De toros, Espa?a y las autonom¨ªas
Me encuentro entre esa mayor¨ªa de espa?oles que el domingo pasado retrataba la encuesta de EL PA?S, ese 60% al que no le gustan los toros pero que en cambio no los prohibir¨ªa, y asisto a este debate con serenidad y naturalidad. Uno m¨¢s de los muchos debates ¨¦ticos a los que nos vamos enfrentando y seguiremos haci¨¦ndolo en el futuro como resultado de los avances de la civilizaci¨®n, ya sean estos resultados de avances cient¨ªficos o de evoluci¨®n cultural. Lo hemos visto con el debate de la fertilizaci¨®n artificial, de la muerte digna, de las c¨¦lulas madre embrionarias, lo vemos con la protecci¨®n del medio ambiente, con las consecuencias del cambio clim¨¢tico y lleva a?os plante¨¢ndose en torno a la defensa de los animales.
Sin embargo, no veo que sea esa la actitud con la que se est¨¢ afrontando el debate suscitado por la decisi¨®n del Parlamento de Catalu?a de prohibir la fiesta de los toros a partir de 2012, sino que se hace en t¨¦rminos de defensa identitaria, mezclando todos los temas: los toros como identidad de la cultura espa?ola, la igualdad de derechos de los ciudadanos, las autonom¨ªas y la defensa de los animales.
Es cierto que la fiesta de los toros es una manifestaci¨®n cultural espa?ola, que hunde sus ra¨ªces en la antig¨¹edad, aunque tal y como hoy la conocemos es del siglo XVIII, y que hoy se celebra en Espa?a, en el sur de Francia, Portugal y en el mundo hispanoamericano. Pero tambi¨¦n lo es que, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, viene perdiendo apoyo entre la poblaci¨®n y en especial entre los j¨®venes. Encuestas realizadas sobre esta cuesti¨®n sit¨²an una fuerte correlaci¨®n entre la edad y el g¨¦nero, y la aceptaci¨®n de las corridas de toros es cosa de mayores y de hombres fundamentalmente, situ¨¢ndose en torno al 50% los j¨®venes de 16 a 25 a?os los que prohibir¨ªan las corridas de toros. Es decir, el futuro de los toros es incierto y de esto es de lo que se deber¨ªan preocupar los defensores de la fiesta, en lugar de buscar culpables externos.
Esto puede deberse a diversos factores intr¨ªnsecos a la propia fiesta o, a la evoluci¨®n del sistema de valores m¨¢s propenso a la defensa de los animales. Es aqu¨ª donde deber¨ªamos haber centrado el debate y este es el origen del debate en Catalu?a. Se trata de una iniciativa popular propiciada por asociaciones ecologistas defensoras de los animales, que se ha tramitado de acuerdo con los procedimientos legales y en el marco de las competencias legislativas del Parlamento de Catalu?a. Otra cosa es que los nacionalistas catalanes, de manera oportunista, hayan visto la ocasi¨®n de meter un rej¨®n a la cultura espa?ola y que la ambig¨¹edad del PSC, producto de sus contradicciones internas, con la libertad de voto ha propiciado la prohibici¨®n. Mi oposici¨®n a la prohibici¨®n est¨¢ en que en este debate y en este momento deber¨ªa haber prevalecido el valor de la libertad de elecci¨®n del ciudadano de ir o de no ir, en lugar de la de prohibir.
Es normal que en un estado compuesto como es el espa?ol, con distintas comunidades y en el ¨¢mbito de sus competencias tengan normas distintas en diversos temas. Los catalanes pueden prohibir los toros y los andaluces declararlos bien de inter¨¦s cultural. Los andaluces permiten la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre embrionarias y los madrile?os no y as¨ª podr¨ªamos seguir enumerando diferentes regulaciones resultado del ejercicio de la autonom¨ªa proclamado en la Constituci¨®n.
Las competencias sobre espect¨¢culos p¨²blicos son exclusivas de las comunidades aut¨®nomas desde la primera generaci¨®n de Estatutos de autonom¨ªa y nadie lo ha discutido hasta ahora, hasta el punto de que Canarias ha hecho uso de esa competencia para que no haya espect¨¢culos taurinos desde comienzos de los noventa y nadie ha dicho nada, ser¨¢ porque gobierna el PP con Coalici¨®n Canaria.
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