Sobre c¨®digos ciclistas
Atac¨® Contador a Andy Schleck y un concepto tan gaseoso como el juego limpio se revolvi¨® all¨¢ donde habite. Siendo como es el ciclismo un deporte b¨ªblico, en el que entre los corredores se cumple lo de dar de comer al hambriento y de beber al sediento, el delito de Alberto Contador dio la vuelta al mundo. Hab¨ªa atacado a un rival en inferioridad de condiciones, con la bicicleta con destino a un todo a cien, inservible como era, los pedales que no pedalean, la cadena que no se engrana. Se le ocurri¨® a Contador el lunes, en el Tour, acelerar cuando Schleck desaceleraba obligado por la aver¨ªa que ¨¦l mismo provoc¨®. En qu¨¦ momento. Comenzaron a o¨ªrse voces, en el pelot¨®n y fuera de ¨¦l, que pon¨ªan en cuesti¨®n su triunfo. Declar¨® Contador que no hab¨ªa visto lo que le hab¨ªa ocurrido a Schleck. Horas despu¨¦s, quiz¨¢ tras limpiarse los o¨ªdos por los silbidos que escuch¨® en el podio, se sincer¨®: "Tal vez me he equivocado. Lo siento".
Pero ese "tal vez" admite varias lecturas. Las de Indur¨¢in, Hinault, Delgado o Jalabert, se?ores que alguna vez fueron, adem¨¢s de se?ores, can¨ªbales sobre un sill¨ªn, son coincidentes. "Contador hizo lo que deb¨ªa", o sea no mirar atr¨¢s, que lo que necesitaba Schleck era solo un mec¨¢nico. Los c¨®digos del ciclismo, los del deporte en general, no est¨¢n escritos. Nadie ha visto a un piloto de F-1, a un motociclista, a un atleta, esperar al ca¨ªdo. Y porque son invisibles, esos c¨®digos no pudieron impedir que Eddy Merckx volara en el Tour del 71 en cuanto tuvo noticias de que Luis Oca?a hab¨ªa sufrido un accidente.
Schleck no se cay¨® el lunes. No sufri¨® da?o f¨ªsico, pero s¨ª moral, am¨¦n del que le pudo provocar su poca pericia. Dud¨® Schleck del juego limpio de Contador y lo mismo hizo Armstrong, dios que fue del ciclismo hasta que decidi¨® volver y enterrar su divinidad. Se le olvid¨® a Armstrong, proclive como es al olvido, c¨®mo en 1999 comenz¨® a ganar el primero de sus siete Tours al distanciar en cuatro minutos a Alex Zulle, miope, cuyas gafas ensangrentadas quedaron hechas a?icos junto a un acantilado. Entonces nadie esper¨® a Z¨¹lle. Y Armstrong ni dud¨® de su triunfo ni menos a¨²n pidi¨® perd¨®n. De nuevo, Contador ha vuelto a ganar.
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