La calidad de la vida democr¨¢tica
Desde hace tiempo, los bar¨®metros del CIS demuestran que a los espa?oles les preocupa casi tanto la calidad democr¨¢tica de vida como el nivel econ¨®mico de vida. Si los dos primeros lugares del ranking de problemas percibidos est¨¢n ocupados por el paro y la crisis, el tercer rango lo ocupa "la clase pol¨ªtica". Pero tampoco en esto es Espa?a ninguna excepci¨®n. En realidad, por todo Occidente predomina la misma visi¨®n negativa sobre el estado de salud de nuestras democracias, con pocas variaciones entre un clima n¨®rdico, anglosaj¨®n y germ¨¢nico algo menos pesimista que nuestro sur latino mediterr¨¢neo (Francia, Espa?a, Italia
...), ¨¢rea que se lleva la palma en materia de descr¨¦dito y desconfianza sobre la calidad de la democracia.
Los tres grandes retos del Estado del bienestar
G?sta Esping-Andersen y Bruno Palier
Traducci¨®n de Pau Joan Hern¨¢ndez
Ariel. Barcelona, 2010
126 p¨¢ginas
23 euros
Cultura de la legalidad. Instituciones, procesos y estructuras
Manuel Villoria Mendieta y Mar¨ªa Isabel Wences Sim¨®n (editores)
Los Libros de la Catarata. Madrid, 2010
264 p¨¢ginas
17 euros
La legitimidad democr¨¢tica. Imparcialidad, reflexividad y proximidad
Pierre Rosanvallon
Traducci¨®n de Heber Cardoso
Paid¨®s. Barcelona, 2010
317 p¨¢ginas
28 euros.
Pensar institucionalmente
Hugh Heclo
Traducci¨®n de Albino Santos Mosquera
Paid¨®s. Barcelona, 2010
350 p¨¢ginas
22,50 euros
Otro gran problema de las democracias actuales es el ascenso de los delitos de cuello blanco, tantas veces facilitados por la tolerancia o el encubrimiento
?A qu¨¦ factores cabe atribuir este s¨ªndrome de alienaci¨®n democr¨¢tica, que se manifiesta por una aguda crisis de desconfianza hacia nuestras respectivas clases pol¨ªticas? Hace poco coment¨¦ aqu¨ª el reciente diagn¨®stico de Manuel Castells (Comunicaci¨®n y poder, Alianza, Madrid, 2009), que culpa a los medios como desencadenantes de la crisis de la democracia, dado el clima de crispaci¨®n propiciado por el fuego cruzado de informaciones escandalosas. Una visi¨®n que resulta muy com¨²n, pues todos hemos incurrido en el error de perspectiva de matar al mensajero, culpando a la clase medi¨¢tica de los desmanes de la clase pol¨ªtica. Pero m¨¢s all¨¢ del crispado debate de la confrontaci¨®n pol¨ªtica, lo cierto es que la realidad de nuestras democracias deja mucho que desear, frustrando amargamente las expectativas que los ciudadanos nos creemos con derecho a abrigar. Pues lo m¨¢s indignante es que mientras los pol¨ªticos se pelean ante las c¨¢maras de televisi¨®n, los problemas reales de los ciudadanos siguen sin resolverse. ?Cu¨¢les son los verdaderos males que degradan nuestra calidad de vida p¨²blica? ?C¨®mo explicar las deficiencias y los fallos de la democracia realmente existente? He aqu¨ª algunos libros recientes que exploran sus causas ocultas o ¨²ltimas, investigadas a diferentes niveles de profundidad.
Una primera visi¨®n de tipo infraestructural nos la proporciona G?sta Esping-Andersen, el soci¨®logo dan¨¦s hoy afincado en la universidad catalana que, a partir de su c¨¦lebre libro Los tres mundos del Estado del bienestar (1990), pasa por ser la primera autoridad cient¨ªfica en el an¨¢lisis del llamado modelo social europeo. Algo que resulta determinante para el problema que nos ocupa, pues la calidad del nivel de vida ejerce un efecto directo sobre el nivel de calidad de la democracia, entendida como r¨¦gimen garante de los derechos universales. De ah¨ª la importancia del Estado de bienestar, encargado de proteger los derechos sociales de los ciudadanos. Y si estos se encuentran insatisfechos con la democracia es tambi¨¦n porque consideran que sus derechos no se est¨¢n viendo reconocidos como debieran. Pues bien, en esta l¨ªnea, el ¨²ltimo libro de Esping-Anderson (que compila un ciclo de tres conferencias pronunciadas en Par¨ªs, presentadas por el investigador del CNRS Bruno Palier) identifica los tres peores agujeros negros que amenazan el futuro del modelo social europeo: la creciente incapacidad femenina para ejercer el derecho a formar familia, la creciente desigualdad de oportunidades educativas entre los j¨®venes y la creciente incapacidad social para garantizar una vejez digna.
