UNO
Llega septiembre, he aqu¨ª su retrato: el hombre invisible, al cole; mi hermana, al curro; yo, a las putas tareas del hogar. Los d¨ªas pasan de un modo nuevo, yo jam¨¢s los hab¨ªa visto pasar de esa manera, cr¨¦etelo, rulan como un peta infinito, as¨ª que vivo anestesiado, adormecido, insensible... Me levanto, preparo los desayunos, acompa?o a mi sobrino al colegio, hago la compra, arreglo la casa..., todo en plan m¨¢quina. Gracias a esa robotizaci¨®n mental, dejan de agobiarme las preguntas relacionadas con el futuro. Y, ahora que lo pienso, tambi¨¦n las relacionadas con el presente. Y con el pasado. Me la trae floja todo. A veces llamo martes a los mi¨¦rcoles y jueves a los viernes porque no distingo los unos de los otros. Solo los s¨¢bados y los domingos parecen a¨²n jodidos s¨¢bados y jodidos domingos, no se apean ni a tiros de esa categor¨ªa mental. Incombustibles, feroces, inhumanos, los s¨¢bados y los domingos poseen una resistencia al ¨®xido que te cagas. Los meses son muy suyos tambi¨¦n; tienen los bordes afilados, de modo que no puedes pasar de uno a otro sin herirte.
Los peces, ?c¨¢gate!, siguen vivos. El hombre invisible les cambia el agua cada d¨ªa y deja caer sobre ella unas "l¨¢grimas" (as¨ª llama ¨¦l a las gotas) de anticloro. Lo del anticloro nos raya un poco, porque sabemos que la diferencia entre echarlo o no echarlo es la que va de la vida a la muerte. En la cama, con la luz apagada, jugamos a enumerar razones por las que un d¨ªa dejar¨ªamos de pon¨¦rselo: por pereza, porque nos hemos olvidado de comprarlo, porque en el fondo queremos acabar con los bichos, porque nos equivocamos de frasco, porque nos morimos... El hombre invisible se pasa el d¨ªa inventando nuevas razones. Se le ocurren tantas que al final parece un milagro que contin¨²en vivos. El chaval se preocupa sobre todo por el pez que lleva mi nombre, mientras que yo finjo inquietarme especialmente por el que lleva el suyo. Me mola cero ese paralelismo entre los animales y nosotros, pero el cr¨ªo se lo pasa bien y a m¨ª, como ya he dicho, el discurrir de los d¨ªas me insensibiliza. Me aturde. Me aletarga. Firmaba por estar as¨ª el resto de mi vida.
Lee el cap¨ªtulo DOS.
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