Un torero de Valladolid
Gran parte de los espectadores fueron a ver a Morante de la Puebla y se encontraron con un modesto torerazo vallisoletano, de nombre Leandro Marcos. La maciza faena al sexto toro de la tarde cal¨® con fuerza en el p¨²blico. El mismo p¨²blico que se fue imaginariamente tras la espada del torero, para verlo matar al toro de un denso volapi¨¦. Pero no fue as¨ª. El diestro tir¨® por tierra todo aquello que hab¨ªa ganado con sus muletazos hondos, llenos de belleza cl¨¢sica...
La faena a ese toro se recordar¨¢ durante mucho tiempo. La inici¨® con unos buenos doblones, para despu¨¦s de un bello trincherazo, citar al toro de lejos. Ah¨ª empez¨® la gran m¨²sica de su recital toreo. Surgieron los derechazos con una verdad inmensa. Pases templados, d¨¢ndose en ellos la tr¨ªada que conforma la aut¨¦ntica tauromaquia: parar, templar y mandar. Par¨® con aguante, templ¨® cargando la suerte y mand¨®, para ligar acto seguido el nuevo pase, y luego repitiendo, con cadencia profunda (el cante grande del toreo) las series, hasta los remates por alto.
TAJO-REINA / MORANTE, CASTELLA, MARCOS
Un toro de La Reina y cinco de El Tajo: Justos de fuerza, bien presentados, inv¨¢lido el 1?, excelente el 2?, bueno el 6?.
Morante de la Puebla: dos pinchazos y media estocada (pitos); estocada desprendida (ovaci¨®n y saludos).
Sebasti¨¢n Castella: estocada atravesada y ca¨ªda (petici¨®n de oreja); tres pinchazos y estocada defectuosa (silencio).
Leandro Marcos: cinco pinchazos -aviso- y estocada (silencio); media estocada ca¨ªda -aviso- cuatro descabellos (gran ovaci¨®n).
Cuarta de feria. 24 de agosto. Tres cuartos de entrada.
Su mayor virtud se form¨® en saber dar la distancia justa. El hecho de saber encontrar el sitio, eso lo tienen pocos toreros. Con ello se nace. Fueron siete series de derechazos, a cual mejores. Todo lo cual lo remataba con majestuosos pases de pecho. A?¨¢dase un par de tandas de naturales, de menor intensidad, para terminar con una serie de buenos derechazos, adosados de una suerte de remates muy toreros. Mat¨® mal, como est¨¢ dicho, pero si llega a matar bien sale con una docena de contratos de Vista Alegre. Nada hay m¨¢s bello como lo verdadero. As¨ª fueron aquellos largos, profundos y cadenciosos muletazos.
En su primero, Leandro Marcos dej¨® buen sabor. Se le vio un tanto acelerado, tenso. Ya apunt¨® buenas maneras en algunos pases con la franela.
Morante de la Puebla enga?¨® con descaro al p¨²blico, con la complicidad del presidente. El primer toro de la corrida era un inv¨¢lido impenitente que debi¨® volver a los corrales. Morante hizo lo indecible para que el toro permaneciera en la plaza, por lo que utiliz¨® la pantomima de torear a un cad¨¢ver prematuro. Una verg¨¹enza. En su segundo quiso hacerse disculpar por el estropicio de su primero. Por el aire quedaron las cantadur¨ªas de tres lances y una media. Luego, con la muleta espolvore¨® algunas series con ambas manos de gusto exquisito, con la asonancia de templados pases, aunque le falt¨® afinarse a la hora de rematar las series. Fueron unos p¨¦talos sueltos. Es verdad que el toro ten¨ªa muy corto el viaje.
El mejor toro de la corrida le toc¨® en suerte a Sebasti¨¢n Castella. Despu¨¦s de un expuesto y vibrante pase cambiado, luego tore¨® con las dos manos, muy valiente y entregado. Tore¨® bien pero no lleg¨® a estar a la altura de aquel bravo toro que le estaba ofreciendo una faena de puerta grande. ?Qu¨¦ gran torero tiene Valladolid!
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