Una casa en una semana
Los esfuerzos del arquitecto de hoy se dirigen hacia la satisfacci¨®n de un cliente individual. Los del arquitecto de ma?ana se dirigir¨¢n hacia un mont¨®n de clientes invisibles". El arquitecto e ingeniero autodidacto Richard Buckminster Fuller defendi¨® las viviendas prefabricadas hace m¨¢s de 80 a?os. Aunque por entonces en Estados Unidos y en las colonias del imperio brit¨¢nico se hab¨ªa extendido la idea de la prefabricaci¨®n, Fuller era consciente de que en Europa y entre cierto tipo de usuarios esta tardar¨ªa en triunfar. El tiempo de clientes an¨®nimos, construcci¨®n en seco, plazos cortos y dise?o l¨®gico anunciado por el norteamericano est¨¢ ahora m¨¢s cerca. Tras varios intentos fallidos por irrealizables, el encuentro entre los proyectistas, la industria y las necesidades de los usuarios se acerca. Y ha sido la industria la que ha dado los mayores pasos. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, grandes empresas de mobiliario, Muji en Jap¨®n e Ikea en Suecia, han puesto en marcha compa?¨ªas que, m¨¢s all¨¢ de ofrecer a los usuarios mesas desmontables en embalajes planos, fabrican viviendas prefabricadas. As¨ª, con la industria preparada, el p¨²blico cada vez m¨¢s familiarizado con sus ventajas, los precios competitivos y muchos arquitectos dispuestos a abordar realmente el asunto, la prefabricaci¨®n podr¨ªa vivir su momento.
Las primeras viviendas con componentes modulares se remontan a 1833
Ya en los a?os veinte, Gropius quiso romper la imagen que asociaba prefabricaci¨®n con descuido est¨¦tico. No hab¨ªa p¨²blico preparado
Foster y Rogers tambi¨¦n se han interesado por la est¨¦tica industrial
Como la manera m¨¢s r¨¢pida y econ¨®mica de acceder a un hogar o como el contrapunto a la tradicional noci¨®n de estabilidad, solidez y permanencia asociable a la casa burguesa, la casa prefabricada tiene una historia m¨¢s que centenaria. La idea de llevar los componentes de la casa a la cadena de producci¨®n industrial es tan vieja como la propia industria. Las primeras viviendas levantadas con componentes modulares se pusieron a la venta en 1833. El carpintero londinense Herbert Manning ofrec¨ªa sus caba?as (Manning Cottages) en un folleto que lleg¨® a ser muy popular entre quienes emigraban a Australia. Lo que un¨ªa a los usuarios de las viviendas prefabricadas era a la vez la necesidad de un hogar econ¨®mico y f¨¢cil de construir y su condici¨®n de gente predispuesta al cambio para acceder a una vida mejor. As¨ª, entre los nuevos pobladores del Oeste americano, los buscadores de oro que llegaron a California persiguiendo fortuna entre 1849 y 1854, y entre quienes emigraban a Australia y a Sud¨¢frica, la vivienda habitual era, al margen del estilo elegido, prefabricada. Adem¨¢s, pronto surgi¨® competencia entre los industriales. La compa?¨ªa galesa Thomas Eddington & Sons desarroll¨® la manera de producir chapa met¨¢lica corrugada que, desde 1844, le hizo la competencia a la madera como material b¨¢sico. Para la segunda mitad del siglo XIX, entre el 60% y el 80% de las viviendas norteamericanas eran prefabricadas. Pero cuando las colonias desarrollaron sus propios m¨¦todos y estilos constructivos, a partir de 1860, decay¨® la industria de la prefabricaci¨®n.
En el siglo XX, la venta por cat¨¢logo recuper¨® el sue?o de sacar una casa de un mont¨®n de paquetes. Para entonces ya no eran los carpinteros quienes daban nombre a los modelos. Las marcas eran las de los grandes cat¨¢logos de venta por correo: Sears, Montgomery Ward o The Hodgson Company estaban detr¨¢s de los nuevos hogares que llegaban hasta los solares vac¨ªos por servicio postal: en el vag¨®n de un tren o a bordo de un cami¨®n. La mayor¨ªa de las viviendas prefabricadas ofrec¨ªan la posibilidad de elegir fachada y chimenea. Los clavos y la pintura estaban incluidos, pero el sistema de calefacci¨®n y la fontaner¨ªa eran asuntos opcionales. La empresa Aladin vendi¨® la primera casa prefabricada en 1906. Su cat¨¢logo ofrec¨ªa 450 modelos distintos. Despacharon 65.000 unidades.
