Se busca locomotora para Europa
Hay una ley no escrita que afirma que la Uni¨®n Europea avanza cuando los europeos se ponen de acuerdo y Alemania paga. La construcci¨®n europea ha sido posible gracias al fuerte europe¨ªsmo alem¨¢n y a su solidaridad, que habitualmente ha priorizado el inter¨¦s europeo por encima de su inter¨¦s nacional. Sin embargo, durante esta crisis Alemania est¨¢ dando muestras de cansancio. Su canciller, Angela Merkel, es reticente a liderar el proyecto europeo en plena tempestad. En el pasado, las crisis han servido para que la Uni¨®n irrumpiera con m¨¢s fuerza, pero ?podr¨¢ hacerlo esta vez sin Alemania pagando la gasolina y en el tim¨®n de mando?
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn fue recibida con j¨²bilo por los europeos; pero tambi¨¦n con miedo. Europa reaccion¨® fortaleciendo su proceso de integraci¨®n mediante la creaci¨®n del Tratado de Maastricht. Ante el incierto resultado del refer¨¦ndum franc¨¦s sobre dicho tratado, el diario Le Monde sentenci¨®: "Un resultado negativo ser¨ªa para Francia y Europa la mayor cat¨¢strofe desde que Hitler lleg¨® al poder". Y, 45 a?os despu¨¦s de haber concluido la II Guerra Mundial, la nueva Alemania unificada todav¨ªa daba miedo a sus vecinos.
Alemania ya no quiere tirar de la UE. Merkel es reticente a liderar el proyecto en plena tempestad
El ajuste exigido por Berl¨ªn dificulta el crecimiento econ¨®mico europeo
Es precisamente este factor del miedo (de los europeos a Alemania y de los alemanes a s¨ª mismos) lo que explica en gran medida la progresi¨®n hacia la uni¨®n pol¨ªtica y monetaria. Los alemanes afrontaron la dif¨ªcil decisi¨®n de desprenderse de su bien m¨¢s preciado: el marco; no solo su mayor s¨ªmbolo nacional, tambi¨¦n la moneda europea m¨¢s fuerte.
La valoraci¨®n de las exportaciones alemanas en 1992 equival¨ªa a m¨¢s de 429 billones de d¨®lares al a?o, muy superiores a las de Francia (235) o Reino Unido (190). Por otro lado, impulsando el nacimiento de la Pol¨ªtica Europea de Seguridad Com¨²n (PESC) dieron claras muestras a sus vecinos de que las ambiciones de pol¨ªtica exterior de la nueva Alemania pod¨ªan acomodarse bajo el paraguas comunitario. Haciendo avanzar a Europa, los alemanes disiparon los temores. Durante los a?os noventa Alemania comenz¨® a dar muestras de normalizaci¨®n. A medida que el Holocausto quedaba atr¨¢s, el sentimiento de culpa de las nuevas generaciones iba disminuyendo y su pol¨ªtica exterior se hac¨ªa m¨¢s en¨¦rgica. As¨ª, la "potencia civil" -como la bautiz¨® el polit¨®logo alem¨¢n Hanns W. Maull, refiri¨¦ndose a las especiales caracter¨ªsticas de su pol¨ªtica exterior- iba dando paso a una "potencia normalizada", que incorpora el inter¨¦s nacional en su acci¨®n exterior. Como ejemplos de ello, el reconocimiento prematuro de Eslovenia y Croacia; el env¨ªo de soldados al exterior en las misiones de Somalia,Bosnia y Kosovo; o su creciente inter¨¦s por lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Pero sin duda un hito hist¨®rico en este proceso de normalizaci¨®n alemana ser¨¢ su actitud durante la crisis. Hoy, Alemania no da miedo y Merkel lo sabe, lo que ha permitido a la canciller actuar en defensa de su inter¨¦s nacional, incluso en detrimento del proyecto europeo. Primero se mostr¨® reticente a aprobar el plan de rescate para Grecia -presionada por las elecciones en Renania del Norte-Westfalia- y despu¨¦s accedi¨® cuando era evidente que el progresivo contagio supon¨ªa una amenaza para el euro en su conjunto, incluida Alemania. Ahora hemos sabido que tambi¨¦n es en el inter¨¦s de los bancos alemanes que los propios griegos puedan hacer frente a sus deudas. Pero, naturalmente, una decisi¨®n de rescate tomada en febrero hubiera ahorrado sufrimiento a los griegos. Despu¨¦s Merkel accedi¨® a la creaci¨®n de un fondo especial europeo de emergencias, dotado con 750.000 millones de euros, solo cuando logr¨® que el Fondo Monetario Internacional estuviera tambi¨¦n involucrado.
Igualmente, el plan de recorte del gasto p¨²blico en Alemania ha confirmado lo anterior. Con los tipos de inter¨¦s de su deuda en m¨ªnimos hist¨®ricos y un d¨¦ficit p¨²blico muy inferior a los del resto, la medida no solo dificultar¨¢ el crecimiento econ¨®mico europeo, sino que adem¨¢s obligar¨¢ a sus vecinos a continuar aprobando planes de recortes similares o m¨¢s dr¨¢sticos, dejando el Estado del bienestar patas arriba. ?No recuerda esta nueva Merkel a los tiempos en que Margaret Thatcher iba a Bruselas a pelear por sus libras sujet¨¢ndose el bolso?
Esta nueva actitud alemana preocupa especialmente en los c¨ªrculos europeos, deprimidos tras los poco alentadores meses que han seguido al Tratado de Lisboa. Desde su entrada en vigor, concebido sobre todo para impulsar la visibilidad de la Uni¨®n en el mundo, no solo se ha visto c¨®mo los efectos de la crisis econ¨®mica golpeaban con especial fuerza a Europa, sino que adem¨¢s se va dibujando un inquietante escenario: conforme la hegemon¨ªa de Estados Unidos se va difuminando, el ascenso de China y Brasil confirma un mundo de varios polos donde Europa puede quedar ausente.
El primer aviso vino en la cumbre de Copenhague, donde la Uni¨®n estaba llamada a ser la estrella, dado su liderazgo en la lucha contra el cambio clim¨¢tico, pero tuvieron que ser Estados Unidos, China, Brasil, India y Sur¨¢frica los que cerraron el acuerdo final. La estrategia del alumno aventajado qued¨® arrollada por los golpes en la mesa de los m¨¢s contaminantes. Despu¨¦s Barack Obama enfri¨® los ¨¢nimos cuando anunci¨® que no asistir¨ªa a la cumbre entre Europa y Estados Unidos. Y por ¨²ltimo, en la reciente cumbre del G-20, donde, a pesar de que los pa¨ªses europeos aportaron atractivas iniciativas comunes sobre fiscalidad global, no lograron convencer a los emergentes para ponerlas en pr¨¢ctica.
Desaparecido el miedo alem¨¢n, ?qu¨¦ impulsar¨¢ ahora la Uni¨®n? Un mundo de gigantes -que lo es incluso para las tradicionales potencias europeas: Alemania, Reino Unido, Francia- deber¨ªa servir para impulsar la acci¨®n concertada. Pero ese solo motivo no servir¨¢ para vencer las aldeanas aspiraciones de poder de las canciller¨ªas europeas. Y quiz¨¢ ni siquiera para revertir el creciente nacionalismo alem¨¢n. Se busca locomotora para Europa y no parece f¨¢cil sustituir a la alemana.
Carlos Carnicero Urabayen es m¨¢ster en Relaciones Internacionales de la UE por la London School of Economics y en Paz y Seguridad Internacional por el King's College London.
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