Inestabilidad laboral contraproductiva
La reforma laboral de Zapatero generaliza la inestabilidad, abarata y facilita el despido y debilita la negociaci¨®n colectiva. No es buena para los trabajadores ni para el desarrollo de la econom¨ªa ni para nuestra cohesi¨®n social
Desde que, en 1980, se aprobara el Estatuto de los Trabajadores en Espa?a se han realizado m¨¢s reformas laborales que en ning¨²n otro pa¨ªs europeo. Tres de ellas han configurado el actual modelo laboral. Las tres fueron realizadas sin consenso con los sindicatos. Las tres se han superpuesto, agravando cada vez m¨¢s las disfunciones del sistema. Su autor¨ªa es la responsable del modelo laboral que tenemos: precario, vol¨¢til, dual, con alto porcentaje de bajos salarios y corresponsable de la baja productividad. Estos antecedentes deber¨ªan haber llevado al actual Gobierno, art¨ªfice de la nueva reforma, a tener en cuenta las experiencias del pasado, con un an¨¢lisis m¨¢s objetivo de la realidad, sin utilizar de nuevo la crisis para imponerla, con un enfoque totalmente diferente y en sinton¨ªa con el modelo productivo y de sociedad que queremos construir.
La reforma propuesta nos acerca, en el ¨¢mbito laboral, a Estados Unidos y los pa¨ªses del Este
Urge abordar un cambio radical del modelo en una direcci¨®n opuesta a las anteriores reformas
Aduciendo la rigidez del mercado de trabajo que, se arg¨¹¨ªa, explicaba las alt¨ªsimas tasas de paro espa?olas, la reforma de 1984 instaur¨®, bajo el lema de "m¨¢s vale un trabajo precario que ninguno", la contrataci¨®n temporal sin causa y la finalizaci¨®n del contrato con una m¨ªnima indemnizaci¨®n. La temporalidad pas¨® a cronificarse y afectar a un tercio del mercado de trabajo.
La reforma de 1994, afirmando que la flexibilizaci¨®n del despido y el aumento de la discrecionalidad empresarial corregir¨ªan la temporalidad de la anterior, ampli¨® las condiciones del despido individual y transfiri¨® importantes parcelas de las condiciones de trabajo a la decisi¨®n empresarial. Sin que la temporalidad bajara, el incremento de la arbitrariedad empresarial debilit¨® la negociaci¨®n colectiva y baj¨® los salarios. La reforma de 2002, con parecidos argumentos, convirti¨® en superfluo el recurso a la tutela judicial en el despido improcedente y redujo, mediante la eliminaci¨®n de los salarios de tramitaci¨®n, los costes del mismo. Esa reforma sum¨® a la alt¨ªsima temporalidad acarreada una penetraci¨®n suplementaria de la inestabilidad laboral en el universo de los contratos indefinidos, al crecer de manera exponencial los despidos objetivos improcedentes.
Aproxim¨¢ndose paulatinamente al mantra de la reforma laboral total, los sucesivos Gobiernos han dejado de abordar problemas esenciales de la econom¨ªa espa?ola. En lugar de dedicarse a darles respuesta, el Gobierno de Zapatero la ha encarrilado tambi¨¦n por donde los anteriores. Usando como pretexto el muy real problema de la dualidad entre trabajadores temporales y fijos, en lo que realmente centra su reforma es en un dr¨¢stico abaratamiento del despido y en hacerlo m¨¢s autom¨¢tico, en el debilitamiento de la negociaci¨®n colectiva y en el reconocimiento de las agencias privadas de colocaci¨®n. Esta reforma cierra el bucle de las anteriores y generaliza la inestabilidad. Su propuesta de "m¨¢ximos" (a¨²n sin descartar) es el "contrato ¨²nico", idea propuesta en 2004 por dos economistas franceses y jam¨¢s concretada en ninguna parte. Hasta ahora. Aqu¨ª lo quieren introducir, en su versi¨®n integral o a trav¨¦s del ensamblaje de piezas sueltas. Las consecuencias de tal reforma son totalmente previsibles: despido mucho m¨¢s barato y f¨¢cil, fundamental vaciamiento de la negociaci¨®n colectiva, extensi¨®n de la "selecci¨®n adversa" en la intermediaci¨®n laboral. La dualidad que pretende "solucionar" haciendo a todos, temporales y fijos, igual de inestables en realidad se mantiene creando, al tiempo, una nueva y darwinista segmentaci¨®n entre antiguos y nuevos contratados fijos, entre cualificados y no cualificados, entre contratados de corta y de larga duraci¨®n, entre "viejos y "j¨®venes".