En EE UU se construyeron pueblos enteros de viviendas prefabricadas. Uno de ellos fue Carlinville, en Illinois. Los usuarios eran los nuevos trabajadores de la empresa Standard Oil. Sears recibi¨® un encargo por valor de un mill¨®n de d¨®lares. Y para llevar las 156 casas solicitadas hasta all¨ª se construy¨® una extensi¨®n de la l¨ªnea de ferrocarril.
Son muchos y variados los motivos que llevan a precisar viviendas de forma r¨¢pida y?econ¨®mica. Pero ?c¨®mo a?adir calidad a esa suma? Tras la devastaci¨®n de la Primera Guerra Mundial, Europa se convirti¨® en uno de esos escenarios, campo abonado para la experimentaci¨®n y la innovaci¨®n. Fue entonces cuando una nueva generaci¨®n de arquitectos se apunt¨®, por primera vez, al reto de la industria, justo cuando esta parec¨ªa m¨¢s capaz que la propia arquitectura de ofrecer soluciones para conseguir una vivienda digna. En un mundo en el que aparec¨ªan sillas apoyadas en tubo de acero y en el que triunfaba el modelo T de Ford, el primer coche ensamblado en una cadena de montaje, la rapidez se convirti¨® en objetivo prioritario. Era fundamental reducir el n¨²mero de elementos que se necesitaban para cualquier montaje. Como resultado, el proceso de producci¨®n y su simplificaci¨®n eclipsaron a la durabilidad como objetivo.
Uno de esos j¨®venes arquitectos amigo de los muebles tubulares fue el director de la Bauhaus, la escuela que desde Weimar trataba de revolucionar la arquitectura. Walter Gropius quiso romper la imagen que asociaba prefabricaci¨®n a descuido est¨¦tico y entre 1920 y 1923 desarroll¨® un sistema constructivo que empleaba bloques de hormig¨®n. El objetivo era levantar viviendas estandarizadas con cubierta plana y los proyectistas Adolf Meyer y Fred Forbat lo acompa?aron. Hubo otros arquitectos, como Georg Muche y Richard Paulick, que lo intentaron con un esqueleto de metal y paneles met¨¢licos de tres mil¨ªmetros, pero el asunto no cuaj¨®. No exist¨ªa un p¨²blico preparado para asociar hogar a una colecci¨®n de paneles desmontables.
Tras la gran depresi¨®n de 1929, varias empresas, como Pullman o General Electric, unieron fuerzas para producir viviendas por 3.000 d¨®lares siguiendo el proceso de la?cadena de montaje de los autom¨®viles. General Houses Corporation tuvo su p¨²blico. Pero ese mismo a?o, un visionario de la arquitectura como Richard Buckminster Fuller no encontr¨® quien lo escuchara. Present¨® su primera vivienda prefabricada, la hoy famosa Dymaxion House, en unos grandes almacenes de Chicago. El prototipo era de planta hexagonal, y no era el peso lo que lo manten¨ªa en pie, sino la tensi¨®n: toda la vivienda depend¨ªa de un m¨¢stil?central que la sujetaba. Ten¨ªa dos ba?os, dos dormitorios, sala, comedor y cocina, e incluso una terraza en la parte alta. Pero no encontr¨® comprador.
Casi un siglo despu¨¦s de las primeras viviendas prefabricadas, el asunto continuaba pareciendo un espect¨¢culo circense. No en vano, Alfred Frey present¨® su Aluminaire, una vivienda de tres pisos levantada con aluminio, acero y vidrio, en la feria de Chicago. Tambi¨¦n Frank Lloyd Wright se interes¨® por la prefabricaci¨®n y, tras varios intentos, solo al final de sus d¨ªas logr¨® que la empresa Marshall Erdman de Madison le produjera una vivienda prefabricada. Vendi¨® 20 unidades.
No es que la gente no necesitara un hogar de forma r¨¢pida; es que, puestos a sacrificarse por uno, lo quer¨ªan s¨®lido y estable. Y les parec¨ªa que lo que demostraba con su nuevo aspecto que se hab¨ªa levantado en pocos d¨ªas carec¨ªa de esos atributos. La falta de apertura mental de los consumidores, sumada al poco tino de los arquitectos a la hora de sopesar sus necesidades reales (m¨¢s guardar sus enseres que sentirse habitantes de un platillo volante), llev¨® a la bancarrota a muchas de las empresas que se hab¨ªan lanzado a producir viviendas prefabricadas. Las que triunfaban, en los cat¨¢logos de Sears o Alad¨ªn, por ejemplo, no sent¨ªan ninguna necesidad de acercar sus productos a los dise?os de los arquitectos. La arquitectura y la vivienda b¨¢sica parec¨ªan condenadas a un desinter¨¦s mutuo. Hasta que llegaron las excepciones.
