Desternillante viaje inici¨¢tico
Podr¨ªa haber sido la gran comedia sobre el funcionamiento de las sinergias que envuelven a la fama en el mundo contempor¨¢neo. Algo as¨ª como una especie de La dolce vita, contaminada por la descacharrante mala baba de la mejor comedia juvenil americana. Y sin embargo un tercio final decepcionante, tanto en ritmo como en gracia, pero sobre todo por falta de altura de miras para no acabar dando la charla al personal sobre el estilo de vida al que se adhieren los autores, deja a Todo sobre mi desmadre, segundo largometraje del estadounidense Nicholas Stoller, en un (de todos modos) notable y por momentos desternillante acercamiento a lo que se esconde detr¨¢s de esas fotos de borrachera, politoxicoman¨ªa y desenfreno sexual que pueblan las m¨¢s modernas revistas y programas sobre famosos de vida disoluta.
La tropa de guionistas y directores comandada por Judd Apatow, aqu¨ª productor, parece empe?ada en mostrarnos que es en la familia, en el legado de un modo de vivir de anuncio de galletas, donde debe residir la base de nuestra existencia. Nada que objetar, salvo por el hecho de que, como ya ocurr¨ªa en L¨ªo embarazoso y Hazme re¨ªr, entre otras, la exposici¨®n del discurso es como un sartenazo que viene dado por la charla discursiva y no por la sutil visi¨®n del mundo que les rodea. Como dice la canci¨®n final, en tono de sorna, habr¨¢ que volver a casa para disfrutar "del pur¨¦, las salchichas y las alubias de siempre".
Eso s¨ª, expuestas las dudas sobre la pel¨ªcula, las certezas sobre su calidad son muchas. Centrada en la organizaci¨®n de un concierto de una estrella del rock que ha pasado por todas las fases del mito musical (alcohol; drogas; reconversi¨®n piadosa en torno a ?frica y los pobres, que le sirve, a un tiempo, de imagen redentora y de marca publicitaria; nueva ca¨ªda en el barro...), Todo sobre mi desmadre es un viaje inici¨¢tico al universo del descontrol con una inmensa capacidad para el retrato de los tiempos que nos abrasan, desde la farisea mezcla del linchamiento del paparazzi y de la adoraci¨®n de su producto profesional, hasta la personificaci¨®n en pantalla del economista estrella Paul Krugman, ri¨¦ndose de s¨ª mismo.
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