Una amalgama de intereses empresariales, de apriorismos ideol¨®gicos, de diagn¨®sticos sesgados, de argumentos econ¨®micamente poco fundados, ha sido la principal causa de esta obsesi¨®n por la reducci¨®n del precio del despido y del coste del trabajo en las sucesivas reformas. Esto ha alimentado, a su vez, una cultura empresarial centrada en el ajuste del factor trabajo y no en la flexibilidad interna pactada, la innovaci¨®n y la productividad. Estos 30 a?os de reformas laborales nos han demostrado, entre otras cosas, que no era cierto que la mayor tasa de paro se debiera al modelo laboral, sino a la obsolescencia de nuestro aparato productivo y a la incorporaci¨®n, sin parang¨®n con otros pa¨ªses, de poblaci¨®n activa al mercado de trabajo: mujeres, trabajadores del campo, inmigrantes. No era cierto tampoco que nuestra econom¨ªa no fuera capaz de crear empleo: cuando la econom¨ªa crec¨ªa, cre¨¢bamos m¨¢s empleo que nadie. Ni siquiera era verdad que nuestra denigrada legislaci¨®n laboral impidiera la creaci¨®n de empleo fijo: entre 1995 y 2007 se ha creado mucho m¨¢s empleo fijo que temporal. No es cierto que nuestra tasa de paro estructural sea m¨¢s elevada que las de otros pa¨ªses (las tasas de paro masculinas y las de varias CC AA llegaron pr¨¢cticamente al pleno empleo en 2007). No era cierto que los obst¨¢culos para despedir fueran los mayores del mundo: seg¨²n el Banco Mundial son de los menores de la UE. No es cierto que nuestra regulaci¨®n del despido sea la m¨¢s severa y cara: la OCDE nos sit¨²a en una posici¨®n intermedia y muy por debajo de pa¨ªses como Alemania, Suecia, Holanda, Francia. Tampoco es cierto que en nuestro mercado laboral no haya movilidad ni flexibilidad. Tenemos demasiada, pero de la nociva: estamos a la cabeza de Europa en rotaci¨®n del empleo y en despidos, seg¨²n la UE y la OCDE. No es cre¨ªble, igualmente, que con la generalizaci¨®n de la inestabilidad vaya a aumentar la productividad. Porque es nuestra gran inestabilidad laboral la que provoca la baja y contrac¨ªclica productividad que tenemos. Por ello, esta reforma laboral, que provoca m¨¢s inestabilidad, es mala para los trabajadores pero tambi¨¦n para el desarrollo de la econom¨ªa y para nuestra cohesi¨®n social.
Necesitamos cambiar de enfoque. Ello deber¨ªa significar tres cosas. Para empezar, colocar la productividad, el cambio del modelo productivo y el tipo de sociedad a la que aspiramos en el frontispicio del debate sobre la reforma laboral. Implica un diagn¨®stico compartido, el desarrollo del capital humano, la apuesta por la innovaci¨®n y el desarrollo sostenible y por un modelo de empresa que crea en el empleo de calidad y en relaciones laborales concertadas y cooperativas.
En segundo lugar, una decidida apuesta por la estabilidad laboral. La precariedad, la inestabilidad y la volatilidad son antag¨®nicas con el aumento de la productividad, con la implicaci¨®n del trabajador, el aprendizaje organizacional y estrategias a largo plazo que aumenten el valor a?adido. Los modelos laborales que promueven la confianza, la seguridad en el empleo, la formaci¨®n y la autonom¨ªa estimulan la productividad. Todo ello requiere apostar por sindicatos fuertes, con implantaci¨®n y participaci¨®n en el seno de las empresas.
Hace falta, adem¨¢s, repensar qu¨¦ se entiende por protecci¨®n del empleo. No es la mejor protecci¨®n, por ejemplo, que aunque el precio del despido improcedente sea alto se despida mucho y f¨¢cilmente. Menos a¨²n puede proteger un despido m¨¢s f¨¢cil, m¨¢s barato y subvencionado, como establece esta reforma. Lo que quieren los trabajadores y sus sindicatos es que la combinaci¨®n de la ley, del poder sindical y de la protecci¨®n social les proteja m¨¢s, aunque la indemnizaci¨®n sea menor, para evitar en lo posible el despido y, en su caso, hacer m¨¢s f¨¢cil una buena recolocaci¨®n. Es la l¨®gica iniciada con la reforma de 1997 y que luego se desnaturaliz¨®. Esa es tambi¨¦n la axiolog¨ªa del derecho del trabajo: dar prioridad absoluta al empleo como valor.
Cambiar el enfoque representa acercarnos a lo que sucede en los pa¨ªses europeos m¨¢s competitivos y cohesionados, en los que el despido improcedente o injustificado es m¨¢s barato, pero muy infrecuente; los sindicatos son m¨¢s fuertes e intervienen mucho m¨¢s que aqu¨ª en los despidos individuales y colectivos; es m¨¢s dif¨ªcil que un juez declare un despido socialmente justificado; las empresas optan por reducir la jornada en vez de despedir; sus obligaciones en la recolocaci¨®n de los excedentes laborales son m¨¢s exigentes y efectivas, los sistemas de protecci¨®n del desempleo m¨¢s extendidos; la obligaci¨®n de formaci¨®n y el reconocimiento de la experiencia profesional m¨¢s establecidas, los servicios p¨²blicos de intermediaci¨®n y las pol¨ªticas activas de empleo mucho mejores. Esta reforma, en cambio, no nos acerca, en el ¨¢mbito laboral, a los pa¨ªses m¨¢s avanzados de Europa sino a Estados Unidos o a los pa¨ªses del Este.
Jos¨¦ Mar¨ªa Zufiaur es miembro del Comit¨¦ Econ¨®mico y Social Europeo en representaci¨®n de UGT.
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