El enaltecimiento y otras emociones
El enaltecimiento del terrorismo o, para ser m¨¢s precisos, el enaltecimiento de los terroristas precisamente por serlo, el elogio o alabanza p¨²blica de aquellos que hayan participado en la comisi¨®n de actos terroristas es un delito. Es un delito porque as¨ª lo dice el C¨®digo Penal en su art¨ªculo 578, no porque a cualquiera de nosotros se lo parezca.
Tal conducta puede ser objeto de los m¨¢s variados enfoques: pol¨ªticos, morales, psicol¨®gicos, antropol¨®gicos, etc. y en cada caso podremos encontrar diferentes opiniones y pareceres. Sin embargo, para la Administraci¨®n, para la Autoridad Gubernativa custodia del Estado de Derecho, s¨®lo uno de estos an¨¢lisis es relevante: el jur¨ªdico-penal.
Tras a?os de miedo, esta sociedad ha decidido no soportar el enaltecimiento de quienes la amenazan
Situar el an¨¢lisis en el terreno de lo sentimental, de lo emocional o de lo psicol¨®gico es llevarlo al mundo de lo indiscutible por discutible. Siendo desde luego necesario salvaguardar el honor y la memoria de las v¨ªctimas y si¨¦ndolo asimismo la compensaci¨®n emocional para sus familiares despu¨¦s de tantos a?os de inicuo desprecio y de cobarde olvido, el an¨¢lisis jur¨ªdico del enaltecimiento del terrorismo no puede conducirse por los derroteros de una hipot¨¦tica confrontaci¨®n entre los sentimientos de los allegados de las v¨ªctimas y los allegados de los victimarios. Este es el r¨ªo revuelto en el que pescan los partidarios de los terroristas.
El an¨¢lisis de una conducta que, por sus caracter¨ªsticas delictivas, provoca la utilizaci¨®n de la fuerza leg¨ªtima del Estado de Derecho ha de ser desapasionado y todo lo objetivo que permita la propia naturaleza de los hechos a enjuiciar, deslind¨¢ndose de particularismos psicol¨®gicos indemostrables.
Para comenzar, debe se?alarse la irrelevancia del fundamento de la "cercan¨ªa emocional" como elemento eliminador de la antijuridicidad. Es de suponer que el enaltecimiento objetivo de alguien, por ejemplo de un asesino convicto, parta de una emoci¨®n afectuosa. No siempre es necesario, desde luego. Cu¨¢ntas veces no habr¨¢ sido un c¨¢lculo ventajista el motor de honras compatibles con el m¨¢s ol¨ªmpico desprecio, como dec¨ªan los norteamericanos del dictador nicarag¨¹ense Anastasio Somoza: "puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta"
Por otra parte, todos podemos ser amados, hasta los seres m¨¢s monstruosos. El amor puede incluso constituir el incentivo para la recuperaci¨®n moral y la resocializaci¨®n del delincuente. En nuestro caso, desgraciadamente, cabr¨ªa dudar de si hay m¨¢s perversi¨®n en el amado o amador. En el terrorista que cometi¨® su delito a?adiendo al dolor de sus v¨ªctimas directas la pu?alada emocional a sus buenos progenitores o en el chico que se limit¨® a cumplir el destino para el que hab¨ªa sido inoculado con el odio sectario desde su m¨¢s tierna edad. ?Qui¨¦n sabe?... ?Qu¨¦ importa?
Lo que importa no es la mayor o menor cercan¨ªa emocional que cada cual pueda sentir con respecto a unos delincuentes presos. Lo que importa es la ocupaci¨®n del espacio p¨²blico, que es com¨²n para todos, como plataforma para la expresi¨®n enaltecedora de sujetos condenados por delitos terroristas porque la ocupaci¨®n del espacio p¨²blico a tal fin causa un da?o injustificable que el Estado de Derecho ha decidido impedir. Da?o particularizado que se causa a las v¨ªctimas del terrorismo, inocentes todas ellas y da?o social que el legislador ha considerado inaceptable y punible.
Lo que importa no es la materia, unos determinados sentimientos particulares, sino la imposici¨®n colectiva que implica la expresi¨®n p¨²blica de los mismos en cuanto que ofensivos y contrarios al canon de conducta m¨ªnimo exigible. Ni esta sociedad ni ninguna otra lo tolera absolutamente todo si es que pretende subsistir. Esta sociedad, despu¨¦s de muchos a?os de miedo, ha decidido no soportar m¨¢s el enaltecimiento de quienes la amenazan.
Que la actividad llevada a cabo por las organizaciones del entorno de la izquierda abertzale no es simple expresi¨®n de humana solidaridad sino legitimaci¨®n pol¨ªtica del terror es algo evidente pero que, por si fuera necesario insistir, queda acreditado con la sumisi¨®n de las asociaciones de familiares de presos respecto de la propia organizaci¨®n terrorista. As¨ª, por ejemplo, Etxerat no tiene ning¨²n escr¨²pulo a la hora de dar de baja sin mayores miramientos a cuantos presos etarras son expulsados del denominado Colectivo de Presos Pol¨ªticos Vascos (EPPK) controlado por ETA. ?Se termina la "cercan¨ªa emocional" al dictado de la banda?... evidentemente. La cercan¨ªa emocional alegada es lo de menos, lo importante es el haberse situado "fuera de la disciplina y el respaldo del colectivo", tal y como se expresaba en su comunicado.
Por cierto que ante este acto de expulsi¨®n pol¨ªtica y emocional el movimiento de Desobediencia Civil de Iparralde, DEMO (Demokrazia Euskal Herriarentzat) celebr¨® el 28 de diciembre de 2008 en Mugerre, cerca de Baiona, un acto que de forma significativa culmin¨® con cuatro familiares de Txelis, Pikabea, Gisasola y Urrosolo, sujetando cada uno su fotograf¨ªa. Con ello, seg¨²n sus propias palabras, pretend¨ªan reivindicar su figura ante la desaparici¨®n de su imagen de los carteles que exhiben los rostros de los presos de ETA. Es el enaltecimiento del arrepentimiento, algo severamente prohibido por la organizaci¨®n...como es l¨®gico.
Rafael Iturriaga Nieva es viceconsejero de Seguridad del Departamento de Interior del Gobierno vasco
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