Mucha confusi¨®n
El catalanismo ha perdido la batalla estatutaria debido, en gran parte, a su confusi¨®n conceptual y estrat¨¦gica. Las reacciones a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto han sido de rechazo y repudio, pero han mostrado un gran desconcierto acerca de las alternativas de futuro.
La confusi¨®n despunta en dos conceptos ampliamente utilizados: la soberan¨ªa y el federalismo. Si alg¨²n concepto pol¨ªtico est¨¢ obsoleto en la Europa de hoy es el de soberan¨ªa. Con la divisi¨®n de poderes entre los Gobiernos locales, auton¨®micos, estatales y europeo, ha dejado de haber una autoridad suprema capaz de tomar decisiones ¨²ltimas en todos los temas sobre la poblaci¨®n de un territorio bien definido; es decir, ha dejado de haber "soberan¨ªa".
En la UE, m¨¢s que independencia hay interdependencia. Ni hay soberan¨ªa ni la volver¨¢ a haber
Hace unos pocos siglos, la construcci¨®n estatal comport¨® la proclamaci¨®n de un poder absoluto e indivisible dentro de unas fronteras para enfrentarse a los ej¨¦rcitos extranjeros, evitar las importaciones y prevenir las inmigraciones. Pero actualmente ning¨²n poder pueden aspirar a una jurisdicci¨®n de este tipo cuando han desaparecido las fronteras, las aduanas, las monedas y, de hecho, hasta los ej¨¦rcitos capaces de defender por s¨ª solos un territorio estatal.
El modelo europeo actual, del que Espa?a y Catalu?a, como las dem¨¢s comunidades de la Uni¨®n, forman parte, comporta m¨²ltiples niveles de gobierno. Cada nivel de gobierno tiene y deber¨ªa tener competencias exclusivas o preferentes en distintos temas, seg¨²n la escala de eficiencia de los bienes p¨²blicos que provee; ya sean la moneda y el mercado comunes a nivel continental; ciertas infraestructuras y recursos naturales a nivel peninsular; el urbanismo y las escuelas a nivel regional; o los parques y las calles a nivel local.
Dentro de la Uni¨®n Europea, m¨¢s que independencia hay interdependencia. Ni hay soberan¨ªa ni la volver¨¢ a haber.
Muy confuso es asimismo el uso que se hace a menudo del vocablo "federalismo". La federalizaci¨®n de Espa?a no implicar¨ªa necesariamente m¨¢s autogobierno de las comunidades aut¨®nomas, aunque, por ejemplo, los estatutos pasaran a llamarse constituciones. En algunos pa¨ªses federales los Gobiernos territoriales tienen m¨¢s poderes que la Generalidat de Catalu?a, pero en otros tienen menos. Parece que muchos entienden por "federalismo" una especie de confuso estadio intermedio entre la autonom¨ªa y la independencia. Pero lo que implica la federaci¨®n es m¨¢s uni¨®n, es decir, menos competencia entre los Gobiernos territoriales y m¨¢s participaci¨®n en las pol¨ªticas comunes de ¨¢mbito general.
En Espa?a, los elementos fundamentales de la federalizaci¨®n ser¨ªan la representaci¨®n de los territorios en el Senado, la efectividad de las conferencias de presidentes auton¨®micos y la cooperaci¨®n entre los ministros y los consejeros de cada tema cuando se necesiten acuerdos de amplio alcance.
Sin embargo, el ¨¢mbito estatal es hoy insuficiente para muchos temas de pol¨ªticas p¨²blicas. En el contexto actual, una f¨®rmula federal solo podr¨ªa ser eficaz en un marco continental, es decir, en una federaci¨®n europea. Algunos opinadores y hasta alg¨²n pol¨ªtico propuso que en la manifestaci¨®n del 10 de junio en Barcelona ondearan banderas de la Uni¨®n Europea, pero la sugerencia tuvo un eco menor.
En el aspecto estrat¨¦gico, proclamar "somos una naci¨®n" es irrelevante si la voluntad de ser no se concreta en un proyecto pol¨ªtico. Ante la pretensi¨®n de que "nosotros decidimos" hay que preguntar: decidimos ?qu¨¦? Las demandas catalanas que llevaron al proyecto de Estatut de 2005 inclu¨ªan, al mismo tiempo, m¨¢s poderes propios (por ejemplo, en la administraci¨®n de justicia y el S¨ªndico de Agravios), relaciones bilaterales con el Gobierno central (en impuestos e inversiones) y m¨¢s participaci¨®n en las instituciones comunes (como el Tribunal Constitucional, el Banco de Espa?a y el Senado).
Estas demandas apuntaban en direcciones diferentes y su armonizaci¨®n habr¨ªa requerido un esfuerzo mayor. Pero solo dos d¨ªas despu¨¦s de la manifestaci¨®n catalanista del paseo de Gracia, el Parlamento de Catalu?a rechaz¨® una iniciativa legislativa para un refer¨¦ndum sobre la independencia.
A continuaci¨®n, la defensa del Estatuto se circunscribi¨® a refrendar su pre¨¢mbulo, pero ni siquiera este gesto pudo ser trasladado a las Cortes Generales. Ahora mismo no parece, pues, que se quiera avanzar ni hacia m¨¢s "soberan¨ªa" ni hacia m¨¢s "federaci¨®n".
Ante la confusi¨®n de alternativas, es m¨¢s probable que en el pr¨®ximo periodo se restauren las cl¨¢sicas pol¨ªticas de conllevancia, por un lado, y peix al cove (pescado a la canasta), por el otro; es decir, los intercambios de votos en los dos Parlamentos entre los partidos que gobiernen en Espa?a y en Catalu?a, sin mayor ambici¨®n de reforma institucional.
Tras la peripecia estatutaria, no ser¨¢ f¨¢cil reanudar estas pr¨¢cticas t¨ªpicas de los a?os ochenta y noventa. Pero no parece que en este momento nos encontremos en el inicio de algo nuevo. Esto m¨¢s bien parece el final de una d¨¦cada perdida y un regreso a la situaci¨®n anterior.
Josep M. Colomer es profesor de investigaci¨®n del CSIC en Barcelona, autor de Ciencia de la pol¨ªtica (Ariel, 2009).
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