Los caminos y los atajos de la igualdad
El objetivo final que se pretende es la construcci¨®n de un nuevo modelo social que incorpore plenamente a la mujer en la vida p¨²blica. Pero, ?qu¨¦ itinerarios debemos seguir para alcanzarlo?
Los totalitarismos y sectarismos en diferentes momentos hist¨®ricos han encumbrado ideas absolutas, intocables, y han enviado a la hoguera, al pared¨®n o a la prisi¨®n a quienes se han atrevido a cuestionar los dogmas de fe. Tambi¨¦n esto ha ocurrido en Espa?a con el feminismo totalitario.
Si alguien es calificado de machista o de oponerse a la igualdad, seg¨²n el ¨²nico camino trazado por quienes se erigen en doctores de esta nueva iglesia, es expulsado de medios y tribunas. Pod¨ªa haber sido peor, pero afortunadamente no prosper¨® la idea de tipificar como delito la denominada apolog¨ªa del machismo, como pretend¨ªan algunos colectivos. La libertad de expresi¨®n ha sufrido mucho los ¨²ltimos a?os, pero es m¨¢s preocupante la autocensura de la mayor¨ªa, que ha permitido, sin demasiadas voces en contra, aumentar en miles los hombres presos por hechos leves relacionados con la violencia machista. Por ejemplo, sujetar a la pareja de la mu?eca sin causarle lesi¨®n o decirle "te vas a enterar".
Las mujeres debemos darnos m¨¢s autonom¨ªa y no considerarnos el ap¨¦ndice de nadie
No todos est¨¢n dispuestos a tolerar un cambio de los roles tradicionales que origina nuevos problemas
Hemos resucitado el viejo manique¨ªsmo y le hemos dado la vuelta. Hasta hace poco, lo masculino era revestido de connotaciones positivas, mientras que lo femenino era sin¨®nimo de fragilidad, perversi¨®n o maldad. En las ¨²ltimas d¨¦cadas se han invertido los t¨¦rminos. Lo masculino es equiparado a violencia y maldad, mientras que lo femenino a bondad, solidaridad y valores positivos. Desde un sencillo ejercicio de racionalidad, esas posturas extremas son inaceptables, pero los seres humanos tenemos verdaderas dificultades para reflexionar con ecuanimidad y establecer reglas sociales, que permitan avanzar hacia convivencias m¨¢s arm¨®nicas y de respeto a lo que la mayor¨ªa hemos convenido en denominar derechos fundamentales.
Mujeres y hombres somos biol¨®gicamente muy distintos, y la variedad de cada uno de estos grupos es tambi¨¦n inmensa en funci¨®n de la zona geogr¨¢fica de procedencia, la clase social, la edad, la tendencia sexual, etc¨¦tera. Partiendo, por tanto, de esa tremenda diversidad que hemos convenido en respetar, debemos caminar hacia una igualdad de derechos y obligaciones, al tiempo que no deben violarse los m¨ªnimos recogidos en declaraciones universales que no tienen ni un siglo. El camino hacia la igualdad en la diversidad no est¨¢ exento de tensiones y contradicciones, pues comporta una modificaci¨®n de los roles tradicionales, que origina nuevos problemas, que no todos est¨¢n dispuestos a tolerar, ni a esforzarse en superar.
En 2010, en las sociedades occidentales, el camino hacia la igualdad pasa porque las mujeres se otorguen a s¨ª mismas el permiso de ejercer de ciudadanas de primera, sentando las bases para evitar la supeditaci¨®n a los hombres, tanto econ¨®mica como psicol¨®gicamente. No ser¨¢ rentable seguir solicitando limosnas al Estado, a las empresas o a los hombres desde un victimismo imposible de mantener si al tiempo no se hacen esfuerzos para alcanzar esa mayor¨ªa de edad que exigimos nos sea reconocida. La incorporaci¨®n masiva de las mujeres a la universidad abre nuevos horizontes. No podemos actuar como los adolescentes, que quieren las ventajas de los adultos, pero no las responsabilidades. Hemos de salir de la caverna y lanzarnos a estrategias que permitan nuestra supervivencia, pero que no sean nefastas para el grupo. Hemos de dise?ar caminos que permitan la integraci¨®n de todos en ese nuevo modelo que tenemos que construir.
Y aqu¨ª se comete el primer error. Algunos parten de la falsa premisa de que las mujeres ya hemos llegado a la meta, puesto que nuestra condici¨®n femenina ya encarna intr¨ªnsecamente los nuevos valores positivos y, por tanto, a los ¨²nicos que compete hacer esfuerzos para alcanzar esa meta de igualdad es a los hombres. Este esquema simple y maniqueo no soporta un m¨ªnimo an¨¢lisis, pues b¨¢sicamente somos las mujeres las responsables de transmitir un modelo social patriarcal, ayudadas por series de televisi¨®n, pel¨ªculas, etc¨¦tera, puesto que la mayor¨ªa de los hombres ni siquiera intenta participar en la educaci¨®n de los hijos. Pero ese esquema es el que inspira la legislaci¨®n y las pr¨¢cticas de las Administraciones p¨²blicas en los ¨²ltimos lustros, sea cual sea el Gobierno que las impulse.
