Atticus Finch, el h¨¦roe silencioso
Han pasado 50 a?os desde que Atticus Finch ense?¨® a sus hijos que "uno no comprende realmente a una persona hasta que no se mete en su piel y camina dentro de ella", y desde que este abogado sure?o decidiese defender a Tom Robinson, un negro acusado de violaci¨®n en la Alabama de los a?os treinta, empobrecida por la Gran Depresi¨®n y cimentada en un racismo que parec¨ªa inamovible. Sab¨ªa que sus posibilidades de lograr justicia eran nulas, pero como le explica a su hija, "el que hayamos perdido cien a?os antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer". Ha transcurrido medio siglo desde que los hermanos Jem y Scout y su amigo Dill -personaje inspirado por un ni?o llamado Truman Capote- quedaron atrapados por una malsana curiosidad ante la figura que habitaba la casa m¨¢s inquietante de Maycomb, Boo Radley, para acabar descubriendo que jam¨¢s hay que dejarse llevar por los prejuicios. Hace medio siglo, Nelle Harper Lee public¨® Matar un ruise?or y este verano se han multiplicado los homenajes a una de las obras maestras de la literatura estadounidense, acontecimientos que han estado marcados por una ausencia m¨¢s que significativa: la de la propia autora.
Matar un ruise?or
Harper Lee
Traducci¨®n de Baldomero Porta
Zeta Bolsillo. Barcelona, 2009
410 p¨¢ginas
10 euros
Matar un rossinyol
Traducci¨®n de Xavier P¨¤mies
Edicions 62. Barcelona, 2006
368 p¨¢ginas
19 euros
Mockingbird. A portrait of Harper Lee
Charles J. Shields
Holt, Henry & Company, 2007
368 p¨¢ginas
"Siempre ven cosas nuevas en la novela. Y me parece incre¨ªble la forma en que la relacionan con sus vidas", asegur¨® en una ocasi¨®n Harper Lee
"El libro trata un tema esencial en todas partes: el desaf¨ªo de vivir en paz con gente que es diferente", afirma Charles J. Shields, bi¨®grafo de la autora
Nelle Harper Lee (Alabama, 1926) public¨® su ¨²nico libro en 1960, cuando ten¨ªa 34 a?os: fue un ¨¦xito inmediato (hasta ahora se han vendido m¨¢s de treinta millones de ejemplares, seg¨²n Publishers Weekly) y al a?o siguiente gan¨® el Premio Pulitzer. La maravillosa pel¨ªcula de Robert Mulligan, estrenada solo dos a?os despu¨¦s, en la que Gregory Peck encarna a un inolvidable Atticus Finch (se llev¨® el Oscar), una actuaci¨®n que se queda pegada a la retina y al coraz¨®n como la banda sonora de Elmer Bernstein permanece flotando en el inconsciente, no hizo m¨¢s que acrecentar el impacto social de una novela que es capaz de bucear en las heridas de la vida y de un pa¨ªs sin hacer da?o, pero sin hacer concesiones, con una mirada que puede parecer inocente, pero que no lo es en absoluto.
Cuando se public¨® la novela, Harper Lee concedi¨® unas pocas entrevistas, pero al poco tiempo decidi¨® huir de la fama y desde entonces vive escondida, aunque no recluida, entre su ciudad natal, Monroeville (Alabama) y Nueva York. De vez en cuando, aparece para recoger alg¨²n premio, t¨ªmida y cari?osa a la vez con sus lectores. En YouTube (http://www.youtube.com/watch?v=V_98W3IQCx8), puede verse un v¨ªdeo de la escritora recibiendo un galard¨®n en 2007 en Birmingham (una ciudad clave en el movimiento de los derechos civiles, como lo fue su propio libro). Charla con todo el mundo, abraza a ni?os que han acudido a verla, pero cuando sube al escenario, tras una tremenda ovaci¨®n, solo logra decir: "Ten¨ªa un discurso preparado, pero mi coraz¨®n est¨¢ demasiado repleto para poder pronunciarlo. Solo alcanzo a daros las gracias por uno de los d¨ªas m¨¢s felices de mi vida".
En 2007, Veronica Peck, la viuda del protagonista de Matar un ruise?or, la convenci¨® para que acudiese a un homenaje a la pel¨ªcula en Hollywood. La ¨²nica frase que pronunci¨® en p¨²blico fue: "Es mejor quedarse callada que quedar como una tonta". Aunque cada a?o se rumorea que se dejar¨¢ ver en la recreaci¨®n del juicio a Tom Robinson que se celebra en Monroeville -una ciudad que se ha convertido en una especie de parque tem¨¢tico del libro y la pel¨ªcula-, siempre se excusa.
