Para¨ªso natural bajo el sol
El Palmar ofrece seis kil¨®metros de arenal y muchas actividades
En El Palmar se aplaude a los atardeceres. La playa se duerme de noche, sobre todo, ahora que los chiringuitos m¨¢s ruidosos, los que acumulaban j¨®venes en la arena hasta al d¨ªa siguiente est¨¢n cerrados. Ahora la ¨²nica franja costera de Vejer (C¨¢diz) es un refugio para la tranquilidad, para las escapadas fuera de las miradas.
A lo largo de sus seis kil¨®metros de arenal permite casi de todo, desde desprenderse de todo, incluso de la ropa, pasear hasta cansarse y llegar a Conil, jugar con una tabla en las olas, disfrutar de una buena comilona en uno de sus muchos bares con terraza y so?ar con una vida ideal, con un para¨ªso natural de sol y mar. El sue?o se hace realidad en El Palmar.
Una plataforma intenta impedir la construcci¨®n de un hotel en la costa
El lugar se llena de gente los veranos, en especial los fines de semana
Hay numerosos aparcamientos de pago, aunque a buen precio, habilitados a lo largo de toda la playa. Los gratuitos fueron suprimidos para respetar el frente litoral. Las continuas multas terminaron convenciendo a los infractores. Lo bueno de la playa de Vejer es que atiende todos los gustos. A los que les agrada una jornada en la arena, con todos los servicios, de bares, tiendas, aseos y socorrismo siempre al alcance de la mano; o los que prefieren perderse de las miradas, no ser molestados, huir del ruido y dejarse llevar por el rumor de las olas. Las zonas m¨¢s alejadas de las casas permiten esta corta pero intensa escapada.
El Palmar fue hace unos a?os centro de la movida juvenil. Cientos de personas se concentraban en torno al chiringuito Abor¨ªgena. La paz rota por el ruido de tambores y timbales al atardecer se compensaba con la consolidaci¨®n de Vejer como un referente de la diversi¨®n. El Ayuntamiento opt¨® por dar prioridad a la imagen familiar, por proteger el descanso antes de que ese turismo acabara absorbiendo toda la playa.
La prohibici¨®n de este tipo de establecimientos no ha restado visitantes diurnos, aunque s¨ª muchos de estos j¨®venes han encontrado refugio a sus ansias de marcha junto al oc¨¦ano en otras localidades vecinas. El Consistorio amag¨® este a?o con recuperar los chiringuitos, aunque con un corte m¨¢s de restaurante de sardinas y caballas asadas. La llamada no ha terminado de convencer a las empresas.
El Palmar no figura en las enciclopedias, como le ocurre a otras playas vecinas, por haber acogido batallas hist¨®ricas o enfrentamientos clave para el devenir del mundo. Pero es cierto que en su arena se reflejan conflictos de la actualidad. Una plataforma ciudadana, nacida en Facebook, pretende salvar esta franja litoral de la construcci¨®n de un hotel. El Ayuntamiento y la Junta defienden que el desarrollo del turismo es compatible con la supervivencia de este para¨ªso pero los miembros de este movimiento ciudadano se oponen por temor a que estas promesas no sean una realidad. Los carteles de Salvemos El Palmar se reparten por diversos escenarios y mantienen en la brecha informativa a los que se escapan del mundanal ruido por estos lares.
Ecologistas en Acci¨®n decidi¨® darle este a?o a El Palmar la bandera negra. No por su mal estado. Todo lo contrario. Por lo bien que est¨¢ y lo que se puede degenerar si, seg¨²n ellos, prosperan los planes de desarrollo hotelero sobre esta zona. La playa tiene su bandera azul, que la premia por la calidad de sus aguas, su limpieza y sus servicios.
Mientras se hacen realidad o no esos planes, mientras vuelven a prosperar o no los chiringuitos proscritos, El Palmar sigue saludando con sus olas a los visitantes como si colgara el cartel de bienvenidos. Los veraneantes la llenan los veranos, sobre todo, los fines de semana, cuando es m¨¢s dif¨ªcil encontrar un hueco para el coche y un sitio para comer. Las horas de sol transcurren con gran intensidad pero al atardecer recupera la calma. Es verdad que ya se aplaude menos al ocaso pero la playa duerme ahora mucho m¨¢s tranquila.
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