuster. De ser un ¨¦xito a ser un taquillazo.
Los ya casi olvidados Hush Puppies o los modelos de Kickers vivieron su tipping point hace 10 a?os, cuando una impensada solicitud marginal (pero distintiva) los convirti¨®, de golpe, en insignias de moda. El mismo expediente ha seguido la marca de ropa Fish&Acrombie, nimbada de un pasado supuestamente m¨ªtico pero medio enterrado, o el renacimiento de Adidas enfrent¨¢ndose al tipping point global de Nike.
A la gente le gusta la gente, se f¨ªa cuando acude mucha gente. La gente anima y brinda seguridad, donde hay concentraci¨®n de comensales se come bien. Los infundios en sentido despectivo, inspirados en la Ilustraci¨®n, ignoran tanto el cambio de ¨¦poca como que la gente de por s¨ª act¨²a como un gen en la sociedad de masas.
La moda es un ejemplo elocuente del contagio gen¨¦tico que logra involucrar a tantos como para transformar un producto en un factor de ¨¦poca y un dise?o en un designio. Puede que el fervor (como la moda) no dure mucho, puesto que nada de lo que es contempor¨¢neo nace para perdurar, pero son tan productivas porque el modelo dominante es el impacto y su canon el acto terrorista.
Manifestaciones de inconmensurables ciudadanos que, sin embargo, se diluyen un d¨ªa despu¨¦s como azucarillos, juramentos eternos y odios de pedernal que se erosionan por horas. No hay un antes y un despu¨¦s de una manifestaci¨®n multitudinaria puesto que por su propia naturaleza se trata de una explosi¨®n que mata o hiere, salva o exalta pero que, en ning¨²n caso, ha nacido para fundar un reino perdurable. Lo que cuenta es el grado m¨¢ximo de calor, el resplandor, la bomba. La emoci¨®n de la emoci¨®n.
Porque as¨ª como todos los medios han ido haci¨¦ndose cada vez m¨¢s calientes o sensacionalistas y llevan a primera plana pedofilias, volcanes o cr¨ªmenes, la oferta, en general, no olvida nunca el coraz¨®n de la clientela. Es el caso del llamado factor emocional (e-factor) que desde hace dos d¨¦cadas orienta las campa?as de marketing, la arquitectura fotog¨¦nica o la estructura de los telediarios
Contrariamente a la idea que calificaba a la ¨¦poca inmediatamente anterior a la crisis como materialista, nuestro tiempo ha sido rom¨¢ntico, emotivo, especulativo, presentista o aventurero. Y de ah¨ª, precisamente, la crisis. Todo lo racional se consideraba triste o desfasado en el tiempo posmoderno (desde finales del XX a primeros del siglo XXI). Por el contrario, lo irracional, se trate de amor, muerte, sexo, los bonos basura, la pasi¨®n por las ballenas o el vicio de la web social, han sido reflejos acordes con el esp¨ªritu del tiempo. La propia manifestaci¨®n de la manifestaci¨®n forma parte de lo mismo, puesto que en ella se concelebra tanto la exaltaci¨®n como el enamoramiento de lo colectivo.
No es, obviamente, casualidad que el descubrimiento de las neuronas espejo, con poderes para mimetizar los comportamientos del otro, m¨¢s el prol¨ªfico discurso en boga sobre la civilizaci¨®n de la empat¨ªa, vayan inspirando los an¨¢lisis m¨¢s recientes. Empatizar es el pegamento de las multitudes. Ser o no emp¨¢tico ha pasado a ser hoy -como la inteligencia emocional- el tema de nuestro tiempo. La empat¨ªa abre el camino emocional del otro: conlleva comprensi¨®n y compasi¨®n. La simpat¨ªa nos acerca, pero la empat¨ªa nos une, un factor decisivo en las espectaculares (especulares) manifestaciones de masas, su causalidad y sus consecuencias.