Al final, quedan las palabras que se mezclan con las im¨¢genes de Robert Mulligan, quedan los ni?os que descubren el mundo y se enfrentan a una historia cargada de injusticias, permanece la lucha por la dignidad de un abogado y el relato de un padre que quiere proteger a sus hijos sin ocultarles las miserias del mundo en el que viven, y queda una frase -"cuando ten¨ªa casi 13 a?os, mi hermano Jem sufri¨® una fractura en el codo"- con la que arranca una novela que sigue ganando lectores en todo el mundo. "Creo que hay tres razones por las que la gente vuelve una y otra vez a Matar un ruise?or", explica Charles J. Shields, autor de la ¨²nica biograf¨ªa de la autora (no autorizada, naturalmente, aunque celebrada por la cr¨ªtica cuando se public¨® hace cuatro a?os), Mockingbird. A portrait of Harper Lee (Ruise?or. Un retrato de Harper Lee). "Primero, porque es una buena historia y siempre habr¨¢ sitio en nuestras estanter¨ªas para las buenas historias. Segundo, porque el libro trata un tema esencial en todas partes: el desaf¨ªo de vivir en paz con gente que es diferente. Y tercero, porque esta novela comparte algo con muchas otras grandes creaciones literarias: te pregunta. ?Qu¨¦ har¨ªas? ?Defender¨ªas lo que crees justo como Atticus aunque te enfrentes a las cr¨ªticas e incluso al odio?", asegura Shields en una entrevista por correo electr¨®nico.
Mezcla de ficci¨®n y recuerdos de infancia -la voz de la narradora es la de Harper Lee como Maycomb es Monroeville, su ciudad natal-, Matar un ruise?or es tambi¨¦n un homenaje a la figura paterna, a su insobornable valent¨ªa ("este es su pa¨ªs: lo hemos forjado de ese modo y m¨¢s vale que aprendan a aceptarlo tal y como es", afirma Atticus), a los paisajes humanos y f¨ªsicos de la infancia que modelan lo que somos y con los que nos topamos constantemente a lo largo de los a?os. Estas semanas la prensa anglosajona se ha llenado de art¨ªculos sobre Harper Lee, que dan vueltas sobre el misterio de una autora que nunca lleg¨® a escribir una segunda novela, sobre su relaci¨®n con Truman Capote, algunos reporteros han husmeado en Monroeville, sin conseguir una entrevista casi tan preciada como la de Thomas Pynchon (aunque Lee, a diferencia de J. D. Salinger, se esconde de la fama, no del mundo), pero por encima de todos ellos sobrevuela la misma pregunta: ?de d¨®nde surge la fuerza de Matar un ruise?or? "Es fascinante y dolorosa y divertida. Scout y su padre, Atticus Finch, son figuras ic¨®nicas para los estadounidenses, porque hacen lo que deben en el momento necesario", ha dicho la escritora de best sellers Tracy Chevalier. La propia autora se refiri¨® al tema hace cuatro a?os cuando acept¨® acudir en Tuscaloosa (Alabama) a una modesta ceremonia: la entrega de los premios a los mejores ensayos escolares sobre su libro y permiti¨® que un periodista de The New York Times estuviese presente. "Siempre ven cosas nuevas en la novela. Y me parece incre¨ªble la forma en que la relacionan con sus vidas". Quiz¨¢ el misterio de Matar un ruise?or est¨¦ precisamente en eso, en c¨®mo es capaz de hablarnos a cada uno de nosotros, en la forma en que se dirige a nuestros propios recuerdos, en c¨®mo la figura de Atticus Finch, ese personaje tan propio de la ficci¨®n estadounidense, el h¨¦roe oculto, dispuesto a actuar en silencio por los dem¨¢s sin llevarse ni un ¨¢pice de gloria, pertenece tambi¨¦n a nuestras vidas. Como ocurre con otras obras cumbre de la literatura, Matar un ruise?or est¨¢ profundamente relacionada con un tiempo y un espacio, sin el cual no puede entenderse -el Viejo Sur durante la Gran Depresi¨®n- (como El Gatopardo narra un momento clave de la historia de Italia o Guerra y paz describe la derrota de Napole¨®n en Rusia); pero es a la vez un relato universal que se transmite de una generaci¨®n a otra.
