La lecci¨®n de Tolst¨®i
Si se tratara de recomendar una lectura para el verano, la propuesta ser¨ªa un libro que nos arrastra desde el principio: 'Anna Kar¨¦nina'. Nabokov dijo que se trata de "la mejor novela de amor de todos los tiempos"
Hace unos d¨ªas, durante la presentaci¨®n de una novela m¨ªa recientemente traducida al serbio en la librer¨ªa Dereta de Belgrado, una periodista me pregunt¨® si cre¨ªa que los best sellers acabar¨ªan con la literatura. "No", respond¨ª inmediatamente, "los best sellers no son literatura, de modo que no puede haber sustituci¨®n". En la fracci¨®n de segundo que medi¨® entre el no y su justificaci¨®n, me bail¨® en la imaginaci¨®n la figura de Tolst¨®i, de quien acababa de releer Anna Kar¨¦nina.
La ra¨ªz del temor expresado por la periodista serbia me aclar¨® inopinadamente un concepto acu?ado originariamente en los medios editoriales norteamericanos que siempre se me hab¨ªa escapado, el de novela literaria (?qu¨¦ diablos, me preguntaba, ser¨¢ una novela no literaria?). De repente todo encaj¨®: los best sellers podr¨¢n ser novelas, pero no son literatura. Los americanos, una vez m¨¢s, tienen las cosas clar¨ªsimas en ese sentido. Un ejemplo: la distinci¨®n tan ¨²til como sutil de que se sirve el suplemento de libros que publica The New York Times los domingos para desgajar de entre los t¨ªtulos m¨¢s vendidos una categor¨ªa aparte que aparece directamente bajo la r¨²brica de Ficci¨®n para el mercado de masas.
La misi¨®n de la verdadera literatura es indagar acerca del sentido m¨¢s profundo de la existencia
Cuando Dostoievski termin¨® de leer la novela, sali¨® a la calle para gritar que Tolst¨®i era Dios
Unos d¨ªas despu¨¦s de la presentaci¨®n, en el avi¨®n que hac¨ªa el trayecto Belgrado-Sarajevo, la azafata me dio una publicaci¨®n en ingl¨¦s en la que hab¨ªa un art¨ªculo en el que se recomendaban lecturas para el periodo de vacaciones. Hoje¨¦ la lista: todos best sellers internacionales. Y por segunda vez en unos d¨ªas me volvi¨® a la cabeza la imagen de Tolst¨®i. Cerr¨¦ la revista con malestar. ?Pod¨ªa tener raz¨®n la periodista?
Pens¨¦ en las claves que explican el ¨¦xito de los best sellers. Una de ellas es que su funci¨®n es meramente entretener. Nada de inquietar al probo ciudadano, que bastante mal lo ha pasado a lo largo del a?o, especialmente en ¨¦poca de crisis. Pensar, lo menos posible, por favor. Se trata de proporcionar productos ligeros, de f¨¢cil consumo, que dejan muy poca huella, si es que dejan alguna. Por eso son ef¨ªmeros: tras el ruido ensordecedor que hacen durante una temporada, o se saca al mercado r¨¢pidamente una secuela, o el producto cae irremisiblemente en el olvido. Que un t¨ªtulo se mantenga vigente dos o m¨¢s temporadas sucede muy pocas veces.
El vuelo entre Belgrado y Sarajevo dura 50 minutos. Al alcanzar la altura de crucero, decid¨ª dejar de pensar en los procesos de estultificaci¨®n colectiva que consisten en aturdir al personal con best sellers para centrarme en el significado de la aparici¨®n de Tolst¨®i. Ya en el terreno de la literatura de verdad: ?a qu¨¦ obedece el hecho de que haya libros que siguen siendo capaces de llegar al lector no al cabo de dos o tres temporadas, sino cien a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n original, como ocurre con las obras de Tolst¨®i?
Empec¨¦ a fraguar mentalmente un art¨ªculo de r¨¦plica al que aparec¨ªa en la revista que me hab¨ªa dado la azafata. A quienes se sintieran necesitados de consejo acerca de qu¨¦ leer en lo que queda de verano, les propondr¨ªa que se hicieran inmediatamente con una novela digna del nombre. Y si se me pidiera que singularizara un t¨ªtulo, me pronunciar¨ªa inmediatamente a favor de Anna Kar¨¦nina. Arg¨¹ir¨ªa varias razones: que 2010 es el centenario de la muerte de Tolst¨®i, que con ese motivo la editorial Alba ha publicado una nueva traducci¨®n de la novela, y para redondear invocar¨ªa el dictum de Vlad¨ªmir Nabokov: Anna Kar¨¦nina es la mejor novela de amor de todos los tiempos.
