Silencios ominosos, condenas inmisericordes
La Iglesia cat¨®lica del siglo XX, que legitim¨® tantas dictaduras y mantuvo en secreto la pederastia de algunos de sus miembros, ha sido implacable con aquellos te¨®logos de honestidad intachable que se atrevieron a disentir
Silencios ominosos y condenas inmisericordes. Esa ha sido la actitud del Vaticano y de buena parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica durante los ¨²ltimos 70 a?os. Silencios ominosos ante masacres y cr¨ªmenes contra la humanidad y sus responsables. Condenas inmisericordes contra te¨®logos y te¨®logas, sacerdotes, obispos, fil¨®sofos, escritores -cristianos o no- por ejercer la libertad de expresi¨®n y atreverse a disentir; condenas todas ellas contra toda l¨®gica jur¨ªdica, que establece que "el pensamiento no delinque". Silencios ominosos sobre personas sanguinarias, ideolog¨ªas totalitarias y dictaduras militares con las manos manchadas de sangre. Condenas inmisericordes a hombres y mujeres de manos limpias, de honestidad intachable, de ejemplaridad de vida.
Tildaron a los curas obreros de comunistas y los enviaron a los conventos para ser 'reeducados'
Los te¨®logos disidentes sufrieron censura de publicaciones, destierros, expulsi¨®n de las c¨¢tedras
El m¨¢s grave de esos silencios fue, sin duda, el de P¨ªo XII ante los seis millones de jud¨ªos, gitanos, discapacitados, homosexuales, transexuales, gaseados y llevados a las piras crematorias de los campos de concentraci¨®n del nazismo. Ya antes, siendo secretario de Estado del Vaticano firm¨®, en nombre de P¨ªo XI, el Concordato Imperial con la Alemania nazi bajo el Gobierno de Hitler. Ah¨ª comenz¨® su complicidad con el nazismo. Uno de los intelectuales m¨¢s madrugadores en la denuncia de tama?o y tan ominoso silencio fue el dramaturgo alem¨¢n Hochulth en su obra de teatro El Vicario, estrenada en 1963.
En 1953 P¨ªo XII firm¨® un Concordato con Franco, legitimando la dictadura, mientras guardaba silencio sobre la represi¨®n franquista despu¨¦s de la guerra civil, que cost¨® decenas de miles de muertos.
Un a?o m¨¢s tarde hac¨ªa lo mismo con el dictador Rafael Trujillo, presidente de la Rep¨²blica Dominicana, sin condenar sus abusos de poder y sus cr¨ªmenes de Estado.
En la d¨¦cada de los cuarenta del siglo pasado, el cardenal Emmanuel C¨¦lestin Suhard, arzobispo de Par¨ªs, autoriz¨® a algunos sacerdotes y religiosos a trabajar en las f¨¢bricas. El dominico Jacques Loew lo hizo como descargador de barcos en el puerto de Marsella. Monse?or Alfred Ancel, obispo auxiliar de Lyon, fue cura-obrero durante cinco a?os. La experiencia fue inmortalizada por Gilbert Cesbron en la novela Los santos van al infierno. Pero pronto se frustr¨®. Los sacerdotes obreros fueron acusados de comunistas y subversivos, cuando lo que hac¨ªan era dar testimonio del Evangelio entre la clase trabajadora alejada de la Iglesia y descre¨ªda, compartiendo su vida y sus penalidades, identific¨¢ndose con sus luchas, ganando el pan con el sudor de su frente. En vez de hacer o¨ªdos sordos a las acusaciones, P¨ªo XII las dio por ciertas y pidi¨® a los sacerdotes que abandonaran el trabajo en las f¨¢bricas y se reintegraran en el trabajo pastoral en las parroquias y a los religiosos que se incorporaran a sus comunidades, al tiempo que ordenaba a los obispos franceses que enviaran a los sacerdotes obreros a los conventos para ser "reeducados".
Otro largo, ominoso y c¨®mplice silencio ha sido el guardado ante los abusos sexuales de sacerdotes, religiosos y obispos con ni?os, adolescentes y j¨®venes a lo largo de m¨¢s de medio siglo en parroquias, noviciados, seminarios, casas de formaci¨®n, curias religiosas y casas de familias de numerosos pa¨ªses, abusando de la autoridad del cargo y de la confianza depositada por los padres en ellos.
Hasta el Vaticano llegaron las denuncias contra el fundador de La Legi¨®n de Cristo, el mexicano Marcial Maciel. Pero no fueron tenidas en cuenta o fueron archivadas. Lo que le daba a Maciel patente de corso para seguir cometiendo cr¨ªmenes sexuales contra personas vulnerables e indefensas abusando de su poder e influencia como fundador y del apoyo de los papas y de los obispos.