Adem¨¢s de la dificultad para ejercer los propios derechos, el otro gran problema de las democracias actuales es el preocupante incremento de las violaciones de la legalidad, y no me refiero tanto a la criminalidad organizada (mafias, terrorismo global, etc¨¦tera) como al rampante ascenso de los delitos de cuello blanco, tantas veces facilitados por la tolerancia o el encubrimiento de la clase pol¨ªtica: clientelismo, corrupci¨®n, fraudes, evasi¨®n de impuestos y capitales, econom¨ªa negra o sumergida, etc¨¦tera. Una evidente vulneraci¨®n de la legalidad que adem¨¢s parece haberse acelerado como efecto extraordinario de la crisis financiera occidental. Y lo peor no es eso, pues a¨²n resulta m¨¢s preocupante el clima de impunidad, resignaci¨®n y tolerancia social con que semejante ascenso de la ilegalidad es contemplado por la ciudadan¨ªa como si fuera una fatalidad inevitable. Algo muy peligroso, pues a partir de autores como O'Donnell (Disonancias, Paid¨®s, Prometeo, Buenos Aires, 2007) o Morlino (Democracias y democratizaciones, CIS, Madrid, 2009), cabe sostener que la violaci¨®n del imperio de la ley es quiz¨¢s el factor m¨¢s corrosivo de la calidad democr¨¢tica.
De ah¨ª el inter¨¦s del libro compilado por Manuel Villoria (uno de nuestros primeros expertos en corrupci¨®n pol¨ªtica, corresponsable de la secci¨®n espa?ola de Transparencia Internacional), que enfoca la cuesti¨®n no tanto desde el punto de vista de las subculturas delincuentes como al rev¨¦s: desde la ¨®ptica de la ausencia (el d¨¦ficit o al menos la debilidad) de una tan necesaria como imprescindible cultura de la legalidad. A diferencia de las democracias de religi¨®n protestante, donde se tiene a gala el cumplimiento de las leyes, en las democracias cat¨®licas, por el contrario, se hace ostentaci¨®n del incumplimiento normativo, como si cumplir la ley fuera cosa de pardillos incapaces de evitar hacer el primo. Y para construir esa cultura de la legalidad sin la cual no hay calidad democr¨¢tica posible, el libro compilado por Villoria explora sus diversas dimensiones se?aladas por autores como el citado O'Donnell: rendici¨®n de cuentas (accountability), transparencia, autoridades reguladoras, c¨®digos de buen gobierno, etc¨¦tera.
A partir de aqu¨ª accedemos a un nivel superior de abstracci¨®n, como es la progresiva p¨¦rdida de legitimidad que aqueja a nuestras democracias. De las cinco dimensiones de calidad democr¨¢tica defini-das por Morlino, libertad, igualdad, legalidad, responsabilidad y legitimidad, esta ¨²ltima es la m¨¢s dif¨ªcil de definir y analizar. A ello le dedica un extenso y denso libro Pierre Rosanvallon, catedr¨¢tico de filosof¨ªa pol¨ªtica en el Colegio de Francia. Parte de una constataci¨®n: las democracias poseen una doble columna vertebral, los cuerpos de representantes pol¨ªticos, elegidos partidistamente por los ciudadanos, y los cuerpos de administradores p¨²blicos, elegidos imparcialmente por tribunales especializados. Pero ambas corporaciones, la de pol¨ªticos y la de funcionarios, est¨¢n igualmente deslegitimadas por su p¨¦rdida del cr¨¦dito y la confianza de los ciudadanos. ?Y c¨®mo pueden recobrar su legitimidad perdida? No como hacen hoy, entreg¨¢ndose al uso y abuso de las t¨¦cnicas del marketing medi¨¢tico y empresarial, sino someti¨¦ndose a los tres principios enunciados por el subt¨ªtulo del libro.
La imparcialidad procede de aquellas autoridades independientes, en tanto que no electas, cuya funci¨®n es exigir responsabilidades legales (como en O'Donnell y Morlino: accountability, rendici¨®n de cuentas) tanto a pol¨ªticos como a funcionarios. La reflexividad alude al supremo valor jurisdiccional que deben garantizar tribunales como el Constitucional y otros organismos an¨¢logos, encargados de trascender el poder normativo y constituyente, emanado de la voluntad popular, para articularlo de forma racional y coherente. Pero si estos dos primeros principios (imparcialidad y reflexividad) aluden a la dial¨¦ctica entre democracia y legalidad, el tercero (proximidad) se refiere a la relaci¨®n entre los ciudadanos (o la sociedad civil) y los poderes p¨²blicos (ejercidos por pol¨ªticos y funcionarios). Es la parte m¨¢s interesante del libro, donde Rosanvallon cuestiona la vigente metodolog¨ªa generalista y homogeneizadora para proponer un modelo basado en la personalizaci¨®n, la singularidad localizada y la interacci¨®n reticular. Todo ello mediado por los medios informativos, creadores de la realidad percibida, cuya interferencia potencialmente perversa podr¨ªa ser salvada, seg¨²n Rosanvallon, por comisiones tripartitas constituidas caso por caso entre pol¨ªticos, funcionarios (o t¨¦cnicos) y periodistas.
Finalmente, queda el sustrato m¨¢s profundo del que surge la degradaci¨®n democr¨¢tica, manifestada por la desarticulaci¨®n de su tejido institucional, erosionado por la rapacidad oportunista del homo economicus. Es la denuncia que formula Hugh Heclo (un pensador estadounidense de tradici¨®n metodista cuya obra tambi¨¦n se ha centrado en la filosof¨ªa pol¨ªtica), pues si las instituciones se ven cada vez m¨¢s deslegitimadas y desautorizadas por la desconfianza ciudadana es porque sus miembros personales act¨²an con racionalidad individualista en lugar de hacerlo con racionalidad institucional. Una denuncia paralela a la que otros autores formulan contra el declive del capital social y la confianza p¨²blica, que redefine la calidad de la vida democr¨¢tica en t¨¦rminos de un problema de acci¨®n colectiva. Pero diagnosticar acertadamente la enfermedad dista mucho de hallarle remedio, y para ello el moralismo de Hugh Heclo no sirve de mucho.
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