El ¨²ltimo corsario del Atl¨¢ntico
Benito Soto hizo temblar a las naves inglesas bajo la bandera negra en el XIX
La Costa da Morte es una tierra de profundos silencios y de aldeas fantasmales que han sobrevivido al azote cortante del viento y a un mar despiadado donde los marineros ahogados no encuentran descanso entre los achatarrados barcos, hundidos en su cementerio azul. All¨ª, al abrigo de los abruptos acantilados, anidan leyendas negras sobre raqueiros celtas que, en las noches de tempestad, soltaban a un par de vacas con candiles de fuego en la cornamenta para confundir a los vig¨ªas que iban buscando un puerto.
El timonel, confiado, viraba a la playa buscando la luz, sin sospechar que las olas enfurecidas acabar¨ªan por precipitarlo peligrosamente contra las rocas y el casco se part¨ªa en dos. El resto era coser y cantar para los saqueadores. Los m¨¢s sanguinarios asesinaban a los n¨¢ufragos en la costa, pero la mayor¨ªa se limitaba a esperar que la marea arrastrara su bot¨ªn a la arena.
Canales: "Canci¨®n del pirata' podr¨ªa estar inspirada en el pontevedr¨¦s"
Su aventura dur¨® apenas un a?o y acab¨® con la soga al cuello en Gibraltar
M¨¢s all¨¢ de la tierra s¨®lo se hizo c¨¦lebre Benito Soto Aboal, un corsario gallego que se aventur¨® por las aguas del Atl¨¢ntico en busca de fortuna. "Lo hizo por dinero, como todo el mundo", cuenta el historiador Carlos Canales, que despeja de un plumazo la aureola rom¨¢ntica del personaje: "Soto era un marinero del barrio pontevedr¨¦s de A Moureira, curtido en los bajos fondos por asuntos de contrabando y con iniciativa de sobra para echarse a la mar en un barco negrero". Canales se refiere a Defensor de Pedro, un velero bergant¨ªn dedicado al comercio de esclavos en el que se enrol¨® con 27 a?os como segundo contramaestre, el 22 de marzo de 1827.
El buque brasile?o ten¨ªa patente de corso para combatir en nombre de su gobierno a las naves de la Rep¨²blica de Buenos Aires y apoderarse de lo que hubiera en las bodegas. "De ah¨ª a la pirater¨ªa s¨®lo le faltaba un paso", apostilla el historiador. "Iban armados hasta los dientes, con cinco ca?ones por banda y un cargamento de rifles, sables, p¨®lvora y aguardiente", asegura Canales, que est¨¢ convencido de que Jos¨¦ Espronceda escribi¨® la Canci¨®n del pirata en recuerdo de este barco temible que ten¨ªa arsenal suficiente para defenderse en alta mar y llegar sin incidentes a la africana Costa de Oro.
En Ohu¨¦ les esperaban los negocios, pero durante la traves¨ªa se fue gestando una rebeli¨®n a bordo, fruto de la ambici¨®n de Soto y sus compinches, que "se dieron cuenta enseguida de que yendo por libre pod¨ªan sacar el doble de tajada", concluye este especialista en el siglo XIX.
El 3 de enero de 1828, echaron el ancla en la actual Ghana, donde el capit¨¢n Pedro Mariz de Sousa pensaba cerrar la compra con los jefes tribales de la zona, pero una pelea en plena noche ecuatorial aceler¨® el mot¨ªn y los esclavos nunca subieron al bergant¨ªn. Soto no desaprovech¨® la oportunidad y asumi¨® el mando del Defensor de Pedro. Abandon¨® a Mariz de Sousa y a sus marineros fieles en la costa africana y larg¨® velas hacia el Atl¨¢ntico Sur con una veintena de hombres desesperados que, "sin mercanc¨ªa para vender en Cuba, no ten¨ªan otra alternativa que la pirater¨ªa", explica Canales.
La tripulaci¨®n pint¨® de negro la embarcaci¨®n para disfrazarla y ah¨ª comenz¨® la leyenda de la enigm¨¢tica Burla Negra. "Cuentan que la rebautiz¨® V¨ªctor Barbaz¨¢n, un franc¨¦s psic¨®pata que se convirti¨® en la mano derecha de Soto", explica el historiador, que no respalda esta versi¨®n: "Los desmanes del Defensor de Pedro se confundieron con los brutales abordajes del Black Joke, un cl¨ªper de Baltimore dedicado al tr¨¢fico de esclavos que se hab¨ªa convertido en un desaf¨ªo para las naves brit¨¢nicas encargadas de detener la trata".
El de A Moureira fue cambiando de bandera para evitar las sospechas de los nav¨ªos que se iba encontrando y a la altura de las Azores dio su primer gran golpe. Fue el Morning Star, un mercante ingl¨¦s que transportaba maderas nobles, especias y caf¨¦. "Violaron a las mujeres y pasaron a cuchillo a la mayor¨ªa de la tripulaci¨®n, pero hubo quien sobrevivi¨® a la sanguinaria masacre", relata Canales.
Esa fue la perdici¨®n de Benito Soto, que tras colocar sus mercanc¨ªas en el puerto de Mar¨ªn y Pontevedra puso rumbo al Estrecho de Gibraltar, donde pensaba cobrar una letra y dedicarse a saborear las mieles del ¨¦xito. Su plan nunca lleg¨® a materializarse. Confundi¨® la Punta de Tarifa con la isla de Le¨®n y el bergant¨ªn acab¨® encallando en la costa gaditana. Soto consigui¨® huir hasta el Pe?¨®n pero su fin estaba cerca. Las confesiones a prostitutas y el gasto incontrolado de los marineros en las tabernas del puerto atrajeron la atenci¨®n de las autoridades y, tras ser reconocidos por un superviviente del Morning Star, acabaron ahorcados por 75 asesinatos y del saqueo de diez barcos.
El bot¨ªn del ¨²ltimo corsario qued¨® enterrado en la Tacita de Plata y pas¨® al recuerdo convertido en una c¨¦lebre coplilla carnavalesca: Los duros antiguos.
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