Las mujeres debemos autorizarnos a tener mayor autonom¨ªa y no considerarnos el ap¨¦ndice de nadie, lo cual requiere el esfuerzo de salir al mundo exterior, que est¨¢ plagado de dificultades y, por tanto, asusta, resultando m¨¢s c¨®modo, en principio, ligar nuestra suerte a alguien m¨¢s fuerte, que solvente nuestras necesidades. Pero este camino ya no garantiza nuestra supervivencia "hasta que la muerte nos separe", pues hasta los m¨¢s creyentes se divorcian. Y, por supuesto, no podemos ni debemos limitarnos a parir un hijo a alguien para justificar as¨ª que todos los recursos que genere el resto de su vida deba ponerlos al servicio de ese grupo humano, aunque se vea expulsado de ¨¦l para siempre.
Es injusto, pero, sobre todo, es socialmente inviable por el coste que el conflicto tiene y lo que supone de factor de riesgo para el grupo por el desequilibrio social que comporta. Las consecuencias son enfermedades f¨ªsicas y ps¨ªquicas de los excluidos o las empobrecidas, pues si no existe una n¨®mina que embargar, los m¨¢s ricos pueden resultar los m¨¢s insolventes. Tambi¨¦n contribuye a la violencia de chicos y chicas dirigida a los m¨¢s cercanos, especialmente a madres y abuelos maternos, por ser las personas con quienes generalmente conviven, de lo que lleva alertando desde hace unos a?os la Fiscal¨ªa y los diferentes servicios sociales.
Y, por supuesto, deben esforzarse los hombres si no quieren ver limitado su papel al de sementales proveedores y ser expulsados en la crianza de sus hijos tras la ruptura. Deben asumir desde el inicio las responsabilidades para con ellos, pues las nuevas legislaciones apuntan a que se tendr¨¢ en consideraci¨®n la relaci¨®n existente con anterioridad. As¨ª pues, ya no se trata de una exigencia ¨¦tica porque no es justo que recaiga toda la carga de la reproducci¨®n en las mujeres, que seguiremos asumiendo por razones obvias la tarea los nueve primeros meses, pero deberemos compartirla los 30 a?os restantes, si todos queremos participar en el nuevo modelo social y no ser excluidos de la parte privada.
Para la incorporaci¨®n plena de las mujeres a la vida p¨²blica se hacen necesarias pol¨ªticas que, en la l¨ªnea de los pa¨ªses de nuestro entorno, vayan m¨¢s all¨¢ de repetitivas e infructuosas campa?as publicitarias, de subvenciones a las organizaciones y congresos de mujeres para seguir divagando en generalidades o la creaci¨®n de nuevos cuerpos funcionariales de comisarios/as pol¨ªticos/as que velen para que las Administraciones hagan un uso correcto del lenguaje. Se debe ir mucho m¨¢s all¨¢. Se debe apostar por la coordinaci¨®n entre las diferentes Administraciones para evitar in¨²tiles reiteraciones y permitir una utilizaci¨®n ¨®ptima de los recursos en pol¨ªticas transversales de los diferentes ministerios y consejer¨ªas que toman las imprescindibles decisiones de inversi¨®n en infraestructuras y servicios para atender a ni?os, ancianos y enfermos, pues esas tareas ya no las podemos seguir realizando gratuitamente las mujeres. Lo que resulta imprescindible para encarar con ¨¦xito un nuevo modelo social de respeto a la igualdad son m¨¢s viviendas de protecci¨®n oficial, guarder¨ªas y centros de d¨ªa a precios asequibles y hospitales. Espa?a es el pa¨ªs de la UE que menos invierte en recursos sociales y los que llegan realmente a las mujeres que sufren violencia son muy escasos. Pap¨¢ Estado paga y pega, pero la actual situaci¨®n econ¨®mica exige suprimir gastos superfluos y apostar por optimizar al m¨¢ximo los escasos recursos que tenemos, evitando pensar que el nuevo modelo aparecer¨¢ por generaci¨®n espont¨¢nea, ingresando masivamente a hombres en la prisi¨®n.
La sociedad tambi¨¦n tiene que asumir que la reproducci¨®n no puede ser costeada fundamentalmente por las reproductoras, pues el beneficio es posteriormente socializado. Los ni?os y ni?as de ahora son el futuro de las pensiones y los servicios de ma?ana. Su formaci¨®n y cuidado deben ser el objetivo del grupo entero. Pero este esquema, seguido en mayor medida por los pa¨ªses del norte, cuesta enraizarlo en un pa¨ªs como el nuestro, hasta hace poco aut¨¢rquico y con un modelo social b¨¢sicamente individualista donde prima el "s¨¢lvese quien pueda", lo cual es bastante suicida en este mundo globalizado.
Mar¨ªa Sanahuja es magistrada de la Audiencia Provincial de Barcelona y miembro de Jueces para la Democracia y de Otras Voces Feministas.
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