Elogio de la desmesura
A lo largo de toda la noche del viernes, y antes de que Bar¨®n Rojo ofrecieran un extenuante concierto de 3 horas estrenando el nuevo recinto habilitado en la marina sur, las torres de megafon¨ªa no dejaban de escupir las notas de El Dorado, uno de los pilares que sostiene The Final Frontier, ¨²ltimo ¨¢lbum de Iron Maiden. Y como si en busca de su El Dorado particular se tratase, cerca de 20.000 fieles se acercaron al d¨ªa siguiente a rematar el fin de semana de peregrinaci¨®n met¨¢lica tras el se?uelo del ¨²ltimo concierto de los Maiden en suelo europeo, ¨²nico que pasa por nuestro pa¨ªs en esta gira. Excusa m¨¢s que convincente para que un entramado portuario tan habitualmente pijo se ti?era de camisetas negras, largas gre?as, tejanos de pitillo y desgastad¨ªsimas bambas deportivas que no pasar¨ªan el control de admisi¨®n en cualquiera de los elitistas garitos que lo circundan. M¨¢s all¨¢ de tan in¨¦dita estampa urbana, el concierto de los brit¨¢nicos sirvi¨® para certificar la inoxidable condici¨®n de una banda que ha encontrado varios motivos de peso para sostener su leyenda en el nuevo siglo.
Iron Maiden
Bruce Dickinson: voz; guitarras: Dave Murray, Janick Gers, Adrian Smith, Steve Harris: bajo; Nicko McBrain: bater¨ªa. Recinto Marina Sur de Valencia. S¨¢bado 21 de agosto de 2010.
Porque, al margen de su versi¨®n del Doctor, Doctor de UFO, que suena por los altavoces como toque de corneta para sus conciertos, no hay en sus dos horas de espect¨¢culo (precedidos por el breve pase de los alemanes Edguy) mas que cinco o seis flashbacks a la primera etapa en la que Dickinson lider¨® a la banda brit¨¢nica, antes de abandonarlo para volver a finales de los 90. Es as¨ª como el ritmo inmisericorde de Wicker Man o Ghost of the Navigator impone su ley, sobre esa especie de delirante plataforma espacial de esta gira, para no hacer prisioneros desde las primeras de cambio. Es tambi¨¦n la forma de que la grandilocuente epopeya de Dance of Death reafirme la condici¨®n de excepcional m¨¦dium de un Bruce Dickinson tan teatralmente plet¨®rico como de costumbre, sacando pecho de su reciente n¨²mero 1 en Reino Unido y dedicando Blood Brothers al recientemente fallecido Ronnie James Dio. Y es as¨ª tambi¨¦n como las escaladas ¨¦picas de These Colours Don't Run explicitan la pericia del apabullante tr¨ªo de guitarras formado por Gers, Smith y Murray. La ceremonia, ritual de masas compartido con fervor por un p¨²blico entregado, acab¨® con la irrupci¨®n en escena de un gigantesco Eddie, emblema de la banda, al ritmo de la a?eja Iron Maiden.
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