Los pa¨ªses emergentes y el derecho internacional
La prensa internacional ha seguido de cerca el tema de la posible ejecuci¨®n en los pr¨®ximos d¨ªas de una mujer iran¨ª. Como muchos lo habr¨¢n le¨ªdo, Sakineh Mohammadi Ashtiani fue originalmente acusada de adulterio y condenada a muerte por lapidaci¨®n, siguiendo la ley isl¨¢mica de la sharia en Ir¨¢n; ahora solo es acusada de homicidio y enfrenta la posibilidad de ser ahorcada.
El mundo ha protestado y es poco probable que la sentencia se lleve a cabo. Sin embargo, las reacciones de unos y de otros en torno a esta aberraci¨®n han resultado reveladoras, y sintom¨¢ticas. As¨ª, por ejemplo, de acuerdo a la informaci¨®n publicada por EL PA?S hace unos d¨ªas, el tema se ha convertido en el meollo coyuntural de la campa?a presidencial en Brasil, donde la puntera Djilma Roussef ha tendido a defender a las autoridades iran¨ªes, y el aspirante Jose Serra ha atacado las posturas del presidente Lula de acercamiento con Teher¨¢n. Cuando ciertos sectores de la sociedad civil brasile?a y los medios solicitaron a Lula que interviniera ante su amigo el presidente de Ir¨¢n, Mahmud Ahmadineyad, Lula contest¨®: "Las personas tienen leyes. Si comenz¨¢ramos a desobedecer las leyes de esas personas para atender los llamamientos de los presidentes en poco tiempo habr¨ªa un caos. Un presidente de la Rep¨²blica no puede estar pegado a Internet atendiendo a todas las peticiones en relaci¨®n a otro pa¨ªs".
Ingresar en los centros de decisi¨®n del mundo conlleva aceptar su andamiaje jur¨ªdico
?Se puede ser l¨ªder mundial sin tener ascendencia en la propia regi¨®n?
Despu¨¦s rectific¨® y reconoci¨® que "ninguna mujer deber¨ªa ser apedreada por enga?ar a su marido", ofreci¨® asilo a Ashtiani si el Gobierno de Ir¨¢n as¨ª lo deseaba y si consideraba que la mujer "ad¨²ltera" era "inc¨®moda". Ahmadineyad rechaz¨® la "generosa" oferta del brasile?o. Lula evidentemente cree que no todas las leyes son iguales, y que la pena de muerte en cualquier pa¨ªs es reprobable aunque sea legal -sea en Estados Unidos, China, Ir¨¢n o Cuba-, que hay penas de muerte m¨¢s b¨¢rbaras que otras, como la lapidaci¨®n.
Esta actitud es en el fondo id¨¦ntica a su postura ante la muerte del disidente cubano Orlando Zapata y frente a la huelga de hambre de su compatriota Guillermo Fari?as, aunque ciertamente en esta ocasi¨®n m¨¢s estridente y extrema. Pero es indicativa de un dilema que enfrenta el mundo hoy, y que trato de describir y analizar en un ensayo que aparece en estos d¨ªas en la revista norteamericana Foreign Affairs sobre la hipot¨¦tica inclusi¨®n de nuevos actores o potencias mundiales en los centros de decisi¨®n internacionales.
En resumen, el art¨ªculo plantea que el ingreso de pa¨ªses como China, India, Sud¨¢frica y Brasil a clubes exclusivos como el Consejo de Seguridad de la ONU (China ya es miembro), el G-8 u otros an¨¢logos, podr¨ªa arrojar una mayor representatividad de estos foros, pero no necesariamente para bien. China, la India, Sud¨¢frica y Brasil no son parti-darios del r¨¦gimen jur¨ªdico internacional en plena construcci¨®n desde hace varias d¨¦cadas en materia de defensa de la democracia, de los derechos humanos, de la no proliferaci¨®n, de la protecci¨®n del medio ambiente, de una mayor liberalizaci¨®n del comercio e incluso, en el caso de India y de China, de la Corte Penal Internacional.
