Caminar como pensar
El camino es camino mientras se est¨¢ en camino: / el estar en camino gu¨ªa e ilumina, / trae y dicta". Son unos versos de Heidegger correspondientes a su poema A los mortales paciencia. ?Por qu¨¦ durante siglos el hombre no ha dejado de caminar a pesar de que, en apariencia, ya no le es necesario? Barcos, aviones, trenes de alta velocidad, coches con todas las prestaciones inimaginables y, sin embargo, el hombre camina, camina, sigue caminando en busca de un misterio. Peregrinatio (per ager) significa ir por el campo, al aire libre. Hajj en ¨¢rabe equivale a "ir a" sin precisar d¨®nde. En India t?rtha es vadear un r¨ªo. Peregrino es siempre alguien que deja su casa y se va a otro lugar en busca de algo diferente. Los caminantes m¨¢s tenaces, tercos, son los sadhus, ascetas peregrinos. Recorren India a pie durante periodos de 12 a?os. Caminar, caminar, a La Meca, al Ganges, a Delfos, a Eleusis o a Roma, Jerusal¨¦n o Santiago. Caminar por un sentido religioso pero, tambi¨¦n, por el simple hecho de encontrarse consigo mismo en el camino.
El camino de Santiago, hecho o no con fe, es un ritual ancestral presente en todas las civilizaciones
Peregrino es quien deja su casa y se va a otro lugar a buscar algo diferente
El hombre contempor¨¢neo necesita salir, irse del ruido, de lo superfluo, recuperar el silencio. Los peregrinos que van a La Meca, a la entrada en el territorio sagrado, despu¨¦s de ponerse el ihr?me, una prenda de vestir que los santifica, pronuncian la palabra labbayka: "Aqu¨ª estoy ante Ti". Los peregrinos laicos que van hacia cualquier parte del mundo, muchos de ellos siguiendo antiguas rutas sagradas como la de Finisterre, en Galicia, en el fin del mundo conocido durante siglos, pronuncian la frase "Aqu¨ª estoy ante Mi". Ante mi soledad, ante mi destino, ante mi mismidad.
Reflexionar sobre uno mismo no es f¨¢cil ni sencillo, no hay tiempo y demasiadas tentaciones in¨²tiles para perderlo. Caminar no es buscar el misterio en lo ajeno sino en lo propio. Y de lo propio tambi¨¦n forma parte el paisaje y los s¨ªmbolos ancestrales. R¨ªos, monta?as, cuevas, mares. Tras las grandes creencias de los fundadores y santones se hallaba la naturaleza omnipresente. Ya Horacio, en su ep¨ªstola primera, dec¨ªa que se podr¨ªa echar a la naturaleza a empujones que, una y otra vez, regresar¨ªa. Santiago de Compostela (del campo de las estrellas) es la m¨¢s importante de las estaciones pero no la definitiva, no la meta. Esta se encuentra en los acantilados de la mar tenebrosa, pocos kil¨®metros m¨¢s all¨¢. Los peregrinos de Jerusal¨¦n se llevaban de Tierra Santa adem¨¢s de reliquias -por lo general falsas-, ramos de palmera, lo que les vali¨® el nombre de palmeros. Los romeros que iban o regresaban de Roma pose¨ªan como distintivos peque?as placas con los bustos de los ap¨®stoles Pedro y Pablo. Por otro lado, las conchas marinas han acompa?ado siempre a los peregrinos de Santiago.
Caminar, caminar solitario por el mundo, la m¨¢s de las vece
sde manera voluntaria y conforme; mientras otras, como le sucedi¨® a Arthur Rimbaud, de forma n¨®mada y gratuita: "Debo pasar el resto de mi vida errando, llevando a cuestas el cansancio y las privaciones, con la ¨²nica esperanza de morir desesperado", deja escrito en las Cartas abisinias. Pocas quejas en los epitafios de los peregrinos. Durante siglos se enterraban juntos, cada uno con sus sayales y aditamentos. Carlomagno, seg¨²n las cr¨®nicas, fue sepultado en Aquisgr¨¢n con el zurr¨®n de peregrino. Pero para m¨ª la tumba m¨¢s emotiva de un caminante es la del dan¨¦s Jon¨¢s. En la losa sepulcral (del siglo XIV) se dice que, en el curso de su vida, camin¨® por tres veces a Roma, dos a Jerusal¨¦n y tan solo una a Santiago. Por lo tanto, Jon¨¢s debi¨® pasarse gran parte de la vida caminando. La vida como camino, el camino como una filosof¨ªa de la vida. El camino de las estrellas, en Bel¨¦n o en Santiago. La representaci¨®n de la v¨ªa de las estrellas como ruta hacia el cielo est¨¢ impreso en la memoria antropol¨®gica de la humanidad: Via sacra, iter stellarum, la via lattea. Palmas, veneras, ramas, piedras, aguas, la naturaleza acompa?ando y protegiendo al caminante. Soledades compartidas en los peligros. Pero el mayor peligro es la alienaci¨®n en un mundo masificado y sin sentido.
