Francesco Cossiga, figura esencial del ¨²ltimo medio siglo en Italia
Presidente de la Rep¨²blica durante siete a?os, ahora era senador vitalicio
Muri¨® ayer en Roma Francesco Cossiga, presidente de la Rep¨²blica italiana desde 1985 a 1992, actual senador vitalicio. Hace un mes hab¨ªa cumplido 82 a?os. Con ¨¦l se va un pedazo de la historia del pa¨ªs. De su pol¨ªtica, con las luces y las ambig¨¹edades que la caracterizan y que ¨¦l encarnaba.
Figura central -y controvertida- del ¨²ltimo medio siglo, s¨ªmbolo de la turbulenta transici¨®n entre la ¨¦poca del poder de la Democracia Cristiana, su partido, y del bipolarismo, entre la primera y la segunda Rep¨²blica, la que naci¨® de las cenizas de la Operaci¨®n Manos Limpias a principios de los noventa, sin DC, sin partido comunista ni socialista.
Ocup¨® todos los cargos m¨¢s importantes: ministro del Interior bajo la gu¨ªa de Giulio Andreotti (1976-1978); primer ministro, desde 1979 hasta 1980; fue el m¨¢s joven presidente del Senado, en 1983, y jefe de Estado, en 1985. Ni en los ¨²ltimos a?os, como senador vitalicio y presidente em¨¦rito de la Rep¨²blica, se alej¨® del escenario de la atormentada pol¨ªtica transalpina.
Era ministro de Interior durante el secuestro y asesinato de Aldo Moro
Entre las muchas luces y sombras, sin duda ten¨ªa un don, la iron¨ªa
Con una caracter¨ªstica vena pol¨¦mica e inconformista disparaba a quemarropa contra ex compa?eros de partido, alababa alg¨²n que otro miembro de la oposici¨®n (por ejemplo estimaba al ex comunista Massimo D'Alema, hasta el punto de que patrocin¨® la formaci¨®n de su Gobierno t¨¦cnico en 1998), dispensaba comentarios inc¨®modos sobre episodios y personajes del pa¨ªs, se quitaba varias espinitas con el aire flem¨¢tico y el genuino acento sardo que nunca perdi¨®.
Lo llamaban Il Picconatore, apodo que se gan¨® en la ¨²ltima parte de su mandato presidencial cuando jug¨® un papel crucial en tumbar el viejo panorama pol¨ªtico. Hab¨ªa nacido en Sassari, como Enrico Berlinguer, secretario del Partido Comunista, que era su primo.
Su trayectoria atraviesa medio siglo de vida italiana, pero queda atrapada en los 55 d¨ªas m¨¢s dram¨¢ticos de la historia moderna del pa¨ªs: el secuestro y asesinato de Aldo Moro, moderado secretario de la Democracia Cristiana, asesinado en la primavera de 1978 por las Brigadas Rojas. El 16 de marzo, a pocas horas del secuestro, Cossiga reuni¨® la c¨²pula del partido, que se decant¨® por la llamada l¨ªnea de la firmeza. Cossiga era entonces ministro de Interior y le toc¨® la ingrata tarea de anunciar al pa¨ªs que el Gobierno no iba a negociar con los terroristas. El rostro tenso y la mirada perdida de Cossiga aquel d¨ªa quedaron impresos en la retina de todo italiano: estaban abandonando a Moro en las manos de sus secuestradores. "No s¨¦ si los otros miembros del partido eran conscientes de que le est¨¢bamos condenando a muerte. Yo s¨ª -dijo a?os despu¨¦s- Si tengo el pelo blanco y la piel manchada, es por aquellos momentos". Fue ¨¦l quien recibi¨® la primera carta desde la c¨¢rcel secreta. El secretario ped¨ªa que el Estado se esforzara todo lo posible para salvarle. Fue ¨¦l, Cossiga, el primero -y el ¨²nico- que dimiti¨® cuando el 10 de mayo encontraron el cuerpo sin vida de Moro encerrado en el ba¨²l de un Renault rojo.
Treinta y dos a?os despu¨¦s, a¨²n no se ha aclarado el papel desempe?ado por Cossiga y los otros democristianos en ese episodio.
Hombre de los misterios y a la vez desvelador de los mismos, el ex presidente fue el primero en hablar de Gladio, una organizaci¨®n paramilitar que en los a?os sesenta, en plena guerra fr¨ªa, la OTAN organiz¨® en Italia para evitar -incluso con las armas- que el mayor partido comunista de Europa, el italiano, se acercara al Gobierno. Cossiga era uno de sus miembros.
En la primavera de 1977, Cossiga protagoniz¨® otra p¨¢gina negra de la historia del pa¨ªs. Cuando los movimientos estudiantiles y obreros de extrema izquierda llenaron las plazas y ocuparon las universidades, respondi¨® con mano de hierro. "He barrido el movimiento, enviando tanques a romper la reja de la Universidad de Roma y las metralletas de los carabinieri a Bolonia", dijo en una entrevista hace dos a?os. Es verdad, la rebeli¨®n fue dominada, pero a costa de mucha sangre de j¨®venes, polic¨ªas y estudiantes. El 11 de marzo, un disparo mat¨® a Francesco Lorusso, estudiante de 26 a?os, durante una manifestaci¨®n en la ciudad roja. El 12 de mayo, la misma suerte corri¨® Giorgiana Masi, 19 a?os, en la capital. El nombre del titular de Interior entonces se encontraba escrito en los muros con la K y con la doble ese de SS, las fuerzas especiales de Hitler. La tensi¨®n en el pa¨ªs se dispar¨®. "Me temo que muchos confluyeron en las Brigadas Rojas", admiti¨® luego el pol¨ªtico.
Cossgia estudi¨® su marcha con el estilo de siempre: dej¨® cuatro cartas bien selladas, cuatro nuevos, peque?os, misterios italianos, escrib¨ªa ayer Il Corriere. Los destinatarios ocupan las instituciones m¨¢s importantes del Estado: Giorgio Napolitano (Jefe de Estado), Gianfranco Fini y Schifani (presidentes de Congreso y Senado, respectivamente) y, por supuesto, Silvio Berlusconi.
A prop¨®sito del empresario que baj¨® a la arena pol¨ªtica, Cossiga lanz¨® una de sus frases m¨¢s c¨¢usticas: "Si Berlusconi es mejor que De Gasperi [primer jefe del Gobierno de la Rep¨²blica], yo soy Carlomagno", dijo una vez. Entre las muchas luces y sombras, sin duda ten¨ªa un don: la iron¨ªa.
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