Ron Carter: la modestia de una leyenda
Van y le preguntan a Christian Scott qu¨¦ significa para ¨¦l tocar delante de una leyenda del jazz cual Ron Carter. Y ¨¦l responde: "El privilegiado es ¨¦l por tocar con nosotros". Quienes llevamos algunos a?os acudiendo a la llamada del jazz all¨¢ donde se nos convoca, reconocemos en la actitud del joven petimetre (27 a?os) la adorable arrogancia de otros tiempos, cuando los hombres eran hombres y los m¨²sicos beb¨ªan whisky en escena y no agua mineral embotellada. Los m¨¢s grandes: Miles, Mingus, Monk... ninguno era de trato f¨¢cil, alguno resultaba directamente insoportable. Y, sin embargo, ellos fueron los que hicieron grande esta m¨²sica. Por algo ser¨ªa.
Fiel a la tradici¨®n que manda comportarse en escena como si uno tuviera alg¨²n asunto personal con todos y cada uno de los espectadores, Scott abandon¨® la susodicha sin dirigirse al p¨²blico salvo para dedicar algunos ep¨ªtetos no exactamente cari?osos al cuerpo de polic¨ªa de su pa¨ªs. Al rapero L. E. Flaco, ganador del concurso cuyo premio consist¨ªa, precisamente, en actuar junto al trompetista en noche como esta, le despach¨® en cuesti¨®n de minutos. Y, en nada, estaba dedic¨¢ndose a lo suyo. A su m¨²sica.
Scott, bendito sea, sopla la trompeta como si le fuera la vida en ella. Con ardor guerrero y conocimiento de la materia, sin esconderse en ning¨²n momento. Tampoco lo hacen quienes le acompa?an, cuatro int¨¦rpretes tan j¨®venes como ¨¦l con quienes comparte un ideario musical claro y meridiano. El resultado es como escuchar al hist¨®rico Quinteto de Miles Davis interpretando a Radiohead. Un sue?o imposible hecho realidad: el pasado y el futuro de esta m¨²sica caminando de la mano.
Si algo qued¨® claro en su recital del jueves, es que Scott tiene muchas cosas que contar. Las que Ron Carter ya ha contado a lo largo de una carrera pr¨®diga en acontecimientos. El destino y los designios del equipo organizativo del festival, quisieron reunir a maestro y disc¨ªpulo, Scott y Carter, por donde el septuagenario contrabajista form¨® parte del quinteto de Miles que aquel tiene por modelo y referencia. Cierto es que su m¨²sica actual poco tiene que ver con la que practicara hace medio siglo junto al Pr¨ªncipe de las Tinieblas. Hoy, Carter busca en las interpretaciones a tr¨ªo de Oscar Peterson y Nat King Cole el modelo de una elegancia intemporal, serena y ligera. Para ello tiene a Russell Malone tocando la guitarra, y a Mulgrew Miller, al piano: la bater¨ªa, esta vez, se la dejaron en casa.
Carter habla de jazz en tiempo pasado. Su m¨²sica actual nace de la nostalgia, acaso, sea el producto de un cierto desenga?o por c¨®mo est¨¢n las cosas en el jazz. Otra cosa es que la audiencia que acude a un festival de jazz para escuchar a Patti Smith entienda por d¨®nde van los tiros, cosa que uno duda. Con esto que la velada se nos fue en un abrir y cerrar de ojos, o de o¨ªdos, con Carter, Mallone & Miller interpretando Orfeo Negro y My Funny Valentine a media luz los tres, y el personal y¨¦ndose de a poquitos, que la noche andaba fresquita y ya no son horas. En el recuerdo, las palabras del protagonista de la noche al recibir el premio del festival de manos de su director: "Me considero apenas un contrabajista entre muchos", vino a decir. A esas alturas, Christian Scott deb¨ªa andar por el segundo bar en su recorrido cultural y gastron¨®mico por la Parte Vieja de la ciudad. Todo un personaje.
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