Lunas de sangre
Tres novilleros de Albacete murieron acribillados a tiros en 1990 en la finca Charco lentisco, donde fueron a 'hacer la luna'. Uno de los condenados por la matanza ya ha fallecido y el otro est¨¢ Libre
El capit¨¢n de la Guardia Civil Francisco Mazuecos aseguraba hace a?os que nunca hab¨ªa visto a nadie describir de manera tan fr¨ªa una matanza. El asesino lo hac¨ªa como si se refiriese a una batida de caza. El abogado Jos¨¦ Mar¨ªa Stampa tampoco vislumbr¨® nada de piedad en el quincea?ero Pedro Antonio Yepes y durante el juicio le pregunt¨® si sent¨ªa arrepentido por lo que hab¨ªa hecho. "No", dijo tan tranquilo. "Si eso es cierto, usted ser¨ªa lo que los psiquiatras llaman un desalmado. Exactamente eso, uno que no tiene alma", le reproch¨® el letrado.
El horror que narraba el joven Yepes, con una pronunciada tartamudez, se produjo durante la madrugada del 1 de diciembre de 1990 en un caser¨ªo a las afueras de Cieza, en la provincia de Murcia. Esa noche, tres novilleros de la escuela taurina de Albacete se hab¨ªan colado en la finca Charco Lentisco con la idea de torear una res a la luz de la luna. El due?o del lugar, Manuel Costa, acompa?ado de dos empleados, escuch¨® de lejos un ruido de cencerros y se acerc¨® hasta all¨ª con las luces del coche apagadas. Quer¨ªa sorprender a los furtivos. Se baj¨® sigilosamente del veh¨ªculo, abri¨® el maletero y permiti¨® que sus secuaces cogieran una escopeta repetidora Franchi con la que se inici¨® la persecuci¨®n de los maletillas.
Las familias de las tres v¨ªctimas no han cobrado ni uno de los 150.ooo euros fijados para cada una de ellas por los jueces
Lorenzo Franco, conocido como El Loren, Andr¨¦s Panduro y Juan Carlos Rumbo huyeron campo a trav¨¦s, pero minutos m¨¢s tarde fueron acorralados en un cruce de caminos. Jos¨¦ Manuel Yepes y otra persona que nunca lleg¨® a ser identificada abrieron fuego contra ellos, seg¨²n la sentencia dictada por la Secci¨®n Primera de la Audiencia Provincial de Murcia. El primero de los catorce disparos revent¨® la cabeza de uno de los novilleros y el ¨²ltimo arranc¨® media cara a otro. Uno de ellos, con un resquicio de vida, reconoci¨® a uno de sus ejecutores, con el que hab¨ªa montado anteriormente a caballo, y suplic¨® por su vida: "?No dispares, soy El Loren!". Un tiro de gracia lo remat¨®.
El nombre de Charco Lentisco ya no existe. Cuando se baja por la carretera de Cieza se llega a un camino que da entrada a la finca Los Casones, como el nuevo due?o, Salvador Magastoso, ha rebautizado el lugar. Sigue habiendo una ganader¨ªa, caballos, toros y maleza. El hijo de Magastoso se presta con amabilidad a ense?ar el recinto, que se alquila ahora para celebrar despedidas de soltero. Hay c¨¢maras de seguridad por todos lados. Acto seguido se acerca con su coche de campo al cruce de caminos donde los novilleros sufrieron la emboscada.
-?D¨®nde ocurri¨® la matanza?
-"Fue justo ah¨ª", dice se?alando unos matorrales, junto a un poste de la luz y unos melocotoneros.
-?Por qu¨¦ compr¨® la finca?
-"Nos cost¨® mucho decidirnos", dice sentado al volante. "Fue una muerte tan a sangre fr¨ªa que da escalofr¨ªos pasearse por aqu¨ª sin m¨¢s".
Por lo pronto, al adquirir la hacienda pint¨® de amarillo el caser¨ªo, antes blanco, y quit¨® unas cercas que daban sensaci¨®n de encierro al campo. "Le quer¨ªamos quitar el olora muerte al paraje", se?ala, poco antes de que anochezca en la finca.
Lo que ocurri¨® aquel d¨ªa sigue siendo un enigma. ?Por qu¨¦ tanta violencia con los novilleros que simplemente iban a hacer la luna? Es cierto que esta pr¨¢ctica invalida a las reses para la lidia. Pero hubiese bastado con unos garrotazos, en opini¨®n de la gente de la zona. ?Por qu¨¦ los capotes aparecieron perfectamente doblados en el coche en que hab¨ªan viajado los novilleros? ?Por qu¨¦ disparar a sangre fr¨ªa a El Loren, torero al que hab¨ªa apoderado en su d¨ªa el ganadero Manuel Costa? Poca gente cree que se el m¨®vil fuese la ira que sent¨ªa el ganadero por las incursiones en sus corrales.
El encargado de cuidar la finca era entonces Jos¨¦ Yepes, un hombre rudo, con fama de violento, gustoso de llamar amo a Costa. En un primer momento, Pedro Antonio, su hijo de 15 a?os, se declar¨® ¨²nico autor de la matanza, pero despu¨¦s su hermano Jos¨¦ Manuel, de 21, corri¨® con toda la culpa. Al progenitor, que nunca lleg¨® a decir realmente lo que ocurri¨® aquella madrugada de plenilunio, se le sit¨²a como un personaje clave en la trama.