Verdaderamente envidio a quien jam¨¢s se haya asomado a la novela: le esperan unas horas que les costar¨¢ mucho tiempo olvidar. Y el placer se reduplica en el caso de quien se decida a releerla por segunda o tercera vez: mejora con cada lectura. Yendo m¨¢s all¨¢ de Nabokov: Anna Kar¨¦nina es, sencillamente, una de las mejores novelas jam¨¢s escritas. En el art¨ªculo que urd¨ª mentalmente a bordo del avi¨®n de h¨¦lice que me transportaba a Sarajevo me dirig¨ªa con particular ¨¦nfasis a las v¨ªctimas del marketing que, sin saber muy bien por qu¨¦, ten¨ªan en sus manos cualquiera de los best sellers de turno. Arr¨®jenlo a la papelera m¨¢s cercana, les dir¨ªa, y cambien unas horas de entretenimiento est¨²pido por una experiencia est¨¦tica verdadera. La profundidad de emociones, el conocimiento del alma humana, la exquisita disecci¨®n de las pasiones que son el centro de nuestras vidas...
Todo eso y mucho m¨¢s se nos ofrece en las mil p¨¢ginas de Anna Kar¨¦nina. Se trata, adem¨¢s, y ah¨ª estriba el milagro, de una lectura portentosamente amena, que nos arrastra de inmediato. Al leer acerca de las vidas de los protagonistas se produce un intenso fen¨®meno de reconocimiento e identificaci¨®n: todos hemos pasado por las situaciones que se nos describen en la novela. Esa es, precisamente, la funci¨®n de la verdadera literatura: indagar acerca del sentido m¨¢s profundo de la existencia: de nuestra existencia, en toda su complejidad. El efecto que causa la lectura de una obra como Anna Kar¨¦nina es el opuesto al que provoca el best seller. Nos hace pensar y sentir. Al cerrar la ¨²ltima p¨¢gina de esta historia, tr¨¢gica y bell¨ªsima, y de una autenticidad a la que no estamos acostumbrados, algo importante ha cambiado en nosotros. Lo dej¨¦ ah¨ª: hab¨ªamos aterrizado.
Tolst¨®i no es m¨¢s que una posibilidad, por supuesto. Su obra forma parte de un contexto formidable: la edad de oro de la novela realista. Aunque ello no basta para explicar la grandeza de una obra como Anna Kar¨¦nina. Cuando Dostoievski, que en nada le iba a la zaga, termin¨® la lectura de la novela se ech¨® a la calle proclamando a gritos que Tolst¨®i era Dios. A?os despu¨¦s, cuando alguien le dio al autor de Guerra y paz la noticia de que Dostoievski hab¨ªa muerto, el gigant¨®n barbado vestido con t¨²nica de campesino que era T¨®lstoi rompi¨® a llorar con el desgarro de un ni?o: el gran escritor no era consciente de la profundidad del amor que sent¨ªa por el maestro de Petersburgo.
Estas an¨¦cdotas ilustran un fen¨®meno que siempre me ha llamado la atenci¨®n: el hecho de que en ciertos momentos clave de la historia del esp¨ªritu recaiga no sobre una, sino sobre dos figuras de talla colosal la responsabilidad de cambiar el curso de las cosas. Ocurri¨® en el momento culminante de nuestro Siglo de Oro, con la irrupci¨®n simult¨¢nea de G¨®ngora y Quevedo, al igual que hab¨ªa ocurrido unos a?os antes, en el contexto mayor de la literatura europea, con la aparici¨®n de Shakespeare y Cervantes, los dos insuperados hasta hoy. (Los ejemplos se pueden multiplicar: Plat¨®n y Arist¨®teles, determinando la trayectoria de toda la filosof¨ªa; Newton y Leibniz con el descubrimiento del c¨¢lculo infinitesimal; Wittgenstein y Heidegger levantando acta de las ruinas del pensamiento occidental...).
Ninguna novela de cierta extensi¨®n (la novela corta es otro cantar) es perfecta, pero hay un n¨²mero considerable de t¨ªtulos en la historia de la literatura universal que rozan la perfecci¨®n. Anna Kar¨¦nina es uno de los ejemplos m¨¢s preclaros. La monumental Guerra y paz otro, como lo es Hadji Murat, tambi¨¦n de Tolst¨®i, que Harold Bloom calific¨® como la mejor novela corta de todos los tiempos. Como lo son las grandes obras de su contempor¨¢neo, Dostoievski.
La novela discurrir¨ªa despu¨¦s por otros derroteros y producir¨ªa cumbres de altura inigualable (Proust, Kafka, Joyce), pero hay algo irrenunciable en la edad de oro del g¨¦nero, en la que surgieron autores como Dickens, Flaubert, Melville o Gald¨®s... La lectura de cualquiera de ellos sirve adem¨¢s (tambi¨¦n hab¨ªa pensado poner esto en el art¨ªculo) de ant¨ªdoto contra el tapujo de los best sellers. ?D¨®nde creen que aprenden sus trucos sus autores? Leer best sellers es una enfermedad, pero tiene f¨¢cil cura. Empieza por la lectura de obras como Anna Kar¨¦nina.
Eduardo Lago es escritor y director del Instituto Cervantes de Nueva York.
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