Condena inmisericorde fue la que cay¨®, como una losa, contra la Nouvelle Th¨¦ologie en la enc¨ªclica Humani generis (1950), de P¨ªo XII, seguida de sanciones contra los te¨®logos m¨¢s representativos de dicha tendencia: Henry de Lubac, Karl Rahner, Yves M. Congar, Dominique Chenu... ?Delito? Hacer teolog¨ªa en di¨¢logo con la modernidad, buscar la unidad de las Iglesias a trav¨¦s del ecumenismo, enterrar definitivamente las guerras de religi¨®n. ?Sanciones? Censura de publicaciones teol¨®gicas, destierros (Congar, luego cardenal, sufri¨® tres destierros), prohibici¨®n de escribir y de predicar, expulsi¨®n de las c¨¢tedras, colocaci¨®n de algunas de sus obras en el ?ndice de Libros Prohibidos y retirada de las bibliotecas de los seminarios y facultades de teolog¨ªa, expulsi¨®n de las congregaciones religiosas, y, a veces, c¨¢rcel.
Unos meses antes de que Juan XXIII inaugurara el concilio Vaticano II, el cardenal Alfredo Ottaviani, que ejerc¨ªa de Gran Inquisidor al frente de la Congregaci¨®n del Santo Oficio, dirigi¨® a los obispos de todo el mundo la carta Crimen sollicitudinis, en la que instru¨ªa sobre las medidas a tomar en determinados casos de abusos sexuales por parte de los cl¨¦rigos: exig¨ªa que fueran tratados "del modo m¨¢s reservado" los casos de solicitud en la confesi¨®n e impon¨ªa "la obligaci¨®n del silencio perpetuo". M¨¢s a¨²n, a todas las personas involucradas en dichos casos (incluidas las v¨ªctimas) se las amenazaba con la pena de excomuni¨®n en caso de no observar el secreto. El silencio se mantuvo durante los pontificados de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II y Benedicto XVI hasta hace unos meses.
Con el concilio Vaticano II pareciera que se iban a contener las sanciones y se iba a levantar el velo de silencio contra los cr¨ªmenes de lesa humanidad. Pero no fue as¨ª. Con motivo de la publicaci¨®n de la enc¨ªclica Humanae vitae (1968), de Pablo VI, que condenaba el uso de los m¨¦todos anticonceptivos, se produjeron nuevos procesos, censuras, prohibiciones y condenas contra los te¨®logos que disintieron. Dos ejemplos emblem¨¢ticos: Edward Schillebeeckx y Bernhard H?ring, asesores del Vaticano II e inspiradores de algunos de sus textos renovadores, fueron sometidos a severos juicios por la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe.
Mientras se endurec¨ªan las condiciones de los procesos eclesi¨¢sticos en manos del Santo Oficio (aceptaci¨®n de denuncias an¨®nimas, indefensi¨®n del reo ante los tribunales eclesi¨¢sticos, las mismas personas que instru¨ªan el proceso eran las que juzgaban y condenaban, imposibilidad de apelaci¨®n...), el mismo organismo vaticano impon¨ªa silencio sobre los cr¨ªmenes de pederastia, proteg¨ªa a los culpables, los absolv¨ªa sin ning¨²n prop¨®sito de la enmienda y, como mucho, les daba un nuevo destino pastoral, a veces sin siquiera avisar de las verdaderas razones del traslado a los obispos y sacerdotes vecinos.
En la carta De delictis gravioribus, de 2001, el cardenal Ratzinger ratificaba el silencio impuesto por el cardenal Ottaviani 40 a?os atr¨¢s. Mientras tanto, en numerosos documentos condenaba la homosexualidad, considerando "objetivamente desordenada" la mera inclinaci¨®n homosexual y "moralmente inaceptables" las relaciones homosexuales, y exigiendo la expulsi¨®n de los candidatos al sacerdocio homosexuales de los seminarios. Hace unos d¨ªas fue expulsado de la Academia Pontificia de Santo Tom¨¢s de Aquino de Roma el te¨®logo alem¨¢n David Berger por hacer p¨²blica su homosexualidad. Mientras la mantuvo en secreto, no hubo problemas. ?El cinismo vaticano no tiene l¨ªmites!
Recientemente la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe ha hecho algunas modificaciones al documento de 2001 que, bajo la apariencia de endurecer las penas, empeoran las cosas al calificar como delitos graves y punibles la ordenaci¨®n sagrada de las mujeres, la apostas¨ªa, la herej¨ªa y el cisma al mismo nivel que la pederastia.
Para el Vaticano, afirma la te¨®loga feminista Rosemary Redford Ruether, "intentar ordenar a una mujer es peor que el abuso sexual de un ni?o. El abuso sexual de un ni?o por un sacerdote es un desliz moral deplorable de un individuo d¨¦bil... El intento de ordenar a una mujer es una ofensa sexual, una contradicci¨®n de la naturaleza del Orden Sacerdotal, un sacrilegio, un esc¨¢ndalo". Otra condena inmisericorde m¨¢s contra las mujeres, mayor¨ªa silenciada en la Iglesia cat¨®lica. ?Hasta cu¨¢ndo?
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Teolog¨ªa de la liberaci¨®n en el nuevo escenario pol¨ªtico y religioso (Tirant Lo Blanc, Valencia).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.