Los enigmas de Ceausescu
Los restos del dictador rumano y de su esposa quedar¨¢n desenterrados varios meses a la espera de an¨¢lisis que acallen las dudas sobre los cad¨¢veres, sepultados en secreto con nombres falsos
A las siete de la ma?ana del pasado mi¨¦rcoles, el silencio se rompi¨® en el cementerio civil de Ghencea, al oeste de Bucarest, cuando unos agentes de seguridad acordonaron la zona para exhumar los restos del dictador comunista Nicolae Ceausescu y de su esposa, Elena. El objetivo es aclarar si dos de los cad¨¢veres all¨ª enterrados el 30 de diciembre de 1989 corresponden en verdad al matrimonio.
Ceausescu se convirti¨® en presidente de Rumania en 1974, manteniendo una posici¨®n independiente respecto a Rusia. Fue el primer jefe de Estado de lo que se llam¨® "el bloque del Este" que tuvo tratos oficiales con la Comunidad Europea, mientras su polic¨ªa pol¨ªtica, la Securitate, imped¨ªa f¨¦rreamente cualquier oposici¨®n y el dictador se entregaba a una pol¨ªtica de urbanizaci¨®n e industrializaci¨®n que incluy¨® el traslado entero de poblaciones rurales.
"Me inclino a pensar que los restos son los de mis suegros", declara el yerno, que es el impulsor de la exhumaci¨®n
A mediados de diciembre de 1989 estall¨® una protesta popular en Timisoara en respuesta a un intento del Gobierno de expulsar de su casa al pastor luterano Laszlo Tok¨¦s, que por aquellas fechas hab¨ªa se?alado al r¨¦gimen de Ceausescu como promotor del odio racial. Ese incidente fue la chispa que origin¨® una manifestaci¨®n disuelta a tiros por el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa. Las revueltas se extendieron despu¨¦s a Bucarest, donde las fuerzas del Gobierno dispararon contra la poblaci¨®n civil y provocaron m¨¢s de un millar de muertes. El dictador y su esposa huyeron en helic¨®ptero, aunque estuvieron controlados en todo momento por el general V¨ªctor Atanasie Stanculescu, jefe del Ej¨¦rcito.
El 25 de diciembre, el matrimonio Ceausescu fue condenado a muerte por un tribunal militar, bajo la acusaci¨®n de genocidio, enriquecimiento injustificable y uso de las Fuerzas Armadas en contra de civiles. Cuando era llevado al pared¨®n, Ceaucescu grit¨®: "?Viva la Rep¨²blica Socialista de Rumania! ?La historia me vengar¨¢!".
El mi¨¦rcoles pasado, Mircea Oprean, yerno del Conducatore, como Ceausescu se hac¨ªa llamar, apareci¨® en el camposanto con un fot¨®grafo y un c¨¢mara, junto a un fiscal y un equipo forense del Instituto de Medicina Legal. "El ¨²nico ruido era el de un helic¨®ptero de una cadena de televisi¨®n que sobrevolaba el cementerio para captar im¨¢genes", explic¨® Alison Mutler, una periodista brit¨¢nica que presenci¨® la exhumaci¨®n.
Al cabo de media hora, fue abierta la tumba de Nicolae, que ten¨ªa una cruz de m¨¢rmol con la leyenda "Una l¨¢grima de parte del pueblo rumano". "Los pantalones [del cad¨¢ver] estaban agujereados por las balas, igual que el abrigo", cont¨® Oprean con ojos llorosos, tras cumplir la voluntad de su difunta mujer, Zoia.
Casi dos horas m¨¢s tarde fue extra¨ªdo el ata¨²d de Elena, que estaba a 30 metros del de su esposo por falta de espacio. "Mi suegro fue enterrado sobre serr¨ªn, mientras que mi suegra ten¨ªa la cabeza mirando hacia el Este. Ambos fueron sepultados en un pasillo estrecho", prosigui¨® Oprean.
Zoia, la ¨²nica hija del Conducatore, solicit¨® en 2005 al Ministerio de Defensa y a la Administraci¨®n de Cementerios que, ante los enigmas sobre el enterramiento, demostraran que los restos de sus padres se hallaban en Ghencea. Tras morir Zoia en 2006, su viudo continu¨® con el asunto. (Otro hijo de los Ceausescu ya hab¨ªa fallecido, y el ¨²nico superviviente, Valent¨ªn, ha mantenido un bajo perfil p¨²blico y no se ha sumado a la iniciativa de su hermana y su cu?ado).
