La sentencia y la hidr¨¢ulica
Buena parte de las reacciones a la sentencia sobre el Estatut est¨¢n cortadas por el mismo patr¨®n, una suerte de argumento hidr¨¢ulico: hay una realidad que se quiere ignorar, la identidad catalana, a la que si no se le da un reconocimiento pol¨ªtico desembocar¨¢ en la independencia. La falta de respuesta explicar¨ªa la indignaci¨®n de los pol¨ªticos catalanes y lo razonable ser¨ªa atender a sus exigencias.
El argumento hidr¨¢ulico ha sido utilizado por muchos. A veces de manera tramposa. Por ejemplo, no se ve por qu¨¦ los independentistas deber¨ªan mostrase indignados o descontentos si la sentencia nos enfila en la senda de la independencia. O son tontos o son deshonestos. En cualquiera de los dos casos, resulta dif¨ªcil una discusi¨®n ya de por s¨ª complicada dado que a ellos, por definici¨®n, el inter¨¦s general les parece una mala idea. Con todo, vale la pena tasar el argumento porque tambi¨¦n ha sido utilizado por pol¨ªticos comprometidos con el inter¨¦s general como el presidente de Gobierno, cuando manifiesta su voluntad de reformar las normas para obviar los aspectos declarados inconstitucionales y as¨ª dar respuestas a la "exigencias leg¨ªtimas" de los catalanes.
Parece que el gui¨®n de la pol¨ªtica catalana lo escriben Tim Burton y David Lynch, no del todo sobrios
La tele de Barcelona tiene informativos en 20 lenguas, pero no en castellano
El argumento tiene dos partes. La primera apela a los hechos. Los pol¨ªticos catalanes se presentan como portavoces de una realidad que el Estado central se resistir¨ªa a reconocer. Una realidad que tiene que ver, sobre todo, con la identidad. El Estatut ser¨ªa la cristalizaci¨®n pol¨ªtica de esa demanda de reconocimiento.
Si hay que tasar esta imagen por su grado de realismo hay que pensar que el gui¨®n de la pol¨ªtica catalana lo escriben a dos manos Tim Burton y David Lynch, no del todo sobrios. Primero, no hab¨ªa demanda social: seg¨²n una investigaci¨®n realizada por una universidad catalana antes de que comenzara este l¨ªo, los catalanes ¨¦ramos de los espa?oles m¨¢s satisfechos con nuestra autonom¨ªa. Convertido ya el l¨ªo en eje de campa?a electoral, antes de la victoria de Maragall apenas un 4% consideraba la simple reforma del Estatut como un asunto prioritario. Y el remate: la masiva abstenci¨®n en el refer¨¦ndum, a pesar del febril activismo de los medios de comunicaci¨®n catalanes que, alineados con los poderes pol¨ªticos y en un no parar hasta hoy mismo, han ahogado cualquier discrepancia bajo la acusaci¨®n de anticatalanismo. Segundo, es irreal la tesis de la identidad centrada en la lengua, el rovell d'ou del argumento. El desajuste entre la Catalu?a real y la oficial asoma por todas las costuras. Una muestra entre mil: la televisi¨®n de Barcelona, en aras de la integraci¨®n de los inmigrantes, mantiene informativos en 20 lenguas, pero no en castellano, la lengua del 61,5% de quienes vivimos en el ¨¢rea metropolitana barcelonesa (el catal¨¢n supone un 32%) y, por supuesto, de la inmen
sa mayor¨ªa de los in-migrantes. Tercero: hay una voluntad expl¨ªcita de escamotear la realidad, como se vio hace apenas un par de meses cuando los votos del Tripartito y CiU en el Parlament vetaron una propuesta de incluir en el censo una pregunta sobre "lenguas de identificaci¨®n y conocimiento de lenguas de la poblaci¨®n de Catalu?a".
En resumen: se oculta la identidad en nombre de la cual se reclama y la reclamaci¨®n no se corresponde con las demandas de los catalanes, quienes, dicho sea de paso, seg¨²n las investigaciones serias, manifiestan un s¨®lido y creciente apoyo al llamado pacto constitucional del 78 (por las dudas: Enric Mart¨ªnez-Herrera y Thomas Milley, The Constitution and the Politics of National Identity in Contemporary Spain, en Nations & Nationalism 2010, 16, 1).
