'Correbous' en el div¨¢n
El veto a las corridas en Catalu?a inquieta en la comarca del Ebro, volcada en encierros sospechosos de maltrato animal
Acerca el morro a la terraza que sirve de valla, casi como si se dejara acariciar. "Cuidado, que es bravo", advierte al grupo de ni?os que rodean la jaula Pedro Fumad¨®, Lo Charnego, principal criador de toros de Catalu?a desde esta finca de L'Ampolla (Tarragona). Y Generoso, el bravo de 550 kilos que esta noche protagonizar¨¢ el correbou de Camarles con una especie de tea prendida y adherida a cada cuerno, raspa el suelo con la pezu?a izquierda y se cabriola encar¨¢ndose a los j¨®venes. "?Si cuidamos a los toros? Ma?ana volver¨¢ aqu¨ª, a descansar", ilustra el ganadero. "Equiparar los correbous a las corridas o al maltrato es demagogia barata. Hace a?os la gente les pegaba, pero hoy el comportamiento es ejemplar", asegura. El supuesto buen trato contrasta con la inquietud del territorio tras el veto del Parlament a las corridas, justificado por el sufrimiento que este espect¨¢culo infringe a los animales. "Tememos que proh¨ªban los encierros por el mismo motivo", se preocupa Lo Charnego. ?A qu¨¦ vienen las dudas si no hay maltrato? "Culpa de los pol¨ªticos, lo manipulan todo", zanja Fumad¨®.
La realidad parece m¨¢s compleja, seg¨²n se palpa en los pueblos del Ebro, ahora en fiestas que anuncian el evento estrella de cada a?o: los encierros, de enorme popularidad en una treintena de municipios de la zona que no implican la muerte del animal pero son tachados de "salvajada" por la asociaci¨®n que promovi¨® el veto a las corridas. Los partidos nacionalistas catalanes -CiU y ERC- los defienden al un¨ªsono, pero admiten dudas sobre algunas variantes: la que protagonizar¨¢ Generoso -bou emboulat- y el llamado bou encordat, con cuerdas atadas a la cornamenta del toro y tiradas por mozos que tratan de dominar al animal.
Los aficionados los desvinculan de las corridas pero siguen intranquilos por la prohibici¨®n. "Aqu¨ª no se maltrata", defiende Vicent Pellicer, de la pe?a taurina de Sant Carles de la R¨¤pita. "No es tan b¨¢rbaro, pero el animal debe de sufrir, s¨ª", medita entre cervezas Luis Casanovas, comercial de 35 a?os que no se pierde un correbou del pueblo. "Objetivamente, hay maltrato", le acompa?a Jos¨¦ Bernal, de 66 a?os. Los partidos catalanes, menos apasionados por los encierros que estos parroquianos, raramente sostendr¨ªan en p¨²blico esta afirmaci¨®n. "Porque aqu¨ª quien quite los toros se borra de la pol¨ªtica. Resta votos", dice Bernal.
Es el argumento con que el PP acusa de hip¨®critas y anties-pa?olistas a los nacionalistas al defender los encierros mientras vetan las corridas. "No es catalanismo ni electoralismo, sino la fractura social de prohibir algo tan popular", razona Marta Cid, diputada de ERC elegida en las tierras del Ebro. CiU y ERC dicen defender los encierros porque aspiran a regularlos hasta desterrar cualquier sospecha de maltrato. Evoluci¨®n imposible, se?alan, en las corridas. "Para salvar los correbous debemos adaptarlos a la ¨¦tica de los tiempos", admite Francesc Sancho, diputado de CiU y alcalde de L'Ampolla que dice disfrutar como un chaval con los encierros.
Desde 2004, los pueblos del Ebro aplican un reglamento que los nacionalistas pretenden convertir en ley tras el verano. Entre otros aspectos, contempla sanciones ante los juerguistas que sol¨ªan atacar a los toros con punzones y piedras. Los animalistas aplauden el paso, pero los correbous siguen en su punto de mira porque "maltratar bajo normas restrictivas sigue equivaliendo a maltrato". "Los encierros de los embolats y enlla?ats son maltrato pero prohibirlos sin pedagog¨ªa crear¨ªa problemas", a?ade Jaume Forcadell, portavoz local del grupo ecologista ICV, tambi¨¦n contrario a las corridas.
Esta complejidad o contradicci¨®n antiespa?olista, seg¨²n quien la interprete, dispara la inquietud de los lugare?os. "Si los pol¨ªticos quieren prohibirnos, saldremos a la calle", advierte Ramon Mart¨ª, vecino de Amposta que espera a Generoso en el precario ruedo hecho de andamios de Camarles. Y el toro que al d¨ªa siguiente volver¨¢ a la finca de Lo Charnego irrumpe en la plaza con fuego en una estructura adherida a cada asta, encabrit¨¢ndose con gesto trastornado a ratos, manso y tranquilo el resto del tiempo. "Quiz¨¢ sufran estr¨¦s, decir maltrato ya es subjetivo", opina ?ngel Guerrero, veterinario que supervisa el encierro, mientras el bravo se planta frente al tendido con los cuernos en llamas.
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