Nuestra irrelevancia
Ah¨ª est¨¢ esa realidad tr¨¢gica, incendios y muertos. No es nueva, esta misma derecha la utiliz¨® desvergonzadamente hace cuatro a?os contra el anterior Gobierno bipartito en la Xunta, aunque ahora intente vergonzantemente ocultarla o minimizarla. ?D¨®nde est¨¢n ahora aquellas portadas de la prensa del b¨²nker madrile?o con incendios y desastres? ?Aquellas manifestaciones contra la Xunta? Mejor dej¨¦moslo.
Hay otra realidad hecha de ideas abstractas e im¨¢genes, tiene la importancia que le queramos dar. Veo en la pantalla a un humorista imitando a Fraga, con fondo de gaita y hablando en gallego. Para ese p¨²blico la imagen de Fraga est¨¢ asociada con Galicia y la imagen de Galicia es Fraga. Desde la muerte de Franco, no hemos exportado otra imagen de nosotros que esa. Es un programa de humor banal, no hay que darle importancia, pero refleja nuestra realidad mejor que la ch¨¢chara de la prensa gallega subvencionada o la propaganda oficial. Qui¨¦rase o no, Fraga signific¨® algo para Galicia, por lo que hay que tomar en consideraci¨®n sus declaraciones veraniegas: "O nacionalismo galego est¨¢ en crise total".
No s¨®lo el nacionalismo est¨¢ en crisis. La que est¨¢ en crisis total es Galicia como nacionalidad
Como buen nacionalista espa?ol, el nacionalismo gallego fue y es su bicha, y no resulta raro ese juicio terminante. Cuando ocup¨® la Xunta, cambi¨® la ley electoral para acabar con ese otro nacionalismo y lo que consigui¨® fue que de dos organizaciones en el Parlamento gallego, el PSG-Esquerda Galega y el BNG, s¨®lo quedase una; consigui¨® que el nacionalismo se reformulase tal cual es hoy, pero no su desaparici¨®n. Pero en realidad es Galicia como nacionalidad la que est¨¢ en crisis total, sometida a la estrategia de la derecha espa?olista.
Galicia hoy se reduce a los paseos del presidente de la Xunta por los saraos de la Corte y a la bandera gallega en una corrida de toros en la plaza de Pontevedra, la bandera rendida. Galicia hoy es irrelevante y su pol¨ªtica es la nada: ha desaparecido pol¨ªticamente. Lo ¨²nico que conserva sustancia es el Xacobeo, ese curioso invento de Fraga, ayudado por su escudero V¨¢zquez Portome?e. Esa operaci¨®n publicitaria posmoderna acab¨® por ser la ¨²nica creaci¨®n de tantos a?os de autonom¨ªa, y por eso es justo que reapareciesen este verano esos dos personajes: hay m¨¢s substancia y realidad en ellos que en el resto de nuestra pol¨ªtica.
En esa anulaci¨®n de Galicia jug¨® un papel importante y nefasto el Partido Socialista. Sin su renuncia a hacer pol¨ªtica gallega, el dominio de la derecha no habr¨ªa durado tantos a?os. Sin Paco V¨¢zquez no habr¨ªamos tenido tanto Fraga. Es cierto que ha habido un viraje, pero nunca sabremos por d¨®nde van a salir, un d¨ªa en Rianxo llevando flores a Castelao, otro en una plaza de toros coru?esa o pontevedresa fum¨¢ndose un puro. Un d¨ªa se aclarar¨¢n. O no.
Pero la gran responsabilidad recae en el nacionalismo gallego, ya que se presenta como heredero del galleguismo republicano de Castelao. El nacionalismo gallego -en la pr¨¢ctica el BNG- se sostiene sobre los votos de una ciudadan¨ªa que desea un partido gallego que defienda sus intereses y cultura. Una parte de sus miembros se queja de que la UPG, una de las organizaciones que componen el BNG, impuso a sus candidatos en las listas para las municipales. Siempre es mejor negociar e integrar, pero si la UPG impuls¨®, fund¨® y es mayoritaria en el BNG, ?no le corresponden a sus miembros esos puestos? Por otro lado, si una organizaci¨®n dice ser leninista, ?por qu¨¦ no creerle y aceptar ser compa?eros de viaje? La f¨¢bula del escorpi¨®n y la rana retrata bien la relaci¨®n de simbiosis imposible.
Lo que debe preocupar no es el reparto de puestos en las listas de una organizaci¨®n sino que el nacionalismo gallego vive en su mundo, en un pa¨ªs y un tiempo aparte del resto de la sociedad. Los nacionalistas gallegos confunden la historia del pa¨ªs con la historia del nacionalismo gallego y la historia del nacionalismo con la historia de una organizaci¨®n concreta, el BNG. Tienen su bandera particular, la que registraron en 1976 la UPG y la AN-PG, y su relato aparte, en el que no figuran ni la lucha por la autonom¨ªa, con las mayores manifestaciones de la historia de Galicia, ni la consecuci¨®n del Estatuto ni nada relacionado con todo eso.
Lo triste no es el camino ciego del nacionalismo actual sino que Galicia, desde el siglo XIX, sostiene una corriente cultural y pol¨ªtica, el galleguismo, que es incapaz de levantar esta tierra derrotada. Sigue sin existir un sujeto colectivo que constituya un pa¨ªs para vivir aqu¨ª como ciudadanos con dignidad y darle futuro a nuevas generaciones. Nuestra incapacidad.
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