La discusi¨®n, en principio, se acabar¨ªa aqu¨ª. Si la realidad invocada no existe, punto final. Pero hagamos como si no, entre otras cosas porque, a veces, el argumento se sostiene a pulso en el otro pie: hay una demanda pol¨ªtica a la que hay que responder. Hay aqu¨ª una parte insostenible y otra digna de atenci¨®n. La primera, la suposici¨®n, impl¨ªcita en la f¨®rmula "aspiraciones leg¨ªtimas", de que la existencia de una reclamaci¨®n impone la de su satisfacci¨®n. Aspiraciones hay muchas. Yo, por ejemplo, tengo varias con Scarlett Johansson y, desde luego, los ricos aspiran a no pagar impuestos. En mi caso, les confieso, lo tengo bastante crudo, pero los ricos hacen cuanto pueden, y pueden bastante, para imponer sus exigencias. Ahora bien, su poder no fortalece sus razones. Lo que no cabe es confundir, incluso si cedemos a sus pretensiones, su fuerza con sus razones; dar por santo y bueno lo que es poder desnudo. La legitimidad de las aspiraciones es algo que debe decidir el conjunto de la comunidad pol¨ªtica, no solo los afectados. Por eso consideramos justificado emplear recursos en asegurar el derecho a la educaci¨®n y no el de viajar en una nave espacial.
Y es aqu¨ª donde yo coincido con los nacionalistas y con el presidente: hay que dar una respuesta pol¨ªtica a la realidad catalana, algo que no le corresponde al Tribunal Constitucional (TC). El TC nos dice si una ley es compatible con los elementales principios democr¨¢ticos recogidos en la Constituci¨®n y como bien saben los nacionalistas les ha dado la raz¨®n m¨¢s veces que se las ha quitado, que sobre eso tambi¨¦n hay estudios serios. A eso se limita la tarea del TC. Nada m¨¢s. Que la pol¨ªtica de inmersi¨®n sea constitucional, que m¨¢s bien parece que no, no quiere decir que est¨¦ justificada. Tambi¨¦n ser¨ªan constitucionales una pol¨ªtica de inmersi¨®n en castellano, que nadie defiende, y otras como la practicada, sin quiebra social y con excelentes resultados, en Finlandia, y que tanto interes¨® a las autoridades catalanas hasta que se enteraron de qu¨¦ iba la cosa: ense?anza en la lengua materna hasta 3? de primaria y, a partir de ah¨ª, cambio progresivo a la segunda lengua, cruz¨¢ndose con los ni?os del otro grupo ling¨¹¨ªstico hasta acabar con un programa com¨²n.
La respuesta pol¨ªtica cabal requiere que el conjunto de la comunidad pol¨ªtica examine si las exigencias est¨¢n justificadas, si las aspiraciones son realmente leg¨ªtimas. Una prueba que no es f¨¢cil superar en los asuntos presentes. Por ejemplo, a m¨ª me resulta dif¨ªcil pensar que la izquierda, y la m¨¢s elemental sensibilidad democr¨¢tica, puedan encontrar justificadas las apelaciones a los derechos hist¨®ricos, a la necesidad de poner l¨ªmites a la solidaridad o unas pol¨ªticas ling¨¹¨ªsticas que, en un contexto de existencia de una lengua com¨²n, tienen consecuencias manifiestamente discriminatorias en el mercado de trabajo, entre los propios catalanes y en el conjunto de los espa?oles. Pero todo podr¨ªa ser.
Lo que desde luego no puede ser es que, en un marco democr¨¢tico, alguien amenace con que si sus exigencias no se aceptan, se marcha, que de esto va la coletilla "no tendremos m¨¢s remedio" que tantas veces repite Mas y da por buena Montilla. En tal caso, el debate democr¨¢tico, se ve sustituido por el chantaje y el poder se impone a las razones. Lo que caracteriza a la democracia en su m¨¢xima expresi¨®n es que nadie puede sustraerse a las decisiones adoptadas por una comunidad de ciudadanos iguales en derechos y libertades. Como todo se confunde, quiz¨¢ no est¨¢ de m¨¢s acordarse del lema completo de la revoluci¨®n francesa, en sus momentos de mayor fervor democr¨¢tico y vocaci¨®n de autogobierno, el que figurar¨¢ en la tumba de Marat: "Unit¨¦, Indivisibilit¨¦ de la Republique, Libert¨¦, ?galit¨¦, Fraternit¨¦". Republicanismo del primer minuto.
De modo que s¨ª, respuesta pol¨ªtica. Vamos a discutirlo todo. Desde el principio. Sin suponer que resulta intocable lo que nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª, que la concesi¨®n a los nacionalistas es un camino de v¨ªa ¨²nica que tendr¨¢ una estaci¨®n t¨¦rmino, sin dejarse intimidar por los ejercicios de pirotecnia y las bravatas.
No hay que enga?arse, les parece mal esta sentencia como les parecer¨ªa mal cualquier otra. Algo deber¨ªamos saber ya a estas alturas: la estrategia de contentar sin pedir razones que valgan para todos es la peor de todas. Pol¨ªtica en serio, no entre pueblos, sino entre ciudadanos libres e iguales, que pueden y deben opinar de todo en todas partes.
F¨¦lix Ovejero Lucas es profesor de ?tica y Econom¨ªa de la Universidad de Barcelona. Su ¨²ltimo libro es Incluso un pueblo de demonios (Katz).
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