VEINTID?S
Empiezo a sacar de la biblioteca p¨²blica las novelas de las que habla el profe en clase y me meto en ellas como un gusano dentro de un queso, abriendo galer¨ªas en su interior, atravesando a ciegas los p¨¢rrafos, las frases, las hojas, los cap¨ªtulos. Son novelas tocho, contadas por narradores invisibles, tipos que ven lo que sucede, y lo relatan, pero que no intervienen en ello. Algunas de estas historias resultan duras de roer, pero todas terminan abland¨¢ndose ante la combinaci¨®n de violencia mandibular y saliva ¨¢cida empleada por este gusano lector en el que me he convertido. Si mi viejo me viera, se quedar¨ªa tieso.
Al mediod¨ªa, tapi?o algo en el McDonald's o en el kebab y doy una vuelta por los alrededores de Zahara, buscando a Lucifer e intentando provocar los s¨ªntomas que me hicieron invisible. Imagino qu¨¦ har¨¦ cuando lo logre, convencido como estoy de que no es m¨¢s que una cuesti¨®n de tiempo. Luego bajo al subte y me acerco al cole de mi puto sobrino, para seguirlo a escondidas hasta que llega sano y salvo a la casa de mi hermana. En esto, un d¨ªa se acercan al cr¨ªo, en plan malote, dos chavales de su edad y le piden el plumas. El cr¨ªo, que es un cagueta, se lo da sin rechistar y sigue su camino sorbi¨¦ndose los mocos. Yo espero a los cacos, que vienen en mi direcci¨®n parti¨¦ndose la caja de la risa, les doy un par de hostias, les birlo el plumas y corro para alcanzar a mi sobrino.
Cuando intento devolv¨¦rselo, me mira conteniendo las l¨¢grimas y dice que me lo meta por el culo. Y deja de seguirme, a?ade, que no eres invisible. Pues yo cre¨ªa que s¨ª, digo yo. Pues no, dice ¨¦l. Lo sigo a¨²n un par de calles, con el plumas en la mano, suponiendo que terminar¨¢ abland¨¢ndose, pero, al contrario, se va endureciendo. Me siento como un imb¨¦cil detr¨¢s del ni?o de los cojones. Adem¨¢s, la basca empieza a mirarme raro, as¨ª que digo que te den, y me doy la vuelta. Al poco, oigo que me llama. ?Qu¨¦ quieres?, digo. Que sepas, dice ¨¦l, que el pez que se llamaba como t¨² se ha muerto. ?Se ha muerto o lo has matado, como a Dedo?, digo yo. Eso a ti no te importa, dice ¨¦l, y sigue con dos cojones su camino.
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