Ezra Pound: santo laico, poeta loco
La mezcla de un santo laico y de un poeta loco da como resultado un profeta. Hubo uno que se llam¨® Ezra Pound. Naci¨® por casualidad el 30 de octubre de 1885 en el poblado perdido de Hailey, en Idaho, profundo Oeste de Norteam¨¦rica, donde su padre fue a inspeccionar una mina de oro de su propiedad, pero a los seis meses lo devolvieron a Nueva York y all¨ª pase¨® la adolescencia como un perro urbano sin collar ni gloria alguna. Se licenci¨® en lenguas rom¨¢nicas por la Universidad de Pensilvania. Fue maestro de escuela, recusado muy pronto por raro. Tuvo una primera novia, Mary Moore, que un d¨ªa le pregunt¨® por su casa. Ezra contest¨® que su casa era solo su mochila y carg¨® con ella. Cuando su madre, Isabel Weston, abandonada por el marido, se recluy¨® en un asilo, el poeta, con 20 a?os, cogi¨® los b¨¢rtulos y se fue a Inglaterra en busca de los escritores y otros colegas que admiraba, Joyce, D. H. Lawrence, Eliot, Yeats, y comparti¨® con ellos la admiraci¨®n con la emulaci¨®n, alimentado solo con patatas. Desde el principio demostr¨® que su audacia literaria carec¨ªa de l¨ªmites. Yeats le entreg¨® unos poemas para que los mandara a la revista Poetry de Chicago y el joven disc¨ªpulo se permiti¨® corregirle algunos versos de propia mano antes de ponerlos en el correo. Despu¨¦s del ataque de c¨®lera, Yeats admiti¨® que las correcciones hab¨ªan mejorado el original y a?adi¨®: "Ezra tiene una naturaleza ¨¢spera y testaruda, y siempre est¨¢ hiriendo los sentimientos de las personas, pero creo que es un genio".
Se consideraba un hombre reducido a fragmentos e imaginaba el universo como un poema roto. Para recomponerlo lo reduc¨ªa todo a poes¨ªa
"Tiene una naturaleza ¨¢spera y testaruda, y siempre est¨¢ hiriendo los sentimientos de las personas, pero creo que es un genio", dijo Yeats
Parece que este zumbado vino al mundo, como los fieros catequistas, con el ¨²nico prop¨®sito de hacer cambiar de opini¨®n o de convencer de algo in¨²til a cuantos le rodeaban, siempre y en cualquier lugar, un empe?o que estuvo a punto de llevarle ante el pelot¨®n de fusilamiento. Fue uno de esos tipos que luchan denodadamente a lo largo de la vida para alcanzar el propio fracaso y no cesan de combatir hasta conseguirlo. Ezra Pound inici¨® su aventura literaria en Londres, la sigui¨® en el Par¨ªs de entreguerras, luego en Rapallo, despu¨¦s en el manicomio penitenciario de St. Isabel en Washington, donde estuvo condenado 12 a?os por traici¨®n a la patria, y finalmente entreg¨® su alma atormentada en Venecia el 1 de noviembre de 1972.
La primera regla era hacerse notar, bien por la suprema actitud de desvivirse siempre por sus colegas, bien por cometer cualquier excentricidad que le hiciera visible en todo momento, entre arist¨®cratas y bohemios. Durante un banquete en Londres en homenaje a D. H. Lawrence, sinti¨® que Yeats estaba acaparando toda la atenci¨®n. Para contrarrestar esta peque?a gloria, a la hora de los postres Ezra Pound se comi¨® un tulip¨¢n rojo del ramo que adornaba la mesa y viendo que no era suficiente con uno se comi¨® otro m¨¢s y no ces¨® de comer flores hasta reclamar todas las miradas. Total para nada, pero al final en aquel banquete levant¨® una buena pieza, la que ser¨ªa su mujer, Dorothy, hija de la arist¨®crata Olivia Shakespear, amante de Yeats.
Se consideraba un hombre reducido a fragmentos e imaginaba el universo como un poema roto. Para recomponerlo lo reduc¨ªa todo a poes¨ªa, su propia vida, las noticias de los peri¨®dicos, los datos de la econom¨ªa, los episodios de la Biblia, las cotizaciones de Wall Street, los partes meteorol¨®gicos, la filosof¨ªa de Lao Tse, el carro de la basura, la gloria de los griegos y todos los desechos de la historia. Metabolizaba textos ajenos, aspiraba el detritus que el ganado humano iba dejando a su paso y convert¨ªa cada m¨ªnimo excremento en una punta de diamante, como si recogiera todo el material que hab¨ªa quedado fuera de la Divina Comedia para someterlo a ritmo interno y forma libre.