Nos congregamos para celebrar juntos lo ¨®ptimo pero tambi¨¦n para llorar a la vez. Esta es la magia del contagio. Formamos un tumulto sentimental para llorar al Papa o a Lady Di, para celebrar un campeonato o protestar juntos contra el mal del capitalismo, el terrorismo o el recorte salarial. Desacreditados los partidos llegan las asociaciones de ciudadanos, tan fuertes como ef¨ªmeras, tan poco ideol¨®gicas como cargadas de pasi¨®n inaugural.
?Una alineaci¨®n m¨¢s? En el primer cap¨ªtulo de La rebeli¨®n de las masas, publicado en el diario El Sol (24 de octubre de 1929), el mismo d¨ªa en que estall¨® el crash del 29, Ortega certifica "el advenimiento de las masas al pleno poder¨ªo social" y a?ad¨ªa: "Como las masas, por definici¨®n, no deben ni pueden dirigir su propia existencia y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la m¨¢s grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer".
Ese supremo padecimiento cultural coincid¨ªa aquel 24 de octubre con la ascendencia de la multitud. Pero hay otras coincidencias con nuestros d¨ªas: el fin de la Gran Cultura y el ascenso de la cultura de masas.
Umberto Eco, en Apocal¨ªpticos e integrados en la cultura de masas, no cre¨ªa, hace 55 a?os, en la entidad e identidad de la cultura de masas. Este fen¨®meno ser¨ªa como un subproducto que fabricaba la cultura burguesa para anestesiar al burdo proletariado. Todos los medios de comunicaci¨®n de masas desarrollaban la funci¨®n de hipnotizar a las masas. El f¨²tbol, evidentemente, en uno de los primeros puestos.
Pero ?qu¨¦ ocurre, sin embargo, ahora cuando la Wikipedia es el centro del saber, la sabidur¨ªa se desliza hacia la muchedumbre (the wisdom of crowds) y la innovaci¨®n procede de las "fuentes abiertas" en la Red? Es rid¨ªculo pensar en un gabinete que dise?a las estrategias de alineaci¨®n popular.
?El f¨²tbol es una subcultura? Nadie puede afirmarlo sin pasar por ser un trasnochado. Eva Aladro, catedr¨¢tica en Ciencias de la Informaci¨®n de la Universidad Complutense, ha expuesto, junto a otros, una sugestiva teor¨ªa de lo que ahora ocurre: la masa, contra el criterio de Ortega, no ser¨ªa una fuerza sin cabeza: "La met¨¢fora de una sola mente social no es una imagen muerta y obsoleta de la comunicaci¨®n de masas en la actualidad. En ella radica la imagen de un fen¨®meno que sigue siendo real: los individuos en colectivos numerosos y aparentemente desconectados entre s¨ª experimentan en ciertas ocasiones una capacidad de captaci¨®n clim¨¢tica de los cambios de actitudes y opiniones, y una velocidad de adaptaci¨®n y acci¨®n que recuerdan a las c¨¦lulas de un mismo y ¨²nico cerebro. La dificultad para explicar estos fen¨®menos de comunicaci¨®n que tienen una velocidad siempre mayor y pueden producirse en cualquier campo nos habla de que a¨²n no conocemos bien los procesos de transmisi¨®n de experiencias que se producen con la comunicaci¨®n, y menos a¨²n, con la comunicaci¨®n de las masas". No conocemos su explicaci¨®n cient¨ªfica, pero los palpamos. No calculamos su magnitud, pero es esto, precisamente, lo que los hace abrumadoramente grandes.
![Las grandes concentraciones humanas trasmiten un enorme poder, pero no es real. Se olvidan en poco tiempo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/F7MHWCVSGBFKUNSKYYFG5WFDAU.jpg?auth=a0a7073938db3f9f0a56c0016c2cd1aa00661b03cb2331e03293a94a749db124&width=414)
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