VEINTICUATRO
Siguiendo las instrucciones de los prospectos, me aplico una de las cremas de Lucifer por las noches y otra por las ma?anas. Mientras me las extiendo por el rostro, me acuerdo de mi vieja porque es muy aficionada a los potingues. A veces, al modo de un rel¨¢mpago, veo en el espejo su careto, en el lugar del m¨ªo, tambi¨¦n en 3D. La vida se ha convertido en una pel¨ªcula Pixar. Desde que me doy las cremas, tengo m¨¢s ganas que nunca de contar la historia de ese tipo que vive dentro de una novela de la que no forma parte. Y cuando me pongo a ello, me sale sin esfuerzo, como si el diablo me la dictara (yo no escribo tan bien, ni falta que hace teniendo de negro a Lucifer).
Lucifer, por cierto, ha vuelto a esfumarse. A los tres o cuatro d¨ªas de nuestro ¨²ltimo encuentro, pierdo su tarjeta, que ha desaparecido de forma misteriosa del bolsillo del pantal¨®n. Como no puedo timbrarle, merodeo a distintas horas por los alrededores del portal de su oficina sin que entre o salga, estar¨¢ comprando almas en Singapur. Un d¨ªa subo, llamo al timbre sin que nadie me abra la puerta y al final me doy cuenta de que est¨¢ abierta. La empujo, me adentro en el piso, lleno de una pe?a estresada que va de un despacho a otro, y camino con naturalidad hasta el de Lucifer, que se encuentra vac¨ªo. Una mujer me pregunta si busco a alguien. Se lo digo. Ya no est¨¢ aqu¨ª, dice ella, y se pierde por un pasillo.
Desde que me doy las cremas, tengo m¨¢s ganas que nunca de escribir
Lo m¨¢s probable es que no vuelva a verlo hasta que a ¨¦l no le salga de. Comprendo que nuestros encuentros, incluso el provocado aparentemente por m¨ª, han sido planificados por ¨¦l. Me ataca a ratos la duda de si le he vendido o no le he vendido el alma, porque, seg¨²n Google, el puto diablo no habla claro nunca. Ahora bien, me digo, el hecho de que pueda escribir la historia del hombre invisible indica que s¨ª, que el pacto se ha cerrado. Y aunque todav¨ªa no soy capaz de desmaterializarme a placer, sufro con frecuencia ataques breves e incontrolados de invisibilidad. Intuyo que son como avisos, para que me vaya acostumbrando, porque ser invisible mola mazo, pero acojona un huevo. Y tiene sus responsabilidades.
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