Adi¨®s (relativo) a las bombas de racimo
EE UU, Rusia y China, principales fabricantes de munici¨®n de fragmentaci¨®n, han quedado al margen del Tratado de Oslo, que acaba de entrar en vigor
Antes de impactar contra el suelo, las bombas fragmentarias, o de racimo, liberan multitud de peque?os artefactos que quedan dispersados de forma aleatoria y no siempre explotan. O no lo hacen en ese momento, al menos, porque muchas bombetas -as¨ª se llaman- permanecen ocultas para acabar estallando hasta 40 a?os despu¨¦s. Desde 1965, seg¨²n la Coalici¨®n contra las bombas de racimo (CMC, en sus siglas en ingl¨¦s), este tipo de armamento ha matado o mutilado a 100.000 personas, la tercera parte de ellas, ni?os. Pero ayer, suscrito por 107 pa¨ªses y ratificado por 38, entr¨® en vigor el tratado que lo proh¨ªbe.
Seg¨²n la Convenci¨®n de Oslo, firmada en diciembre de 2008, cada Estado se compromete a no emplear, desarrollar, producir, adquirir, almacenar, conservar o transferir a nadie, "bajo ninguna circunstancia", municiones de racimo. El primer art¨ªculo del tratado es muy expl¨ªcito. El problema es que los principales pa¨ªses fabricantes a¨²n no se han adherido.
Desde 1965 han matado o mutilado a 100.000 personas, la tercera parte, ni?os
"Es uno de los pasos m¨¢s grandes que se han dado", dice Mabel Gonz¨¢lez, responsable de Desarme de Greenpeace Espa?a. "Y obviamente faltan cosas, como que lo firmen EE UU, China y Rusia
[los tres mayores productores]. Pero los que hemos participado en el proceso lo ten¨ªamos muy claro. Mejor que el tratado sea fuerte. Luego ya se sumar¨¢n".
Hay un claro precedente. El Tratado de Ottawa, que entr¨® en vigor en 1999, prohibi¨® las minas antipersona en t¨¦rminos similares a los que ahora emplea el de Oslo. Entonces, como ahora, los mayores fabricantes rehusaron suscribirlo, pero el resultado ha sido alentador: "No firmaron
[y siguen sin haberlo hecho], pero no se han vuelto a vender minas", explica Mabel Gonz¨¢lez. Pa¨ªses como Israel, India o Pakist¨¢n, con conflictos vivos o latentes, tampoco han suscrito la convenci¨®n. Pero Thomas Nash, de la CMC, defendi¨® hace unos d¨ªas en Ginebra que lo que importa es la fuerza "estigmatizadora" del acuerdo. Y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, celebr¨® el viernes que la entrada en vigor del Tratado de Oslo represente "un gran avance para las agendas humanitarias y de desarme".
Seg¨²n Amnist¨ªa Internacional, EE UU utiliz¨® bombas de racimo en Yemen a finales de 2009, provocando la muerte de 41 civiles. La CMC afirma que Georgia y Rusia tambi¨¦n las usaron, aunque ambos pa¨ªses lo nieguen, durante la guerra de cinco d¨ªas que mantuvieron en 2008. Pero "el que m¨¢s nos preocupa que vaya a usarlas a corto plazo es Israel", asegura Mabel Gonz¨¢lez. En 2006, durante las ¨²ltimas 72 horas de guerra contra Hezbol¨¢ en el sur de L¨ªbano, Israel "dej¨® el territorio sembrado" cuando "ya sab¨ªa que habr¨ªa acuerdo". La ONU asegur¨® haber encontrado m¨¢s de 100.000 artefactos sin explotar y tild¨® la actuaci¨®n israel¨ª de "completamente inmoral".
Espa?a -sexto pa¨ªs del mundo en exportaci¨®n de armas- en esta ocasi¨®n ha desempe?ado un papel ejemplar. Las Fuerzas Armadas espa?olas dispon¨ªan en 2007 de tres tipos de bombas fragmentarias, dos de ellas de fabricaci¨®n nacional. Pero una vez decidido que, como Alemania, Francia, Reino Unido o Jap¨®n, apoyar¨ªa el Tratado de Oslo, en el Ministerio de Defensa "quisieron ir muy r¨¢pido", explica Mabel Gonz¨¢lez. Tanto que Espa?a se convirti¨® en el primer pa¨ªs en destruir todo su arsenal.
No hay datos de cu¨¢ntos artefactos fragmentarios almacenan Rusia o China. Pero EE UU -con una cantidad demostrada de 800 millones- es el mayor productor y exportador mundial. El d¨ªa que Obama recogi¨® el Nobel de la Paz, en la misma ciudad que ahora da nombre al tratado antibombas de racimo, el presidente estadounidense defendi¨® que "los instrumentos de guerra tienen un papel en la preservaci¨®n de la paz". Meses despu¨¦s, eso s¨ª, rubric¨® una ley que restringe su exportaci¨®n. "De EE UU es lo que podemos esperar", explica la portavoz de Greenpeace. "No podemos esperar que Obama lo haga todo".
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