Federico, d¨®nde est¨¢s
Hoy se cumplen setenta y cuatro a?os del asesinato de Federico Garc¨ªa Lorca, hecho ocurrido en la madrugada, cuatro y media horas, del d¨ªa 18 de agosto de 1936, en las inmediaciones del paraje conocido como El Caracolar, dentro del municipio granadino de Alfacar. No me cabe ninguna duda. Cuando tuve todas las claves para poder fijar el lugar, lo di a conocer; antes no, porque no quer¨ªa dar p¨¢bulo a la especulaci¨®n, desde el respeto, la veneraci¨®n que esta inmensa figura me ha merecido siempre. Y este "siempre" lo es desde que tengo uso de raz¨®n, lo que, a mi edad, es como decir de tiempo inmemorial, por razones que no vienen al caso, ya que se trata de Federico y no de m¨ª.
Cuando presentamos ante el Juzgado n? 5 de la Audiencia Nacional la solicitud para que se autorizara la exhumaci¨®n de los restos mortales de Francisco Galad¨ª y de Di¨®scoro Galindo, compa?eros de Federico en el acto, sab¨ªamos que desde ese momento s¨®lo iba a aparecer el de nuestro poeta m¨¢s universal, porque su figura tiene tanta fuerza que es imposible que nadie pueda resaltar en su presencia. ?l nunca lo hubiera querido, pero las cosas son as¨ª. De las casi 2.500 v¨ªctimas que reposan en este tri¨¢ngulo de la muerte que forman la Ca?ada del Colmenar, El Caracolar (ambos en Alfacar) y el Barranco de V¨ªznar, tan solo hemos podido, historiadores e investigadores, llegar a conocer con alguna certeza el lugar aproximado de la fosa que contiene los restos de cuatro; precisamente los tres citados m¨¢s Joaqu¨ªn Arcollas. Y se llega a esta aproximaci¨®n por esa fuerza que tuvo la figura de Federico desde el mismo d¨ªa de su asesinato. Este es el gran servicio que hizo el autor de La Casada Infiel a sus compa?eros de sacrificio, m¨¦rito que no tuvieron esos casi 2.500 seres humanos que perdieron la vida en estos parajes de forma an¨®nima, por m¨¢s que se hayan rescatado de ese anonimato gran parte de sus nombres.
Consecuencia de aquella solicitud fueron los trabajos de presunto y fallido intento de exhumaci¨®n que se llev¨® a cabo en el interior del Parque Garc¨ªa Lorca de Alfacar, en el lugar que se?aliza el monolito erigido en memoria de Federico Garc¨ªa Lorca y todas las v¨ªctimas de la guerra civil.
Pero, quienes dise?aron y dirigieron estos trabajos sab¨ªan que Federico, esto es, Galad¨ª y Galindo, no estaban all¨ª; que la investigaci¨®n que apuntaba a ese lugar estaba totalmente superada y desmentida por la cronolog¨ªa de los hechos, por otras investigaciones, como la de Agust¨ªn Pen¨®n, Eduardo Molina Fajardo y yo mismo, todas ellas argumentadas y razonadas en la petici¨®n a la Audiencia Nacional. ?Por qu¨¦ se hizo donde ya se sab¨ªa que no era el lugar? No se han dado explicaciones, como tampoco se dice por qu¨¦ no se sigui¨® hasta encontrar los restos de los que se buscaba.
No se merec¨ªan ni Federico ni los dem¨¢s compa?eros que se hicieran unos trabajos parciales e inacabados, que abren v¨ªa libre a la especulaci¨®n. Como tampoco se merec¨ªa el autor de Yerma que su anfitri¨®n y custodio, se descolgara con unas declaraciones en las que le adjudicaba una opini¨®n favorable a la sublevaci¨®n militar y, una presunta amistad con Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange. Son falsas ambas afirmaciones. Pero no eran gratuitas porque Luis Rosales, el autor de estas afirmaciones, el hospitalario amigo de Federico, desde la preparaci¨®n de la sublevaci¨®n, estaba incorporado a ella y, lo m¨¢s probable, es que, al hacerlas, puede que pretendiera desviar la atenci¨®n sobre otro hecho incuestionable y concluyente sobre su asesinato: que su hermano Miguel fue el autor material de la detenci¨®n de Federico, al que enga?¨® con la consabida consigna, contenida en los manuales de la sublevaci¨®n: no tienes que temer, se trata de una declaraci¨®n de tr¨¢mite y enseguida volvemos a casa. ?l muy bien sab¨ªa que esa vuelta no se producir¨ªa jam¨¢s. As¨ª se explica tambi¨¦n la ira con que respond¨ªa cada vez que se le preguntaba sobre la muerte de su amigo, porque se le pon¨ªa en trance de que salieran los hechos como fueron, o que se le preguntara sobre su participaci¨®n en los preparativos de la sublevaci¨®n, desde cuyos comienzos ya ostentaba un puesto de mediana relevancia, lo que le vali¨® un lugar privilegiado en el r¨¦gimen salido de la misma, con los beneficios que tan ampliamente disfrut¨®. Y, m¨¢s cierto todav¨ªa, que sin la intervenci¨®n de Miguel Rosales, Federico habr¨ªa seguido en la casa de acogida, porque Ruiz Alonso no habr¨ªa tenido arrestos para penetrar en aquel domicilio y culminar sus intenciones y, llegado Jos¨¦ Rosales, Pepiniqui, a la casa de sus padres, Federico se habr¨ªa puesto a salvo.
En la situaci¨®n en que nos encontramos, con los restos de estas v¨ªctimas sin recuperar, lo l¨®gico ser¨ªa que los trabajos de localizaci¨®n y exhumaci¨®n continuaran, apoy¨¢ndose en las solventes investigaciones ya citadas. Primero, para dar cumplimiento a la petici¨®n de los familiares; segundo, para resolver un enigma que la humanidad entera y la historiograf¨ªa est¨¢n esperando y; tercero, porque de esta forma se acaban todas las especulaciones que tanto da?o est¨¢n haciendo en muchos sentidos.
Respecto a los restos de Federico, yo me atrevo a afirmar: ¨¦l es patrimonio de sus sobrinos, no cabe duda sobre ello; pero, tambi¨¦n es patrimonio de toda la humanidad. ?Es que nadie entre quienes nos gobiernan tiene nada que decir? Fue el Estado quien nos lo quit¨®; pues ese mismo Estado nos lo ha de devolver. Y no se interprete como una cr¨ªtica a la actitud de la familia de no querer recuperar sus restos, que respeto; es que los dem¨¢s tambi¨¦n tenemos nuestros derechos. Esta familia, necesita de nuestra comprensi¨®n, no de nuestras cr¨ªticas, pero si no nos dicen sus razones, nunca podremos comprender claramente su actitud.
El d¨ªa que los restos mortales de Federico Garc¨ªa Lorca reposen en un lugar digno de su figura y de la gloria que se merece, empezaremos a devolverle algo de cuanto le debemos y ese mismo d¨ªa s¨ª que descansar¨ªa en paz.
Francisco Gonz¨¢lez Arroyo es historiador e investigador lorquiano y de la sublevaci¨®n y represi¨®n en Granada.
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