En Par¨ªs, en el suburbio de Meudon, el arquitecto-herrero Jean Prouv¨¦ levant¨® 14 viviendas prefabricadas, de factura impecable, pero escasamente industriales: ¨¦l mismo las produc¨ªa. Fue la Segunda Guerra Mundial la que cambi¨® las cosas. Tras la contienda, 70 compa?¨ªas norteamericanas vendieron m¨¢s de 200.000 viviendas prefabricadas. Para entonces, arquitectos y dise?adores hab¨ªan decidido tomarse la experimentaci¨®n en serio. El matrimonio formado por Charles y Ray Eames levant¨® en 1949 su famosa casa, en Pacific Palisades (California). Tardaron menos de una semana. Dos d¨¦cadas despu¨¦s se convirti¨® en una referencia para los arquitectos del high tech brit¨¢nico.
As¨ª, tambi¨¦n Norman Foster y Richard Rogers se interesaron por la flexibilidad, la sofisticaci¨®n t¨¦cnica y la est¨¦tica industrial. Sin embargo, una vez m¨¢s, descuidaron la producci¨®n en serie. En una constante de la?prefabricaci¨®n, los arquitectos han liderado el dise?o de las viviendas, pero no su producci¨®n, su raz¨®n de ser. De este modo, la casa Zip que Rogers ide¨® en 1968 era amarilla, se apoyaba en cimientos de color fucsia y a los autores del libro Prefab houses (Taschen), Oliver Jahn y Arnt Cobbers, les recuerda al submarino amarillo que popularizaron los Beatles. Pero no tuvo secuelas m¨¢s all¨¢ del curr¨ªculo de Rogers. En esa l¨ªnea hippy, el grupo Archigram propuso viviendas en c¨¢psulas que pod¨ªan unirse para levantar ciudades. Fue el israel¨ª Moshe Safdie quien levant¨® 158 viviendas modulares, Habitat 67, para la Expo de Montreal de 1967 y abri¨® nuevas v¨ªas.
Con todo, hasta los a?os noventa Europa no acept¨® la prefabricaci¨®n. Y la raz¨®n de esa aceptaci¨®n parti¨® entonces de los fabricantes de muebles desmontables. La japonesa Muji (de la mano de Kengo Kuma) y la sueca Ikea (liderando el fen¨®meno Boklok) recuperaron la idea de la vivienda prefabricada; hoy ha iniciado su expansi¨®n?por el Reino Unido tras levantar 14.000 hogares en Suecia.
M¨¢s all¨¢ de los dos bastiones que soportan la prefabricaci¨®n -la rapidez y el bajo precio-, hoy otros factores se a?aden a la mejora de esa opci¨®n: ahorro energ¨¦tico, reciclaje, flexibilidad o la posibilidad de cambiar y crecer sin obras que ensucien. En esa l¨ªnea, el franc¨¦s Eric Bigot es el alma de la empresa sudafricana ZenKaya Ecohome, que reparte sofisticadas viviendas a domicilio. Todas las casas miden 3,40 metros de ancho (como un cami¨®n) y entre 6 y 18 metros de largo. Cuidadas hasta el ¨²ltimo detalle, llegan completas y listas para que el due?o se siente en el porche a jugar.
Pero est¨¢ claro que no todo es juego. Despu¨¦s de levantar habit¨¢culos temporales con tubos de cart¨®n, el japon¨¦s Shigeru Ban fue capaz de vender como residencia fija la ingeniosa Furniture Home. Y la arquitecta Marianne Cusato ech¨® mano de la tradici¨®n constructiva de Nueva Orleans para dise?ar los Katrina Cottages. La proyectista entendi¨® que quienes hab¨ªan perdido su casa en la zona devastada por el hurac¨¢n de 2005 lo que necesitaban era recuperar, prefabricada o no, su idea de casa.
Del autor del Museo Jud¨ªo de Berl¨ªn, Daniel Libeskind, al estudio sueco Claesson, Koivisto y Rune, cada vez son m¨¢s los proyectistas dispuestos a apostar por la construcci¨®n en seco. Las viviendas prefabricadas no solo ahorran tiempo y dinero. Su r¨¢pida construcci¨®n resulta mucho m¨¢s sostenible. Tambi¨¦n su destrucci¨®n: permiten el reciclaje de todos sus componentes. De la mano de los arquitectos de hoy, el problema ya no es dibujar la casa del futuro, el reto es que esta resulte felizmente habitable.
El libro 'Prefab houses', editado por Taschen, acaba de salir a la venta. Todas las im¨¢genes de este reportaje pertenecen a esta publicaci¨®n.
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