Flores de boca
Siempre hemos comido flores. Algunas tan enraizadas en nuestra cultura como la del azafr¨¢n, aunque en este caso la verdadera dimensi¨®n gastron¨®mica del evento no se centra en el cuerpo entero del delito sino tan solo en la modestia de los m¨ªnimos pistilos que contiene, que asombran con su peque?o tama?o y su gran sabor, con la enorme capacidad de colorear todo lo que inundan pese a sus exiguas proporciones, con su liviano porte, que desprende aromas infinitos as¨ª el calor los atraviesa.
Otras, que ahora asumimos como simple y hermosa decoraci¨®n, fueron en otro tiempo objeto de culto entre los rudos comensales del Medievo; as¨ª las rosas -que formaron parte de los op¨ªparos aunque brutales banquetes con que la nobleza de la ¨¦poca satisfac¨ªa sus apetitos-, con cuyos p¨¦talos se fabricaba una jarra o burnia de higos que consist¨ªa en superponer capas alternativas de rosas e higos con alg¨²n az¨²car entremezclado, y con su flor toda esa maravillosa y aun desconocida agua rosada que se convert¨ªa en bocado de reyes mezclada con almendras y avellanas tostadas en "un potaje que se dice avellanate" y cuya f¨®rmula, a despecho de la docta opini¨®n del doctor Andr¨¦s Ferrer de Brocaldino, no es claro que consista en el "alambique de las flores" como suger¨ªa o afirmaba en su librito titulado El porqu¨¦ de todas las cosas, all¨¢ por mil setecientos setenta y cinco.
Toda flor es capaz de adornar y calificar un plato contempor¨¢neo
Ya antes se modificaba el olor de los vinagres a?adi¨¦ndoles flores de sauco o claveles, y aun en tiempos m¨¢s remotos las gentes de mayor poder se satisfac¨ªan con las flores del macis, que utilizaban como especia.
Hoy las flores est¨¢n de moda en esto del comer, y exceptuando aquellas que como la adelfa, la azalea, el lirio o la arveja, que parece producen negativos efectos en quien las consume en estado natural, toda flor es susceptible de adornar y calificar un plato contempor¨¢neo: las begonias acompa?an a las carnes; las cal¨¦ndulas a los arroces; el romero, los pescado; la flor del cebollino se al¨ªa con las cremas de quesos para concederles un diferente perfume; el azul de la flor de la borraja ilumina toda suerte de alimentos, as¨ª como las de la salvia y la albahaca, y con las de pensamientos, naranjas y limones se construyen multicolores y sabrosas ensaladas.
Se comen tambi¨¦n las magnolias y los jazmines, las malvas y violetas -no solo son dignas de los cementerios-, las propias de la hierbaluisa y las de la capuchina, as¨ª como las de los hibiscos y cebolletas. Aunque sin duda la que m¨¢s predicamento adquiere, tanto por su sabor como por su hermoso tama?o, capaz de albergar cualquier farsa que nos deleite, es la del calabac¨ªn, que rebozada y frita, o rellena de carnes y pescados, setas, quesos y otras flores, est¨¢ presente en la cocina de cada pa¨ªs. Y si hablamos de Italia o de M¨¦xico, con sus risottos y sus chiles poblanos, en la cocina de cada lugar.
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