Es innegable que los pa¨ªses ricos y los menos ricos que han ido construyendo este andamiaje normativo no siempre lo respetan y en ocasiones su hipocres¨ªa es ins¨®lita: Estados Unidos, en las c¨¢rceles de Guant¨¢namo y Abu Ghraib; pero tambi¨¦n Francia e Inglaterra en sus antiguas colonias africanas; e incluso Alemania en los Balcanes. Pero la gran diferencia entre esas potencias antiguas y las nuevas reside en la fuerza de sus respectivas sociedades civiles, cuyo vigor y activismo ha fijado l¨ªmites a los excesos de las potencias tradicionales, cosa que no sucede con las nuevas.
Los ejemplos del rechazo a la nueva configuraci¨®n jur¨ªdica internacional abundan: la postura de China en T¨ªbet, su apoyo a la junta de Myanmar y el suministro de varios apoyos al programa at¨®mico de Pakist¨¢n, y sobre todo su posici¨®n ante el genocidio en Darfur; el respaldo de India a la represi¨®n en Myanmar y a los virtuales campos de concentraci¨®n de ex combatientes o simpatizantes tamiles en Sri Lanka, y ante al programa de enriquecimiento de uranio iran¨ª; la indiferencia de Sud¨¢frica ante la represi¨®n y el fraude electoral en Zimbabue; y las omisiones de Brasil respecto a la defensa de los derechos humanos, la democracia y las libertades en Cuba, Venezuela y ahora, de manera flagrante, en Ir¨¢n.
Otros ejemplos incluyen la manera en que han formado un frente com¨²n varios de ellos en las negociaciones sobre cambio clim¨¢tico, junto con los pa¨ªses del llamado Tercer Mundo y en la Ronda de Doha. Por un lado China es la segunda econom¨ªa del mundo; por el otro se solidariza con los pa¨ªses pobres: ?son compatibles ambas identidades? Brasil se ve como l¨ªder mundial, buscando en vano soluciones al conflicto entre el Grupo de los Seis e Ir¨¢n, pero sin siquiera proponerse ayudar a destrabar litigios m¨¢s cercanos: entre Uruguay y Argentina, entre Colombia y Venezuela, entre Bolivia y Chile. ?Se puede ser l¨ªder mundial sin tener ascendencia en su propia regi¨®n?
Son justamente este tipo de razones por las que estos pa¨ªses no est¨¢n listos para ingresar al club de los poderes internacionales f¨¢cticos. Su ingreso debilitar¨ªa los avances alcanzados en la construcci¨®n de ese andamiaje jur¨ªdico internacional que muchos anhelan, por limitados y endebles que sean. Dos razones lo explican: la adulaci¨®n comprensible pero anacr¨®nica de estos pa¨ªses por el principio de la no intervenci¨®n y la soberan¨ªa como bien absoluto, y la debilidad de su sociedad civil, m¨¢s en China y Sud¨¢frica que en la India y Brasil. Ojal¨¢ pueda suscitarse en estas naciones el debate necesario sobre su lugar en el mundo y las posibles cesiones multilaterales de soberan¨ªa a favor de bienes superiores, y para despertar y organizar a sus sociedades civiles.
En el pasado dichas sociedades dieron luchas importantes (contra el apartheid en Sud¨¢frica, la dictadura militar en Brasil, o por la independencia en India), pero hoy no parecen estar dispuestas a comprometerse con los pilares fundamentales del emergente r¨¦gimen jur¨ªdico internacional. China, la India, Brasil, Sud¨¢frica y otros miembros del G-20 con aspiraciones an¨¢logas tienen todo el derecho de conservar sus posturas tercermundistas, soberanistas y nost¨¢lgicas del Movimiento de los No Alineados, pero entonces que sigan siendo eso: l¨ªderes del Tercer Mundo y no del mundo a secas.
Jorge G. Casta?eda, ex canciller mexicano, es profesor de la Universidad de Nueva York y de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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