"Juro que ese tren nunca pit¨®"
A Paola P¨¦rez le suena el m¨®vil. Es una llamada desde Colombia. Resopla. Una compa?era del colegio le ha dicho "hu¨¦rfana" a una de sus hijas. La peque?a, de 10 a?os, ha llegado llorando a casa y no prueba bocado. La abuela ha ido a ponerle la queja a la profesora. S¨ª, los ni?os son muy crueles.
Paola vuelve a resoplar y se quita el mech¨®n rubio de la cara. Hace calor en Santa Perp¨¨tua de Mogoda, una poblaci¨®n obrera a 18 kil¨®metros de Barcelona. Esta colombiana, de 30 a?os, est¨¢ viviendo los peores meses de su vida: su esposo, Mauricio Osorio, es una de las 12 v¨ªctimas mortales del accidente ferroviario del apeadero de Castelldefels-Playa, el pasado 23 de junio, en la fiesta de San Juan. Ella vio, desde el and¨¦n, c¨®mo el tren lo atropellaba. Paola prepara el regreso a su Neiva natal, adonde va a por sus dos ni?as, Ana Mar¨ªa y Nicole Juliana, de 10 y 6 a?os, con un ata¨²d como equipaje. Va a explicarles, con un nudo en la garganta y haci¨¦ndose la valiente, que aunque su padre ha muerto, la vida contin¨²a.
"Si las v¨ªctimas hubieran sido espa?olas todo habr¨ªa sido diferente"
Paola lleg¨® a Espa?a hace un a?o, despu¨¦s de que su marido pidiera la reunificaci¨®n familiar. ?l trabajaba como reponedor en una tienda de Carrefour. El viernes despu¨¦s de San Juan iba a empezar en un nuevo puesto, en la caja. La vida les sonre¨ªa. Estaban en los tr¨¢mites para traer a las hijas, a las que Mauricio llamaba con cari?o "pulguitas". De hecho, ya les hab¨ªan preparado en su piso un cuarto de color rosa, con una cenefa de princesas, dos camas y sendos perritos de felpa. La familia aspiraba a reunirse antes de noviembre. Pero lleg¨® ese fat¨ªdico mi¨¦rcoles.
"Llegamos a la estaci¨®n y el and¨¦n estaba lleno. Nunca hab¨ªamos ido all¨ª. No sab¨ªamos qu¨¦ hacer en medio del gent¨ªo y no quer¨ªa cruzar por las v¨ªas. Mauricio y Jorge [otro de los fallecidos, tambi¨¦n colombiano] me empujaron a las v¨ªas y corr¨ª. Ya en el otro lado trat¨¦ de subir pero no pude, porque llevaba un vestido largo. Ellos me ayudaron y cuando me volte¨¦ para darles una mano me encontr¨¦ con el tren pasando. Juro que nunca pit¨®. Grit¨¦, Mauricio me mir¨® fijamente y despu¨¦s se lo trag¨® la m¨¢quina", recuerda mientras aprieta las manos.
En medio del dolor y la oscuridad de esa noche, esta mujer que cuida abuelas y hace de camarera, se puso a buscar a su pareja y a su amigo en medio de trozos de seres humanos y gritos desgarradores. Ayud¨® a algunos heridos hasta que los Mossos d'Esquadra la sacaron de la estaci¨®n. La vida pas¨® como una pel¨ªcula por sus ojos y cuando volvi¨® en s¨ª estaba buscando en su casa las tijeras y el cortau?as que utilizaba Mauricio para poder encontrar rastros de su ADN y as¨ª poder facilitar las labores de los m¨¦dicos forenses.
Paola asegura que no la llamaron ni del juzgado de Gav¨¤ ni de Adif para que testificara en las investigaciones que se realizaron sobre el accidente, que tambi¨¦n dej¨® 17 heridos, todos sudamericanos. Ambas pesquisas determinaron que la "temeridad e imprudencia" de los viajeros, que cruzaron las v¨ªas en masa, caus¨® la tragedia. "Si las v¨ªctimas fueran espa?olas todo habr¨ªa sido diferente. En la televisi¨®n nos acusan de incultos y maleducados y no es as¨ª", dice.
Est¨¢ a¨²n en la fase de negar la muerte de su marido. Lo ve por la casa, caminando sin camisa, sent¨¢ndose, como siempre, a la derecha de la cabecera de la mesa del comedor. El d¨ªa del funeral colectivo que celebr¨® el Ayuntamiento de Castelldefels en un polideportivo, tuvo que luchar contra el deseo de abrir el f¨¦retro y verlo para decirse a s¨ª misma que el hombre de su vida estaba muerto. "?l sobrevivi¨® a la tragedia del volc¨¢n Nevado del Ruiz (25.000 muertos, 1985) y eso lo marc¨® toda la vida. ?l y su pap¨¢ se quedaron solos y le cost¨® mucho hablar de ello y aceptarlo", explica.
En medio de la noche Paola se despierta y lo siente a su lado. Pero en realidad es una amiga que duerme con ella para acompa?arla durante los primeros d¨ªas de soledad. Garabatea letras de canciones de amor en libretas. A la foto de su esposo le ha hecho un gran marco. Y vuelve a mirar la pantalla de su m¨®vil, que esta vez no suena. "Que sue?es con las pulguitas". Este fue el ¨²ltimo sms que Mauricio le envi¨®. Ella a¨²n lo guarda. Y espera que el Estado le d¨¦ el s¨ª para que sus peque?as vengan y el deseo p¨®stumo de Mauro se haga realidad.
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