El mito se renueva
A la par de la Historia, la Mitolog¨ªa ofrece al novelista atra¨ªdo por relatos antiguos un formidable repertorio de h¨¦roes, viajes, monstruos, pasiones e incre¨ªbles aventuras. (Solo los dioses quedar¨¢n al margen, olvidados: no encajan bien o acaso no caben en las prosas modernas). El acervo m¨ªtico, con sus imponentes figuras, deviene materia estupenda para recuentos renovadores, incluso en temas ya relatados en la ¨¦pica antigua. Desde El vellocino de oro, de Robert Graves (sobre el mito de los Argonautas), y los dos libros sobre Teseo de Mary Renault hasta Casandra y Medea, de Christa Wolf; Troya, de G. Haefs, o Troya al atardecer, de A. Sarabia, o Ariadna en Naxos, de Javier Azpeitia, por ejemplo, las tramas m¨ªticas y sus h¨¦roes resucitan con aires renovados. No solo, desde luego, los hel¨¦nicos. Tambi¨¦n la fascinante mitolog¨ªa art¨²rica (que ya en el Medievo inspirara novelas) aporta sus h¨¦roes y gestas fabulosas a novelistas de gran estilo, como J. Steinbeck, en Los caballeros del Rey Arturo, o T. H. White, en Camelot, gran saga caballeresca de chispeante humor. Esos relatos admiten diversos acentos y enfoques. Cabe, como en las hist¨®ricas, darles la palabra a los vencidos y silenciados, como hizo de manera ejemplar C. Wolf. En su Casandra, es la profetisa cautiva quien ante los muros de Micenas -una escena que viene de Esquilo- narra su versi¨®n de la guerra de Troya, antiheroica y feminista, y en Medea, la maga aparece como v¨ªctima de la cruel xenofobia de los corintios. Al ser noveladas las figuras m¨ªticas se prestan a modernos matices psicol¨®gicos o a gui?os ir¨®nicos -como los estupendos de Steinbeck y White-.
Existe un cierto contraste de fondo entre las tramas hist¨®ricas y las m¨ªticas: en las primeras se evoca la atm¨®sfera de un pasado, distante, pero preciso y real; pero al novelar un relato m¨ªtico lo fabuloso deriva hacia lo fant¨¢stico, en un escenario fingido impreciso, pero al que la novela da tonos realistas. Aqu¨ª los decorados importan menos que las pasiones violentas y los encuentros prodigiosos. (Por eso en el c¨®mic y el cine quedan bien las recreaciones m¨ªticas). Pero en ambos casos autor y lectores recurrimos a la memoria colectiva y nos sumergimos en ese imaginario ahora novelado, donde los fantasmas de la historia y del mito conviven, y dialogan entre s¨ª, y con nosotros.
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