¡°No puedo amar a nadie m¨¢s. Incluso muerta eres mejor que cualquier persona viva¡±
Richard Feynman, Nobel de F¨ªsica, escribi¨® en 1946 a su esposa fallecida una de las m¨¢s bellas cartas que se recuerde. Es uno de los tesoros que comparte Shaun Usher, coleccionista de misivas, en un libro
Shaun Usher hab¨ªa dejado la universidad, no sab¨ªa muy bien qu¨¦ hacer con su vida y trabajaba en un bar de Manchester ¡ª¡°cuando no estaba de turno, gastaba mi sueldo en el otro lado de la barra¡±¡ª cuando ¡°una chica con acento escoc¨¦s y ra¨ªces espa?olas¡±, Karina Blanco, quiso ense?arle c¨®mo deb¨ªa ¡°hacer los c¨®cteles¡±. Llevaban vi¨¦ndose apenas dos semanas cuando ella tuvo que mudarse a Espa?a para un curso en Salamanca. No quer¨ªan perder el contacto y empezaron a escribirse para seguir conoci¨¦ndose. ¡°Durante esos 10 meses que vivimos a cientos de kil¨®metros de distancia, no solo me enamor¨¦ de la que iba a ser mi mujer [acaban de cumplir nueve a?os casados], sino de las cartas escritas¡±. En 2009, Usher cre¨® un blog, Letters of note, para difundir algunas de las misivas m¨¢s hermosas, tiernas, rom¨¢nticas o divertidas de la historia. La pasi¨®n se convirti¨® en industria: su web ha tenido 126 millones de visitas, y los 15 libros que ha publicado en la colecci¨®n Cartas Memorables han sido traducidos a una veintena de idiomas.
Cuando otros habr¨ªan tirado la toalla ¡ªal fin y al cabo eran solo dos semanas¡ª ellos decidieron seguir adelante; y mientras el resto del mundo se abr¨ªa cuentas de WhatsApp y enviaba decenas de correos diarios a trav¨¦s del tel¨¦fono, Usher descubri¨® el fascinante, universal y aparentemente imperecedero poder de un papel y un sello. ¡°El simple hecho de coger un bol¨ªgrafo frente a una hoja en blanco activa una parte del cerebro que no usas cuando mandas un correo electr¨®nico casi sin darte cuenta. Independientemente de la ¨¦poca o el idioma, escribir una verdadera carta de amor es arriesgarse. No solo te est¨¢s abriendo, haci¨¦ndote vulnerable, sino que lo haces por escrito, en un documento que alg¨²n d¨ªa puede aparecer en un libro le¨ªdo por miles de extra?os¡±.
Amor (Salamandra) re¨²ne 31 misivas escritas por matrimonios y amantes; por personajes c¨¦lebres y an¨®nimos; separados por guerras, condenas de c¨¢rcel, campos de concentraci¨®n, enfermedades o simples viajes.
Un premio Nobel de Literatura, John Steinbeck, responde a una carta de su hijo Thom, de 14 a?os, quien le pide consejo sobre un acontecimiento reciente en su vida, algo com¨²n que acaba de sucederle por primera vez. ¡°En primer lugar, enhorabuena. Enamorarse es lo mejor que le puede pasar a una persona, no dejes que nadie le reste importancia ni frivolice sobre ello. A veces ocurre que tus sentimientos no son correspondidos por la raz¨®n que sea; eso no significa que sean menos valiosos o nobles. Y no te preocupes si las cosas se tuercen. Si tiene que ser, ser¨¢. Lo m¨¢s importante es no precipitarse: las cosas buenas no se escapan as¨ª como as¨ª¡±.
Nelson Mandela escribe a su mujer, Winnie, desde la celda de 2,4 por 2,1 metros en la que pas¨® 18 de sus 27 a?os de prisi¨®n, tras enterarse de que ella, tambi¨¦n activista contra el apartheid, ha sido condenada a 17 meses de c¨¢rcel. Es 23 de junio de 1969 y el que ser¨ªa el primer presidente negro de Sud¨¢frica le env¨ªa estas l¨ªneas de ¨¢nimo: ¡°La conquista de un nuevo mundo no vendr¨¢ de la mano de quienes guardan las distancias y permanecen de brazos cruzados, sino de aquellos cuyas prendas acaban rasgadas por la tormenta. (¡) Desde los albores de la historia, la humanidad ha honrado y respetado a las personas valientes y honestas, a los hombres y mujeres como t¨², amor m¨ªo. Mi lealtad hacia ti me impide decir m¨¢s de lo que he dicho ya en esta carta que ha de pasar por muchas manos. Alg¨²n d¨ªa disfrutaremos de una intimidad que nos permitir¨¢ compartir los pensamientos que hemos guardado en lo m¨¢s hondo de nuestros corazones a lo largo de estos ocho a?os¡±. Llevaban apenas cinco casados cuando ¨¦l fue encarcelado. Su matrimonio dur¨® casi cuatro d¨¦cadas.
En marzo de 1796, 48 horas despu¨¦s de casarse con Josefina de Beauharnais, Napole¨®n Bonaparte ¡°tiene que separarse de su esposa para comandar el ej¨¦rcito galo¡±, recuerda Usher. ¡°Era un graf¨®mano empedernido y se las arregl¨® para redactar incontables cartas de amor a su mujer, incluso desde el frente de batalla¡±. Pero Josefina no respond¨ªa a la misma celeridad, y en julio de ese a?o Bonaparte la reprende con ternura: ¡°He hecho llamar al mensajero. Dice que pas¨® por tu casa y le dijiste que no ten¨ªas ning¨²n recado para m¨ª. ?Verg¨¹enza deber¨ªa darte, querido monstruito travieso, indolente, cruel y tir¨¢nico. Te burlas de mi debilidad por ti. Dime que est¨¢s alegre, bien de salud y llena de afecto por m¨ª¡±.
La carta favorita de Usher es la de otro premio Nobel, en este caso de F¨ªsica. Richard Feynman, uno de los padres de la bomba at¨®mica, escribe en 1946 a su esposa, Arline Greenbaum, fallecida 16 meses antes: ¡°Ahora no puedes darme nada y, sin embargo, te amo tanto que eso me impide amar a nadie m¨¢s. Aun as¨ª, quiero que permanezcas donde est¨¢s: incluso muerta, eres mucho mejor que cualquier otra persona viva¡±. Feynman sobrevivi¨® 43 a?os a su mujer. La hija de ambos, Michelle, encontr¨® la misiva entre sus pertenencias: ¡°Estaba muy desgastada, mucho m¨¢s que las otras, como si mi padre la hubiese le¨ªdo a menudo¡±. Usher ha visto ¡°millares¡± de cartas pero ninguna le afect¨® como esta. ¡°El amor nunca muere¡±, explica.
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