VEINTIS?IS
Con Elsa, una fan enloquecida de Carlos Cay, conozco los placeres del ¨¦xito. Y sus desventuras. Quiere saberlo todo acerca de Cay. Pretende que le presente a mis viejos y a mi hermana y a mi sobrino (al viejo de Carlos Cay, en realidad, a su hermana, a su sobrino). Quiere visitar sus casas para ver si son como se las ha imaginado. Habla de ellas como de los Santos Lugares. Me presiona tambi¨¦n para que confiese qui¨¦n mat¨® a Dedo. El asunto empieza a cargarme porque me pispo enseguida de que hay algo raro en ese inter¨¦s, como si la t¨ªa fuera una demente. La idea no me mola, porque si ella est¨¢ loca, igual mi obra completa, que tanto le gusta, es una mierda.
Un d¨ªa se empe?a en acompa?arme al colegio de mi sobrino, para seguirle conmigo hasta la casa de mi hermana. Escondidos tras los coches, aguardamos hasta que aparece el cr¨ªo. Ese es, digo. ?El del plumas azul?, dice ella. S¨ª, digo yo, y noto que ocurre algo, no s¨¦, como si el cr¨ªo la hubiera decepcionado. Lo seguimos sin que nos vea hasta que llega a su casa y luego volvemos al subte. Elsa se sienta a mi izquierda y aunque yo no la veo m¨¢s que con el rabillo del ojo, noto que ocurre algo grave. Hacemos todo el recorrido en silencio y al salir a la calle, en Gran V¨ªa, dice: O est¨¢s loco o te est¨¢s quedando conmigo. ?Y eso?, digo yo. Da la puta casualidad, dice ella, de que el cr¨ªo al que hemos seguido es hijo de una prima m¨ªa que vive en ese barrio.
No tengo m¨¢s cojones que confesarle que mi sobrino es una ficci¨®n
Entonces no tengo m¨¢s cojones que confesarle que mi sobrino es una ficci¨®n, lo mismo que mi hermana y mis viejos (la hermana y los viejos de Carlos Cay, para ser exactos). Me los he inventado, digo, para que nadie descubra mi verdadera identidad. Pero si me dijiste que tus viejos te hab¨ªan dejado de hablar por hacer p¨²blicas sus interioridades, dice ella. Eso formaba parte tambi¨¦n de la ficci¨®n, digo yo. ?Y el pez?, dice ella. Era un pez cualquiera, digo yo, lo ten¨ªa para motivarme. ?Y vas todos los d¨ªas a ese colegio para seguir al hijo de mi prima?, dice ella. S¨ª, todos los d¨ªas, por la ma?ana y por la tarde, digo yo, pero no te apures que cambiar¨¦ de ni?o, y de colegio. T¨² no eres Carlos Cay ni de lejos, dice ella, y adem¨¢s me das miedo, t¨ªo. Y se abre corriendo hacia Callao.
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