Los Ceausescu fueron fusilados en Targoviste, a 150 kil¨®metros de la capital, aunque los certificados m¨¦dicos se?alan que murieron en Bucarest. Adem¨¢s, el m¨¦dico forense Vlad¨ªmir Belus, quien tendr¨ªa que haberse ocupado de constatar su muerte, firm¨® el certificado de defunci¨®n sin ver los cad¨¢veres. Lo hizo a petici¨®n del general V¨ªctor Stanculescu, encargado de dirigir el tribunal militar que decret¨® la pena capital.
"Me inclino a pensar que los restos son los de mis suegros, pero no puedo estar seguro al 100% hasta que no se hayan hecho las pruebas de ADN", asegura Oprean. Los restos de los Ceausescu fueron reconocidos por un sombrero y una bufanda.
Seg¨²n el yerno, "Ion Iliescu [miembro del Partido Comunista y, m¨¢s tarde, presidente de Rumania durante la democracia], Petre Roman [primer ministro tras la ca¨ªda del r¨¦gimen totalitario] y los dem¨¢s deber¨¢n responder por este crimen", al tratar a sus suegros "como a unos paganos". En Rumania, el 90% de la poblaci¨®n es ortodoxa.
El juicio al que fue sometido el matrimonio Ceausescu origin¨® sentimientos dispares, pero, sobre todo, una gran confusi¨®n entre los rumanos, que esperaban frente al televisor la deliberaci¨®n del tribunal durante Nochebuena. "Podr¨ªamos ser fusilados sin esta farsa", replic¨® Nicolae antes de escuchar el veredicto, en un proceso que fue grabado ¨ªntegramente. Pero a la cinta original le falta el inicio de la ejecuci¨®n y s¨®lo capta el momento en el que los Ceausescu yac¨ªan en el suelo tras recibir los disparos.
"Fue un tiranicidio ordenado por una junta revolucionaria que organiz¨® un simulacro de justicia. Un proceso aut¨¦ntico habr¨ªa significado un juicio contra la dictadura comunista, y aquellos que estaban en el poder no pod¨ªan tolerarlo", explica el polit¨®logo e historiador Vlad¨ªmir Tismaneanu.
Tras el fusilamiento, los militares temieron que los cad¨¢veres fuesen profanados, por lo que fueron ocultados en una c¨¢mara frigor¨ªfica del hospital militar de Bucarest durante cinco d¨ªas. "Se decidi¨® evitar que se mezclaran el pasado y el futuro, por lo que los cuerpos fueron llevados al cementerio civil. Para que nadie profanara las tumbas, fueron sepultados bajo nombres ficticios", explic¨® el ex general Stanculescu.
Gelu Voican Voiculescu, que se convirti¨® en el viceprimer ministro tras el derrocamiento del r¨¦gimen, confirm¨® que los cad¨¢veres del cementerio de Ghencea son los de los Ceausescu. "Se precipit¨® todo por la efervescencia de los hechos, por el temor y el odio de la poblaci¨®n. Si los Ceausescu hubiesen ca¨ªdo en manos del pueblo, los habr¨ªan hecho pedazos", se?ala Voiculescu. "Escribimos el nombre del coronel Enache en la cruz de la tumba de Nicolae y el del coronel Petrescu en la de Elena", agreg¨®.
Despu¨¦s de casi 21 a?os de la ca¨ªda del r¨¦gimen, el Conducatore "es un personaje marginado por los rumanos, que, sin embargo, creyeron que la ejecuci¨®n del dictador les resolver¨ªa los problemas", precis¨® Ioan Stanomir, presidente del Instituto de Investigaci¨®n de los Cr¨ªmenes del Comunismo. "No creo que a la gente le interese mucho la exhumaci¨®n, sobre todo en el contexto de la crisis econ¨®mica", opina Rozalia Mateescu, profesora de 27 a?os.
"La exhumaci¨®n tiene la intenci¨®n pol¨ªtica de presentar a Nicolae como v¨ªctima por haber sido procesado de manera injusta y para que la gente tenga l¨¢stima de aquel dictador y olvide los cr¨ªmenes que cometi¨®", subraya uno de los abogados del proceso, Dan Voinea. Las pruebas de identificaci¨®n podr¨ªan alargarse hasta seis meses, seg¨²n el director del Instituto de Medicina Legal, que no explic¨® el porqu¨¦ de ese plazo.
Mientras, el yerno de Ceausescu y el hijo de este, Valent¨ªn, cuidan con esmero la imagen del ex dictador. Registraron hace dos a?os la "marca Ceausescu" y el a?o pasado intentaron prohibir la representaci¨®n teatral Las ¨²ltimas horas de Ceausescu, subvencionada por el Instituto Internacional para el Crimen Pol¨ªtico de Berl¨ªn.
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