Caminar, caminar para saber y aprender a vivir con uno mismo, el m¨¢s dif¨ªcil compa?ero. No viajamos solos, finalmente, sino con nuestro otro yo, menos transigente. O, si se prefiere, m¨¢s intransigente con nuestros defectos y pasiones. Caminar es dialogar con uno mismo, cuando la palabra ha quedado flotando ante los millones de im¨¢genes en suspensi¨®n, cuando la palabra ha sido vituperada. Un nuevo, m¨¢s bien viejo lenguaje: el de los caminantes, el del sonido de sus pasos ascendiendo monta?as, vadeando r¨ªos, durmiendo a la intemperie. Vivir mucho al aire libre, al sol y al viento. Como Thoreau, soy partidario del bosque y de la pradera, y de la noche, cuando se escucha crecer el ma¨ªz. ?Por qu¨¦ resulta a veces tan dif¨ªcil elegir el camino? Caminar, caminar como Jon¨¢s. En el relieve de su l¨¢pida tiene un rostro juvenil, en la mano izquierda porta una palma, en la derecha un cayado, y sobre su vientre una gran concha. Parece et¨¦reo, como un ¨¢ngel o como Hermes. Los pies, un poco curvados, como dici¨¦ndonos que su camino no ha terminado, o que quiz¨¢s aqu¨ª ya lo vio todo, aunque todav¨ªa le quede el m¨¢s all¨¢ de esa v¨ªa de las estrellas. Caminar, caminar hacia una loca sancta, que cualquier lugar de la naturaleza por otro lado lo es. Todo el mundo es un santo lugar, todo ser humano es una persona santa. Caminar, caminar hacia el santo lugar que est¨¢ en uno mismo, respirar el aire puro y el silencio como penitencia, como ¨¦xtasis. El gn¨®stico Bas¨ªlides acusaba, en el siglo II, a las gentes de hacer negocio de cualquier cosa, incluso de empaquetar el aire y venderlo. Duchamp lo enfrasc¨® y se lo llev¨® a Nueva York para ofrecerlo como obra de arte. Julio Camba, en medio de la Sexta Avenida, tambi¨¦n pens¨® en el buen negocio que tendr¨ªa aquel industrial que supiera embotellar el silencio.
Caminar, caminar y las certezas de la fe dejarlas para quienes las necesiten. El escepticismo y la fe. El m¨¦dico humanista Hieronymus M¨¹nzer se detuvo ante la tumba del Ap¨®stol Santiago y, al no poder certificar cient¨ªficamente que aquel era el cuerpo del seguidor de Cristo dijo: "Sola fide credimus, que Salvat nos homines". Sola fide. Y para el resto su propia convicci¨®n. Caminar como pensar, libres en medio del d¨ªa claro, libres en medio de la niebla densa, con destino o sin ¨¦l, hombres y mujeres. Fue precisamente una mujer, una tal Egeria, la que se convirti¨® en una de las primeras peregrinas occidentales que visitaron Jerusal¨¦n. Proced¨ªa probablemente del noroeste de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, de Galicia, y en el siglo V atraves¨® toda la cuenca mediterr¨¢nea hasta llegar a Tierra Santa donde visit¨® los lugares del Antiguo y del Nuevo Testamento. Jon¨¢s, Egeria, e infinidad de caminantes de todas las ¨¦pocas contemplando lo mucho que ha levantado el hombre y lo m¨¢s que ha destruido su avaricia y su soberbia. Caminar, caminar sobre el ojo de un puente g¨®tico o por entre las muescas del laberinto en la pilastra derecha del p¨®rtico de la catedral de San Martino de Lucca, y alcanzar en Betania la tumba de L¨¢zaro. Descansar all¨ª, conocedores de que el mejor yacer es el no resucitar.
Caminar hacia cualquier lugar, esc¨¦pticos o con fe; hacia cualquier meta, sagrada, laica o pagana. Caminar para calmarnos de la vida. Caminando uno se calma de s¨ª mismo, nunca se cura. Caminar no es huir. Intentar escapar de uno mismo es un fracaso seguro, ser¨ªa como cortejar el desastre. Deambular, caminar y ese caminar como una orden m¨¢s antigua y honorable que la caballer¨ªa. Nos aferramos a la tierra, ?qu¨¦ pocas veces ascendemos! Caminemos con unos y con otros, pues qu¨¦ distante est¨¢ todo camino cercano. Caminar como pensar. El estar en camino gu¨ªa e ilumina, trae y dicta.
C¨¦sar Antonio Molina es escritor y fue ministro de Cultura.
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