Pero en medio de esta elevada vor¨¢gine del esp¨ªritu tuvo una bajada. Un d¨ªa se hart¨® de ser pobre y volvi¨® a Nueva York tentado por el dinero crudo. A medias con un socio tostado como ¨¦l emprendi¨® un negocio de medicamentos antisifil¨ªticos para vend¨¦rselos a los ricachones de ?frica. La ruina le llev¨® de nuevo a la poes¨ªa y esta al Par¨ªs del Barrio Latino, a?os veinte, y all¨ª form¨® parte de la Generaci¨®n Perdida en torno a la gallina clueca de Gertrude Stein y de la celeste librera Sylvia Beach, junto con Dos Passos, Scott Fitzgerald y la recua de pintores de Montparnasse. Aunque Hemingway hab¨ªa dicho que Ezra ten¨ªa ojos de violador fracasado, luego en 1925 escribi¨®: "Pound, el gran poeta, dedica una quinta parte de su tiempo a su poes¨ªa y emplea el resto en tratar de mejorar la suerte de sus amigos. Los defiende cuando son atacados, hace que las revistas publiquen obras suyas y los saca de la c¨¢rcel. Les presta dinero. Vende sus cuadros. Les organiza conciertos. Escribe art¨ªculos sobre ellos. Les presenta a mujeres ricas. Hace que los editores acepten sus libros. Los acompa?a toda la noche cuando aseguran que se est¨¢n muriendo y firma como testigo sus testamentos. Les adelanta los gastos del hospital y los disuade de suicidarse. Y al final algunos de ellos se contienen para no acuchillarse a la primera oportunidad". De hecho Pound reuni¨® el dinero que permiti¨® a Joyce terminar el Ulises, aunque luego no pudiera soportar la fama que estaba acaparando el libro. Antes ya le hab¨ªa ayudado a publicar Retrato de artista adolescente por cap¨ªtulos en la revista americana The Egoist.
Entre su egocentrismo legendario y la generosidad sin l¨ªmites, el alma de Ezra Pound tuvo siempre dos vertientes: una le llevaba a la santidad; otra, a cometer cualquier bajeza. De la misma forma que no encontraba barrera alguna entre la prosa y el verso, tampoco distingui¨® el juda¨ªsmo de la usura y la est¨¦tica fascista de la redenci¨®n de la especie humana. Un d¨ªa le dio por la econom¨ªa y la pol¨ªtica y la emprendi¨® con ellas como un fil¨®sofo individualista, esteta desesperado, socialista aristocr¨¢tico y anticapitalista. Hab¨ªa asistido a la marcha de Mussolini sobre Roma. Comenz¨® a clamar contra los que se lucraban con el trabajo ajeno, y su propia exaltaci¨®n po¨¦tica le llev¨® a atacar la plusval¨ªa y los pr¨¦stamos usureros que practicaban los jud¨ªos. De pronto, en 1939 se encontr¨® ante un micr¨®fono en Italia transmitiendo por Radio Roma alegatos fascistas contra su propio pa¨ªs, primero bajo su firma, luego con soflamas an¨®nimas. Cuando el Ej¨¦rcito norteamericano invadi¨® Italia, el poeta fue apresado y primero lo exhibieron p¨²blicamente en una jaula como a un mono durante varias semanas en Pisa. Despu¨¦s lo llevaron a Washington para ser juzgado como traidor a la patria. Los amigos le echaron una mano. Se prestaron a testificar que ya era un demente en Londres y en Par¨ªs. El juez asumi¨® estos testimonios en su veredicto y lo salv¨® de morir fusilado a cambio de pasar 12 a?os encerrado en un manicomio. Y al final de esta condena un juez llamado Bolitha J. Laws, en 1958, lo volvi¨® a declarar loco, pero inofensivo, y lo dej¨® en libertad, con la barba ya florida de ceniza. Y entonces Pound anunci¨®: "Cualquier hombre que soporte vivir en Estados Unidos est¨¢ loco" y se fue a Italia. Muri¨® en Venecia a los 87 a?os en brazos de su hija. Poco antes se paseaba por el jard¨ªn entonando sus excelsos cantares rotos e inconexos como si a¨²n estuviera exhibido en p¨²blico como un mono en la jaula. En realidad solo fue un incendiario que trat¨® de quemar el mundo con sus versos.
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