Sin embargo, en una de las ¨²ltimas entrevistas que concedi¨®, en 1964, Harper Lee asegur¨® que nunca pens¨® que su libro fuese a funcionar. "Cre¨ªa que la novela no iba a tener ¨¦xito, pero m¨¢s bien ocurri¨® todo lo contrario. En cierta medida, el ¨¦xito me dio el mismo miedo que me produc¨ªa la muerte r¨¢pida que esperaba en manos de unos cuantos cr¨ªticos". Hija de un editor de diarios y prestigioso abogado, nunca termin¨® sus estudios de derecho, sino que se fue a Nueva York a buscarse la vida y a pelearse con un manuscrito, que tard¨® cuatro a?os en completar (con varias reescrituras inducidas por su agente y por su editor). En esa aventura hacia la literatura cont¨® con la ayuda de su amigo de la infancia, Truman Capote, al que a su vez acompa?¨® en su viaje m¨¢s dif¨ªcil cuando, en el invierno de 1959, decidi¨® ir a Holcolm (Kansas) para investigar la matanza de la familia Clutter. Capote es un personaje esencial en Matar un ruise?or, el ni?o Dill, mientras que Harper Lee tambi¨¦n aparece bajo el nombre de Idabel en su primera novela, publicada en 1948, Otras voces, otros ¨¢mbitos. "La muchacha delgada de llameante y corto cabello rojo entr¨® con un aire fanfarr¨®n y se detuvo completamente inm¨®vil, con las manos en las caderas. Su rostro era chato y m¨¢s bien impertinente. Una red de enormes y feas pecas le cruzaba la nariz", escribe Capote. Aquella amistad y aquel viaje del que surgir¨ªa otra obra maestra de la literatura estadounidense, A sangre fr¨ªa (la novela de no ficci¨®n fundacional del nuevo periodismo), han quedado reflejados en dos pel¨ªculas que se estrenaron a la vez en 2006: Capote e Historia de un crimen. El bi¨®grafo Shields reconoce a Harper Lee en las dos actrices que la encarnaron, Catherine Keener y Sandra Bullock, y reconoce al personaje, a esa mujer "inteligente, incisiva, segura y buena narradora de historias". Aquel invierno fue decisivo, vital y literariamente, para los dos escritores, que acabaron distanci¨¢ndose con el tiempo. A pesar de que ella le ayud¨® no solo en la investigaci¨®n de los cr¨ªmenes, sino tambi¨¦n en la organizaci¨®n de las notas, Harper Lee no aparece en los agradecimientos de A sangre fr¨ªa. Las malas lenguas han afirmado siempre que Capote nunca se repuso del enorme ¨¦xito de su amiga de la infancia. La que desde luego no se repuso de aquel ¨¦xito fue la propia Harper Lee. Tras haber vendido 2,5 millones de copias en su primer a?o, los editores, sus amigos y tambi¨¦n los periodistas no paraban de hacerle la misma pregunta: ?para cu¨¢ndo el segundo libro? "Supongo que en este asunto tengo que citar a Scarlett O'Hara: 'Ya pensar¨¦ en ello ma?ana", respondi¨® una vez. En cierta medida, Matar un ruise?or cobr¨® vida propia y super¨® a su autora.
En su biograf¨ªa, Charles J. Shields reconstruye una fiesta que dos personajes de la vida cultural neoyorquina organizaron en honor de Harper Lee la v¨ªspera de la publicaci¨®n de su novela. Ese mismo d¨ªa la revista Time llevaba en su portada a un joven l¨ªder que estaba a punto de ser nombrado candidato dem¨®crata a la presidencia: John Fitzgerald Kennedy. Shields recuerda el momento m¨¢s c¨¦lebre de su discurso de aceptaci¨®n: "Nos encontramos ante una nueva frontera -los a?os sesenta-, una frontera de oportunidades y peligros insospechados, una frontera de esperanzas incumplidas pero tambi¨¦n de amenazas". Estas palabras resumen el momento en el que nace Matar un ruise?or, un mundo en el que todo iba a cambiar para que nada siguiese igual. Cincuenta a?os despu¨¦s, tras haber superado la frontera de un nuevo siglo, el discurso de JFK tiene todo el sentido, como lo tiene el retrato de un pueblo de Alabama a trav¨¦s de los ojos de una ni?a. Por encima de todos ellos, de Scout, Dill y Jem, de la propia Harper Lee, de Gregory Peck y Robert Mulligan, del Viejo Sur y de la Gran Depresi¨®n, surge la figura de Atticus Finch, el hombre que pronuncia estas palabras: "Quer¨ªa que descubrieses lo que es el verdadero valor, hijo, en vez de creer que lo encarna un hombre con una pistola. Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla est¨¢ perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence".
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