La escopeta repetidora con la que se hab¨ªa dado muerte a los novilleros pertenec¨ªa a Jos¨¦ Mar¨ªa Hern¨¢ndez, alias Perrote, alba?il de profesi¨®n, al que se la hab¨ªa vendido a su vez Jes¨²s Saor¨ªn, apodado El Ricote?o, por 35.000 pesetas. Supuestamente Perrote s¨®lo era un testaferro, ya que el arma iba a ser para Manuel Costa, cazador sin licencia. El misterio de a qui¨¦n pertenec¨ªa la escopeta nunca lleg¨® a desvelarse. La noche antes de que fuese a declarar en el juicio, El Ricote?o se ahorc¨® de un ¨¢rbol en un lugar conocido como Los Casones de la Atalaya. La segunda escopeta con la que se fusil¨® a los j¨®venes matadores ni siquiera apareci¨® y la identidad de esa persona que la empu?aba no lleg¨® a desvelarse.
El crimen de los novilleros ha marcado a Cieza, de 35.000 habitantes. All¨ª Se habla de l¨ªos de faldas, deudas y hasta de tr¨¢fico de drogas. La ¨²nica verdad, sin embargo, es que Jos¨¦ Manuel Yepes y Manuel Costa fueron condenados a 81 a?os de c¨¢rcel, 27 por cada uno de los asesinatos. Se inclu¨ªa el pago solidario de 150.000 euros para cada una de las familias de las v¨ªctimas. Estas nunca han recibido ese dinero.
Y seguramente nunca lo recibir¨¢n. La Audiencia de Murcia conden¨® en 2008 a tres personas, entre ellas a Josefa, la viuda de Costa, por participar en la compraventa de bienes del ganadero. Con esa treta se evitaba el pago de las indemnizaciones. En esa sentencia se anularon las escrituras de varias fincas de Costa, entre ellas las de Charco Lentisco. Sin embargo, el Tribunal Supremo ha considerado este a?o que no est¨¢ demostrado que los compradores de los bienes del empresario lo hicieran de mala fe y, por ende, las escrituras tienen validez. A las familias tan solo les queda pedir amparo ante el Constitucional. "Nos han tendido la misma emboscada que hace a?os les hicieron a ellos. Nos han rematado", afirma Carmen, la madre de El Loren, que iba a tomar la alternativa al a?o siguiente. "Si esto queda as¨ª es una verg¨¹enza y es como si pisaran su tumba", se?ala con desgarro la hermana de Rumbo, Ana.
El ganadero Manuel Costa, hombre que hab¨ªa hecho fortuna en poco tiempo, marido de una mujer guapa que hac¨ªa topless en mitad del campo, tan solo cumpli¨® 13 a?os en prisi¨®n, beneficiado ampliamente por las reducciones de pena. Muri¨® de un infarto poco tiempo despu¨¦s. La viuda y un hijo que ten¨ªa ocho a?os cuando ocurri¨® todo rehicieron su vida en un pueblo cercano, Molina de Segura. En este tiempo se han dedicado a deshacerse del patrimonio del empresario, el mismo que so?aba con tener la ganader¨ªa m¨¢s hermosa de la provincia. Nunca vio cumplido ese deseo, y de Charco Lentisco no queda m¨¢s que una vieja plaza de toros donde se celebran capeas.
Los otros implicados en la matanza, los Yepes, han seguido viviendo en la comarca a pesar de la tragedia. Se dedican a la compra y venta de ganado, caballos, perros. Hoscos, con fama de violentos, son temidos en el pueblo. No son pocos los bares en los que les tienen prohibida la entrada. Y m¨¢s de uno se ha llevado un correctivo por recordarles la noche de Charco Lentisco. Jos¨¦ Manuel, el considerado autor de los disparos, cumpli¨® condenada en los centros penitenciarios de Sangonera la Verde, Picassent, Villena y Fontcalent. A los 16 a?os y medio qued¨® en libertad y volvi¨® a los paisajes abruptos de Cieza. Callado, t¨ªmido aunque con malas pulgas, se ha empleado en el campo como pastor, su vieja profesi¨®n, y ¨²ltimamente ha ganado dinero echando horas en la construcci¨®n.
El patriarca de los Yepes, Jos¨¦, va de aqu¨ª a all¨¢ con un viejo Mercedes Rojo. Duerme en un chal¨¦ sin agua ni luz que fue expropiado a unos morosos en la vega, frente a unos contenedores de basura.
Es una de las pocas personas que pueden desvelar el misterio, pero prefiere callar.Las cr¨®nicas de hace 20 a?os cuentan que el capataz de la finca ejerc¨ªa un poderoso dominio sobre sus hijos. Le se?alan como el personaje maquiav¨¦lico de esta historia. Hoy llega a medianoche, se baja del veh¨ªculo e intenta abrir la verja de su vivienda.
-?Qu¨¦ ocurri¨® realmente esa noche en Charco Lentisco?, pregunta el reportero.
-Voy a darle de comer a mis perros.
Es lo ¨²nico que acierta a decir Yepes. Luego, con gesto hosco, se da media vuelta y se adentra en la m¨¢s absoluta oscuridad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.